La política acarrea sorpresas. La más reciente es la posición ante el libre comercio que anticipa el presidente electo Donald Trump. Se trata de un debate centenario que en América Latina adquirió intensidad cuando en 1992 Estados Unidos, México, y Canadá suscribieron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que 13 años después George W Bush trató de extender a toda Latinoamérica mediante el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), rechazada por un importante sector de la izquierda regional. Extraña paradoja.
Los Estados Unidos son afortunados. Además de contar con inmensos territorios, que expandió constantemente, suelos feraces, mares y ríos ubérrimos, bosques inmensos, energía abundante y todos los recursos naturales necesarios para el desarrollo, fue conducido por una vanguardia revolucionaria que agrupó a las mentes políticamente más avanzadas de su tiempo, las que promovieron modelos políticos y economías liberales, basados en la limitación de las importaciones a lo imprescindible, y en el fomento del mercado interno.
Al desarrollarse en el entorno del Nuevo Mundo, en el cual nunca ha existido ningún competidor, adoptó una estrategia basada en la autarquía, completada por un provechoso aislacionismo político, y un relativo proteccionismo económico, que no estorbó su comercio, la exportación de capitales y el intervencionismo en el aérea, ni obstaculizó las migraciones que trasladaron desde Europa las invenciones y la cultura operaria de la Revolución Industrial.
Al alcanzar la independencia los Estados Unidos se volvieron moderadamente proteccionistas, y así funcionaron durante sus primeros 150 años de vida independiente. Las guerras mundiales los convirtieron en el mayor tenedor de oro y exportador de armas, petróleo, automotores, aviones, alimentos, buques y maquinaria agrícola, posición complementada con la venta de patentes y material de alta tecnología.
El propósito de sostener la hegemonía en las condiciones de la economía global y del acceso masivo al consumo aconsejó cambiar los enfoques, y en el umbral de la Tercera Revolución Industrial, cuando todas las naciones del mundo pudieron ser asumidas como potenciales mercados, orientados por la doctrina neoliberal Estados Unidos apostó por el libre comercio, y en 1992 presionó para concertar su primer acuerdo de libre comercio que involucró a México.
Con el neoliberalismo instalado, el socialismo colapsado, la Unión Soviética fuera del juego, y Rusia en ruinas, Estados Unidos se apresuró a reconstruir su hegemonía, basada esta vez en el predominio militar, la influencia política, y el libre comercio, política que facilitó el movimiento de capitales que emigraron en busca de maximizar las ganancias, explotar mano de obra barata, lograr legislaciones laborales y ambientales permisivas, y copar los mercados emergentes.
Esa opción es hoy puesta en duda por Donald Trump, presidente electo de los Estados Unidos, que pretende desmontar una arquitectura mundial en la cual los ladrillos son millones de dólares. Mañana les contaré más. ¡Difícil tarea! Allá nos vemos.
Tomado del diario mexicano ¡Por Esto!
senelio ceballos
4/12/16 15:17
Saludos Profe Jorge!!...Genial tema Ud nos TRAIDO HOY..Tela por donde cortar y debatir,,Gracias
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