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martes, 5 de noviembre de 2024

El Conflicto Árabe-israelí, asunto todavía pendiente (Parte II)

A pesar de todas las adversidades la causa Palestina ha ido ganando en reconocimiento internacional, desde el año 2012 es miembro observador de la ONU…

Luis Edel Abreu Veranes en Exclusivo 30/05/2021
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Bombardeo a Palestina
El conflicto Árabe-israelí es uno de los problemas más complejos en la historia de las relaciones internacionales que enfrenta al Estado de Israel y al sionismo mundial y sus recursos bélicos, económicos, mediáticos contra la empobrecida población palestina.

Despiece: "Acuerdo del siglo" de Donald Trump: Plan que prevé la creación de dos Estados independientes, Israel y Palestina, pero limita considerablemente la soberanía de Palestina a cambio de ciertas concesiones territoriales de Israel.

El malogrado proceso de paz de inicio de los noventa en Madrid, Washington y Oslo no tocó los asuntos neurálgicos del conflicto, el problema de los asentamientos, de Jerusalén y la situación de los refugiados estaban todavía en el tintero, había quedado limitado al reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP de Yasser Arafat, por tanto, los problemas continuaron. El siglo XXI trajo aparejado la política de la lucha contra el terrorismo esgrimida por el presidente norteamericano Bush en el contexto del ataque del 11 de septiembre del 2001 y esto permeó el discurso político del gobierno de Israel que colocaba a los palestinos, las principales víctimas, en la posición del agresor, todo ello con la contribución de la poderosa matriz mediática del sionismo.

La construcción del muro con Cisjordania desde el año 2002, edificado más allá de las fronteras que acepta la comunidad internacional para Israel constituyó una de las grandes violaciones en el presente siglo. En Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental viven millones de palestinos en condiciones paupérrimas bajo la amenaza de la maquinaria militar de los judíos, fortalecida y amparada por los Estados Unidos,  su política de colonización y de destrucción de hogares palestinos, el bloqueo del contacto con el exterior de los palestinos, la carencia extrema de los recursos básicos como el agua y el control de estos por el Estado ocupante ha formado parte del bregar cotidiano de los palestinos, porque realmente se comportan como una fuerza de ocupación con todo el grado de arbitrariedad mayúsculo que se ha perpetuado en ese ejercicio de la ocupación, reflejado en la destrucción humana y estructural de los territorios palestinos.

En el año 2014 el balance demográfico entre árabes y judíos estaba casi equiparado pues además del 20% de la población árabe de Israel que componían alrededor de 1,6 millones de habitantes, habría que añadir las poblaciones de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental que completaban una cifra de 6,1 millones de habitantes en relación con los 6,2 millones de judíos que integraban Israel en el propio año 2014, lo cual describe un escenario que en base a la natalidad de los árabes es fácilmente previsible la superioridad poblacional de los árabes si consideramos no solo los del Estado israelí, sino los pobladores de los territorios ocupados mencionados anteriormente. Por otro lado este conflicto parece haber metamorfoseado de un conflicto Árabe- Israelí a un conflicto del  Estado de Israel y el poderoso sionismo internacional contra un muy diseccionado mundo árabe que ya no abraza la causa palestina de la misma manera, además de un liderazgo palestino a nivel interno muy dividido con una Autoridad Nacional Palestina (ANP) que dé nacional le queda solo el nombre,  y por el otro lado el apoyo a la causa de la organización islámica Hamás cuya radicalidad ha conducido a rebrotes violentos periódicamente, además de los conflictos entre las dos organizaciones. El principal poder de Hamás está en la franja de Gaza, mientras que la ANP tiene una buena recepción entre los palestinos de parte de Cisjordania, además de otros pequeños movimientos islámicos radicales como Yihad Islámica que tienen una menor acogida en el entramado social palestino contemporáneo. Un conflicto armado entre las dos principales organizaciones palestinas, durante los años 2006 y 2007, fracturó el liderazgo de ese pueblo que condujo a dos gobiernos paralelos en las dos regiones mencionadas. 

Aunque Ariel Sharon evacuó Gaza a mediados de la primera década del siglo XXI, sin gran importancia para Israel, siguió colonizando territorios en la zona de Cisjordania. Este procedimiento al final facilitó las acciones bélicas del Estado israelí contra Gaza que ataca sin ninguna reserva ese territorio, desde el año 2006, como la conocida operación “Lluvia de verano”, frente a la mirada cómplice de las potencias occidentales. En el intersticio de los años 2008 y 2009 Israel atacó nuevamente a Gaza con la operación “Plomo Fundido” causando enormes daños humanos y en la infraestructura de la pequeña región. El cerco a Gaza ha incluido los ataques a las ayudas humanitarias, como ocurrió en el año 2010 a una flotilla de barcos de activistas humanitarios. Los bombardeos a Gaza se han producido bajo el argumento de los ataques de Hamás a Israel. Así ocurrió con la operación “Margen Protector” en el verano del 2014, que tenía como objetivo, además, la destrucción de los túneles subterráneos que Gaza utiliza para su abastecimiento y que Israel planteó que eran usados con fines militares agresivos contra Israel, refugios de organizaciones internacionales como la ONU fueron destruidos durante la operación de los israelíes.

A pesar de todas las adversidades la causa Palestina ha ido ganando en reconocimiento internacional, desde el año 2012 es miembro observador de la ONU y en el año 2015 se convirtió en miembro de la Corte Penal Internacional que tiene su sede en La Haya.  En 2015 el Estado Vaticano reconoció oficialmente al Estado de Palestina y desde ese mismo año hondea su bandera en la sede de las Naciones Unidas.                   

 La llegada del gobierno de Donald Trump a la Casa Blanca trajo consigo el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, por parte de Estados Unidos y el traslado de su embajada hacia la ciudad sagrada, esto condujo a rebrotes violentos en oposición de dicha política que dejó muchos muertos y heridos, mientras Trump planteaba su compromiso con la paz y la solución del conflicto.  La propuesta de la administración Trump se vertió en el llamado “Acuerdo del Siglo” que descartó desde un inicio la creación de un verdadero Estado palestino y buscaba la recreación de una entelequia jurídica en Gaza y Cisjordania, que solamente Trump y Netanyahu llamarían “Estado palestino” y condiciones muy leoninas que desde el inicio la ANP llamó la “bofetada del siglo”. A su vez, refrendaba el control de Israel sobre Jerusalén como capital y la anexión de los territorios de Cisjordania ocupados ilegalmente por los israelíes y el Valle del Jordán con su estratégica frontera con el vecino reino Hachemita, mientras Israel abandonaría algunos territorios de menor importancia.

El plan de Trump concibe una ganancia mucho mayor en cantidad y calidad de territorios para su poderoso aliado, donde se burlan burdamente de las demandas internacionales del regreso a las fronteras de 1967. El “Acuerdo del siglo” publicado en enero de 2020 constituye una nueva violación del derecho internacional, afectando a la sufrida población palestina que son, en definitiva, los principales perjudicados.

En mayo de 2021 emergió una nueva ola de violencia en la que los problemas estructurales son los mismos del longevo conflicto en términos generales, mientras los circunstanciales están relacionados con el endurecimiento de la vigilancia de los israelíes sobre los palestinos, durante el Ramadán, desde el mes de abril. Esta situación culminó en disturbios en la mezquita Al-Aqsa y en Sheikh Jarrah, este último un barrio que se encuentra fuera de la ciudad vieja de Jerusalén, donde existen reclamaciones territoriales de colones judíos sobre la propiedad de las tierras.

En esta dirección, Hamás dio un ultimátum para la retirada de Israel que fue sucedido por disparos de cohetes de la organización en dirección a Jerusalén, a lo que Israel respondió de la forma más violenta, que dejó un saldo de más de doscientos muertos palestinos y destrucción de edificios e infraestructura. Se logró un alto al fuego después de 11 días de ataque.

El conflicto Árabe-israelí es uno de los problemas más complejos en la historia de las relaciones internacionales que enfrenta al Estado de Israel y al sionismo mundial  y sus recursos bélicos, económicos, mediáticos contra la empobrecida población palestina, cuyo liderazgo tiene importantes retos con relación a su unidad y credibilidad dentro del propio escenario palestino, pero además, dentro del mundo árabe después de la crisis del nacionalismo árabe, la causa palestina no ha encontrado la misma cohesión, condiciones imprescindibles para llegar a una solución negociada que implique una legítima salida binacional para el territorio de Palestina.

En tiempos de guerra tecnológica no se puede subestimar el impacto mediático de los medios sionistas que interpretan a su conveniencia los acontecimientos, simplifican los hechos deshidratan la información del contenido fuerte de un conflicto muy longevo y rico en detalles que no pueden ser abordado en su totalidad por un artículo periodístico, la verdad parcializada, relativizada, manipulada y puesta en función de un público que no tiene muchas alternativas informacionales para revertir los argumentos mediáticos esgrimidos por el sionismo que se ha especializado, durante décadas, en la explotación mediática y cinematográfica del holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial y de la historia de la victimización del pueblo judío en la diáspora, que no por verdadera debe ser tomada como argumento para cometer otro crimen contra el pueblo palestino.

El David del relato bíblico se convirtió en Goliat cuando, para lograr los objetivos de su pueblo, construyó alianza con los poderes coloniales internacionales y, en trágica metamorfosis, reencarnó en el Goliat de los filisteos.


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Luis Edel Abreu Veranes

Profesor de Historia de África y Medio Oriente. Departamento de Historia de la Universidad de La Habana


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