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domingo, 24 de noviembre de 2024

Donald Trump llega entero a 2024

No se puede hablar de una resurrección política, porque los diferentes obituarios se apresuraron a dar por hecho el deceso simbólico de un hombre a prueba de las reglas elementales del sistema estadounidense. Donde otros ardieron, Trump le prende fuego a todos los demás...

Javier Raúl Ortiz Haber en Exclusivo 06/03/2024
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Donald Trump en la frontera Eagle Pass, Texas
Donald Trump en la localidad fronteriza Eagle Pass, Texas, el 29 de febrero de 2024, visto desde el lado mexicano.

Cuando Donald Trump convenció a una turba para interrumpir una sesión del Congreso de Estados Unidos, parecía que su carrera política había terminado. Ese primer momento fue la noche del 6 de enero de 2021, mientras se despegaban los gases lacrimógenos arrojados contra los manifestantes que tomaron el Capitolio de Washington. Luego, cuando la mayoría de sus nominados al Senado y la Cámara de Representantes perdieron en las elecciones de medio término de 2022, parecía que el Partido Republicano iba a buscar un nuevo rostro con que hacer el trumpismo sin el inconveniente de un Trump ya doblemente derrotado. El diario conservador New York Post titulaba que el futuro debía ser Ron DeSantis, gobernador de La Florida, reelecto con amplio margen la misma noche en que el Partido Demócrata contabilizaba unos inesperados resultados a su favor. Alguien bromeó que a Trump se le podía perdonar un ataque vandálico contra la sede del poder legislativo, pero no perder unos comicios con resultados tan inesperadamente adversos. El chiste, increíblemente, duró poco.

Trump mantuvo hasta 2024 su base de respaldo electoral entre los estadounidenses que lo prefieren sí o sí, y eso se traduce en una instantánea lealtad por parte de la mayor parte del estamento político del Partido Republicano. Y esa una realidad irrevocable para consternación o decepción de los pocos que se arriesgaron a ir en su contra, empezando por el una vez prometedor Ron DeSantis, que arrancó su intento presidencial en una directa mal transmitida por X con el multimillonario Elon Musk y terminó cuando se hizo evidente que los trumpistas querían la versión a todo volumen de su líder.

Después de juicios de esto y de lo otro, de sentencias a favor y en contra, el derrotado en las presidenciales estadounidenses de 2020 va por la revancha, cuatro años después de irse sin siquiera darle la mano a su sucesor en alguno de los salones de la Casa Blanca. No se puede hablar de una resurrección política, porque los diferentes obituarios se apresuraron a dar por hecho al deceso simbólico de un hombre a prueba de las reglas elementales del sistema estadounidense. Donde otros ardieron, Trump le prende fuego a todos los demás.

Pero por si las dudas, quedaban formalidades por cumplir en las urnas. Y cualquier duda sobre la viabilidad electoral de una tercera nominación presidencial de Trump se despejó el 5 de marzo de 2024, el Supermartes. Cada cuatro años, varios estados realizaron simultáneamente sus elecciones primarias, donde los candidatos dentro de cada partido compiten por la nominación “oficial” para los cargos públicos en disputa en el mes de noviembre. En el caso de los que aspiran a la presidencia, las primarias sirven para la elección de los delegados que representarán al presidenciable en la Convención Nacional de su facción política; cada estado tiene un número de delegados de acuerdo con su población: aquel que gane más de la mitad de los delegados electos a la Convención, gana la nominación (en el caso del Partido Demócrata, hay superdelegados, no electos en las urnas, pero con derecho a voto para decidir quién es el nominado y eso complica un poco la ecuación en ese lado del espectro político estadounidense).

Generalmente, cada estado hace sus primarias en un día propio en el calendario, como Iowa, New Hampshire o Carolina del Sur, muchas veces con resultados disímiles entre uno y otro, para desesperación de los ganadores en un sitio y para ilusión de los perdedores en el siguiente, como fue el caso en 2020 de un ex vicepresidente llamado Joe Biden. Lo que tiene de “super” el Supermartes es que se vota en varios estados a la vez y se reparte un número considerable de delegados, en ocasiones asegurando la preferencia de una candidatura en el camino hacia la Convención.

El 5 de marzo de 2024, Donald Trump ganó los 14 de los 15 estados en pugna. Su rival dentro del Partido Republicano, Nikki Haley, su ex embajadora ante Naciones Unidas, solo capturó una mayoría simple en Vermont, un resultado sin trascendencia ante la mayoría aplastante invocada por la apabullante popularidad de su antiguo jefe. Biden tampoco ningún oponente serio en las primarias internas del Partido Demócrata, lo típico para un presidente en funciones.

Contados los votos y dictadas las sentencias, nadie Trump baja de la nominación del Partido Republicano en 2024: el votante conservador promedio lo respalda, con devoción y por abrumadora mayoría; la Corte Suprema revocó la inhabilitación electoral emitida en un tribunal estadual de Colorado; sigue arrastrando el mito de su victoria impredecible de 2016, a pesar de los peros estadísticos regados por el mapa. Los efectos se extienden hasta 2028: en caso de ganar un segundo mandato no consecutivo, Trump está impedido constitucionalmente de presentarse otra vez, por lo que su compañero de fórmula en la vicepresidencia debería ser el candidato del Partido Republicano con más ventaja para el siguiente ciclo político, como le recordó en televisión la presentadora conservadora Laura Ingraham en un foro televisado.

Visto desde marzo de 2024, parece que Donald Trump y Joe Biden compiten por segunda vez. ¿Pronóstico reversado? Nunca se sabe.


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Javier Raúl Ortiz Haber

Periodista de la Televisión Cubana desde 2010, especializado en temas internacionales y relaciones Cuba - Estados Unidos.


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