Lo repetía un experto en asuntos militares decenios atrás, en plena Guerra Fría: “el impulso determinante a la carrera armamentista radica en el obcecado intento de una parte de imponerse por el temor y la fuerza a la otra”.
Y la frase, ciertamente, para nada ha perdido su terrible contenido en nuestros días, cuando ya no existen ni la Unión Soviética, ni el campo socialista europeo, ni el Pacto de Varsovia. Basta con que los círculos norteamericanos de poder persistan en adueñarse del planeta para que todo siga igual que antes.
A estas alturas hay varios factores claves que no pueden ser pasados por alto en tan riesgoso asunto. El primero, el pujo hegemónico de los Estados Unidos, que luego del descalabro de la URSS pensó contar con una vía expedita al cetro global. Después, la tesis de que la primera potencia capitalista no podía admitir en lo adelante el resurgimiento o la aparición de nuevos contendientes de elevada talla. Y por último, el hecho cierto de la carencia de factibilidad de ambos corolarios ante las imparables reorganización de Rusia e irrupción de China en los escenarios mundiales.
No por gusto, se ha explicado más de una vez, los empeños expansionistas norteamericanos en Asia Central, Oriente Medio y la zona Asia-Pacífico; su intento por contar con una sobrilla antimisiles que le asegure asestar golpes nucleares sin posibles repuestas enemigas; y un redoblado desarrollo armamentista que se refleja en el mayor presupuesto militar nacional del orbe, cuyo monto resulta superior a la suma de las erogaciones de los diez países que siguen a los Estados Unidos en la lista de gastos bélicos.
Y mientras la amenaza Made in USA se incrementa, del otro lado las posibles víctimas no tienen otra alternativa que trabajar por garantizar su defensa e integridad, y hacer valer los sensatos criterios de establecer un mundo multipolar y totalmente seguro.
Así, no son de extrañar las noticias de que Rusia, por ejemplo, heredera del potencial nuclear de la desaparecida Unión Soviética, se ha visto en la necesidad de reformar y modernizar sus fuerzas armadas a pasos acelerados.
En ese sentido, los arsenales rusos han anunciado la incorporación de poderosos medios de combate a sus tropas estratégicas, como los misilesmóviles de largo alcance Topol M, que hoy cuentan con más de un centenar de rampas de lanzamiento en disposición combativa, además de los Bulavá, instalados en submarinos.
A ellos se suman los sistemas S-500 para la defensa antiaérea y antimisilística, definidos por los altos mandos especializados rusos como complejos coheteriles que “se adelantan en unos quince a veinte años a las tecnologías similares de que dispone el adversario potencial”, y los caza multiuso Su-30SM, que “duplican en potencial a los aviones de la generación anterior”.
Rusia también se empeña en crear antes del 2022 un cohete balístico intercontinental que superará en potencia a todos sus análogos existentes en el mundo, incluido el actual modelo en servicio "Voievoda", y que será más eficaz en la tarea de anular el sistema global anti-misiles de factura estadounidense.
Actualmente, el modelo "Voievoda" ruso es calificado por la propia Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, como el más potente misil balístico intercontinental del planeta.
Por último, Moscú divulgó que sus esfuerzos defensivos suman además la instalación de los nuevos misiles identificados como Skiff, con base en el fondo del océano, donde permanecerían a la espera de la orden de fuego contra blancos marítimos o terrestres.
Los Skiff serían depositados en el lecho marino con el uso de diversos tipos de submarinos.
De manera que ese resulta el candente escenario implantado a la raza humana por los eternos atizadores de los fuegos de conquista, a cuyos desafueros y obsesiones los pretendidos blancos no tienen otra alternativa que responder con solidez y premura.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.