Ha sido paso a paso, con esa paciencia y tenacidad asiáticas que llega a asombrar, y que hizo que el propio Napoleón Bonaparte advirtiera en su tiempo a las sociedades occidentales sobre el “poderío chino” una vez que “el gigante despertase”.
Y en los últimos tiempos, para bien del mundo multipolar y equilibrado al que aspiran los seres humanos sensatos, Beijing viene ganando terreno en espacios planetarios vitales, con una política que privilegia el respeto por los demás y la colaboración mutuamente ventajosa.
De hecho, si hace apenas unos días un tanque pensante norteamericano como Craig Roberts, ex asesor del neoconservador presidente Ronald Reagan, daba por perdidas las aspiraciones de hegemonismo mundial de los Estados Unidos luego del inicio de los ataques de Rusia contra el terrorista Estado Islámico en Siria, con anterioridad otros personajes de similar escala e influencia, ya habían decretado la primacía global de China en materia económica y su conversión en el mayor receptor internacional de inversiones.
La llegada de Beijing al pináculo económico mundial fue confirmada por los expertos hace más de un año a partir del producto interno bruto y el despliegue comercial del gigante asiático, superiores a los índices de la primera potencia capitalista.
Mientras, la acumulación de inversiones en su territorio lograda por China en 2014, con un monto de 128 mil millones de dólares, dejó bien atrás al sumado por los Estados Unidos, que para aquellos días decreció un dos tercios y no logró sobrepasar los 86 mil millones de dólares.
Como lógico resultado y complemento, parece haber llegado el turno a las monedas de ambos países.
Se trata de la reivindicación del yuan como medio de pago internacional, un paso totalmente lógico si se toma en cuenta que la unidad monetaria del gigante asiático es a la vez el medio de cambio de la primera potencia económica global, respaldado en consecuencia por fuertes crecimientos anuales y por una estabilidad productiva, comercial y financiera superior a la que puede exhibir los Estados Unidos.
De hecho, Beijing ya ha establecido importantes pasos monetarios en su región colindante, de manera que decisivas transacciones comerciales se ejecutan en el área mediante el uso exclusivo del yuan.
La moneda china ha desembarcado además en Europa, y hasta complacientes aliados regionales de los Estados Unidos en sus aventuras expansionistas, como es el caso de Gran Bretaña, han obviado tales lazos políticos y bélicos de orden “entrañable” para- en el universo económico- sumarse a la promoción del yuan como nueva alternativa monetaria global.
Más allá de preferencias ideológicas –se dicen algunos en el Viejo Continente- lo cierto es que China y buena parte del espacio asiático resultan un posible asidero para los veteranos imperios venidos a menos, y carcomidos desde hace casi una década por una crisis económica galopante contraída -como virus maligno- del apego irresponsable y excesivo a los dictados del socio mayor, no menos enfermo y errático.
De hecho, y es un asunto que destacan los analistas, no es raro entonces que la añeja City de Londres, que aún concentra una elevada influencia en el mercado monetario global, sea la responsable de la mitad de las operaciones financieras que realiza Europa en yuanes.
Y es que, resulta evidente, por encima de los lazos con Washington están los intereses comerciales y financieros propios, y en consecuencia sería de ilusos despreciar el codearse con un gigante responsable hoy del 25 por ciento del producto interno bruto global.
Un paso importante en el paciente ascenso del yuan resultaría también su presencia en la dominada canasta de los Derechos Especiales de Giro, DEG, creada por el Fondo Monetario Internacional a fines de los años sesenta del pasado siglo, y en la que actualmente se agrupan el dólar norteamericano, el euro, la libra esterlina y el yen japonés.
Según el analista Ariel Noyola en reciente artículo aparecido en la Red Voltaire, con la materialización de ese paso “la demanda global del la moneda china se incrementará en un equivalente de 500 mil millones de dólares, y, por lo tanto, será almacenado en las reserva de los bancos centrales en una proporción de aproximadamente cinco por ciento muy por encima de los dólares australiano y canadiense, aunque todavía muy por debajo del euro y el dólar estadounidense”.
Resultado que seguramente los líderes chinos ya han evaluado debidamente, y que asumen con la sabia filosofía de que una gota de agua, cayendo día a día sobre una piedra, termina por horadarla.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.