Mientras el pueblo revolucionario de Venezuela batalla calle a calle y casa a casa para ganar las elecciones parlamentarias del próximo día 6, nuevas evidencias demuestran que Estados Unidos mantiene a la nación bolivariana en la mirilla desde que el presidente Hugo Chávez asumió el gobierno en 1998 y que la estatal petrolera PDVSA es uno de los blancos de su estrategia.
El pasado domingo se realizó —a pesar de las amenazas derechistas de desplegar la violencia contra los resultados del escrutinio comicial— un segundo ensayo general organizado por el Gran Polo Patriótico (GGP) en el que tomaron parte más de tres millones de ciudadanos, siempre con la anuencia del Consejo Nacional Electoral.
En esa medición de fuerzas con la oposición conservadora quedó clara la fortaleza del GGP y su principal integrante, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), mientras la dividida Mesa de la Unidad Democrática (MUD), sin campaña en la calle, se niega a suscribir el acuerdo propuesto por la misión de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), presente en el país, para que las dos fuerzas en contienda acepten los resultados del escrutinio.
Ese día —fundamental para la Revolución Bolivariana— se renovará la Asamblea Nacional de carácter unicameral con 167 diputados, ahora con mayoría oficialista. Si ganara la oposición —algo difícil, pues el chavismo ganó 18 de las 19 elecciones realizados en los últimos 16 años— podría suprimir la decisiva Ley Habilitante otorgada al presidente Nicolás Maduro y orquestar además un golpe de estado parlamentario en su contra.
ESTADOS UNIDOS Y SUS SÓRDIDAS ESTRATAGEMAS
Tal como predijo hace años el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, la derecha de América Latina bajo control de EE.UU. intenta, con las más sórdidas estratagemas, revertir el escenario político regional, donde funcionan gobiernos de carácter inclusivo e integracionista, para retornar a las viejas prácticas neoliberales en Suramérica, con 600 millones de habitantes.
El fin de este plan con ribetes para la estabilidad latinoamericana sigue patrones establecidos en otras naciones, como Chile en 1973. El imperialismo estadounidense quiere recobrar su fuente segura de recursos naturales para el mantenimiento de su economía e imponer su política de dependencia del Río Bravo hasta la Patagonia.
A fines del pasado siglo, con la llegada de Chávez y otros mandatarios progresistas y revolucionarios, EE.UU. quedó aislado, y ahora quiere volver por sus fueros con el apoyo de viejos aliados, como Álvaro Uribe, el ex presidente colombiano que formó los grupos paramilitares en su país, y otras figuras de dudosa credibilidad ética.
Este fin de semana, el director del diario venezolano Últimas Noticias, el periodista Eleazar Díaz Rangel, denunció la existencia de las tres evidencias recientes de la política hostil de EE.UU. contra la consulta popular de principios del próximo mes.
Díaz Rangel posee una columna dominical de opinión en la que mencionó, en primer lugar, la reciente violación del espacio aéreo venezolano por una nave estadounidense, acción ilegal reconocida por la Casa Blanca y refutada de inmediato por el gobierno de Nicolás Maduro.
Precisó otro hecho que calificó de muy grave y es la presencia de un portaaviones del país norteño que aunque se desconoce sus propósitos, estará frente a las costas de Venezuela los primeros días de diciembre, en coincidencia con las elecciones. Y, por último, los documentos que demuestran como la empresa estatal PDVSA ha sido espiada por más de una década por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense.
Luego de la derrota de la izquierda en las presidenciales de Argentina el pasado domingo, y puesto en la Casa Rosada el derechista Mauricio Macri, al parecer EE.UU. intensificará sus planes y moverá ahora sus fichas para derrocar a Maduro, un líder izquierdista de prestigio y gran influencia en el proceso de integración de América Latina y El Caribe.
EL ESPIONAJE A UNA NACIÓN SOBERANA
Es en este contexto de actuales agresiones de distintos matices contra Brasil, Argentina (ya en manos de un gobierno conservador), Ecuador, Bolivia y Venezuela, que fue descubierto en los últimos días el espionaje de larga data del gobierno de Washington a la empresa estatal PDVSA, interfiriendo comunicaciones internas, correos electrónicos, perfiles de empleados y otros datos de la estatal venezolana.
Un documento del marzo del 2011 calificado de “ultrasecreto” fue obtenido de manera exclusiva por la cadena multinacional Telesur y por la revista electrónica The Intercept, que a corto plazo sirve como plataforma para informar los documentos publicados por Edward Snowden, un exanalista de la NSA actualmente en el exilio.
El texto proporcionado por Snowden asegura que para EE.UU. para hackear las redes internas de PDVSA utilizó como fachada la embajada en Caracas, situada muy próxima a la sede de las oficinas de la petrolera.
Para la maquinaria imperial, PDVSA resulta de especial interés, ya que es la principal empresa de Venezuela, y la quinta exportadora del crudo del mundo. También es la principal fuente de ingresos del Estado debido a la regalía petrolera, o sea, la tasa de recuperación de ese recurso nacional situado en el subsuelo.
La red de espionaje, que transmitía directo a la NSA, penetró los datos de 10 000 funcionarios de alto nivel, entre ellos su expresidente Rafael Ramírez (entre 2004 y 2014), actual embajador de su país ante Naciones Unidas, de acuerdo con la denuncia de Snowden.
Un analista no identificado de la NSA, en coordinación con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), además de los papeles oficiales de la petrolera, entregó a sus jefes más de 10 000 perfiles de empleados con sus datos personales, así como las contraseñas de unos 900 más.
Según el texto, el interés de su superior era obtener “información sobre los líderes de la empresa, especialmente, el presidente y los miembros de la junta directiva”.
Ese funcionario usó vigilancia de alta tecnología desde la sede diplomática de su país en Caracas y entre sus apreciaciones, según dice en una de sus notas, precisó que “Entender PDVSA es entender el corazón económico de Venezuela”.
El espía refiere que “disparé algunos e-mails a F6 aquí y en Caracas y me lo confirmaron”. El F6 es el código de operaciones conjuntas de la NSA con la CIA conocido como el Servicio de Colección Especial, con sede en Beltsville, Maryland (noreste de EE.UU.).
Una vez más, quedan al descubierto los planes de la potencia militar más grande del planeta contra la pacifica Venezuela, cuyo único delito es —como lo hace Cuba desde 1959— tratar de construir una mejor nación para sus ciudadanos, lejos de los conceptos del capitalismo y el imperialismo mundial.
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