Un recurrente error metodológico que, dependiendo de quién lo cometa, puede conducir a equívocos prácticos es creer que la política y la lucha política global contemporáneas están regidas por preceptos o valores ideológicos. Nunca antes la política internacional fue tan cínica y pragmática como hoy. Ben Alí, Gaddafi y Mubarak no sobrevivieron a su incomprensión.
Por otra parte, si bien existen indicios que apuntan hacía el diseño de un mundo multipolar, ello todavía no es un hecho, puede tardar o abortarse y nada asegura que otros polos que pudieran surgir cambiarían esencialmente las realidades vigentes. Ninguna de las economías emergentes es ni quiere ser una alternativa al capitalismo y ninguna busca una confrontación política o ideológica con los Estados Unidos.
Con vistas a corregir ciertas incongruencias, satisfacer intereses nacionales probablemente para crear espejismos, Rusia fue admitida en el G7 y se creó el G20 que abre espacios para acomodar a China, Brasil, India y otras economías emergentes que de ese modo disfrutan de instantes de gloria, se salpican con el poder global, participan en determinadas concertaciones y dejan oír sus voces a veces representando a los que no tienen voz, lo cual no deja de ser importante.
Si bien se multiplican como flores en primavera lo foros de concertación, alianzas estratégicas, acuerdos de libre comercio y otras manifestaciones de avenencia, ninguna suprime desacuerdos puntales y con la excepción del ALBA, raras veces alguna se realiza para beneficiar a terceros. Los países pobres no sólo son cada día más pobres sino que están más solos y abandonados. De las ayudas para el desarrollo apenas se habla.
Rusia, China, Estados Unidos y Europa Occidental celebran todo tipo de encuentros y ofrecen evidencias de su concertación estratégica, sobre todo en el plano militar, no porque cooperen en esas esferas sino porque han dejado de amenazarse. Nada es más paradójico que la posición de Rusia ante el escudo anti misiles, proyecto que critica pero en el cual quisiera participar; lo mismo ocurre respecto a Irán. Todos concuerdan en impedir que tenga la bomba y el debate se reduce a cómo hacerlo.
Las potencias de hoy y quienes aspiran a esa categoría son aliados estratégicos, como mínimo compañeros en un largo viaje, aunque sean adversarios tácticos, lo cual en la práctica significa que todos quieren más o menos lo mismo aunque disienten en cómo lograrlo y tienen contradicciones puntuales de diversa índole y, más que competir colaboran entre sí.
China tiene en Estados Unidos y Europa sus principales mercados, Rusia necesita vender su gas y Europa adquirirlo. Su principal mercado y los capitales norteamericanos, así como su alta tecnología son bien recibidos en China y las divergencias ideológicas son mínimas o no existen.
Algunos debates formales o informarles, especialmente los del Consejo de Seguridad de la ONU recuerdan peleas de boxeo en las cuales, durante el combate los atletas se despedazan, un árbitro evita que se lastimen excesivamente y al final se abrazan y se reparten los ingresos por entradas y apuestas. Allá nos vemos.
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