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jueves, 31 de octubre de 2024

¿Casualidad o causalidad?

Ojo avizor, que nada o casi nada viene por gusto...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 09/01/2022
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Protestas en Kazajistan
Los disturbios en Kazajistán no apuntan a ser solo una protesta por el alza de precios de los combustibles. (Tomado de RT).

Hace más de cuatro decenios, cuando cursaba la carrera de periodismo en la universidad habanera, un estimado y sapiente profesor, por demás veterano de no pocas lides diplomáticas, nos advertía que en política, y sobre todo en materia de enconos, apetencias desbordadas y extremismos, nada sucede por generación espontánea, y por tanto no se podía navegar en la ingenuidad en semejante marea.

En consecuencia, los más recientes acontecimientos de violencia y desestabilización interna en Kazajistán, una de las mayores repúblicas exsoviéticas con extensas fronteras con Rusia y China, no pueden verse a la ligera justo cuando Washington y la OTAN se coaligan sin reparos frente a ambos pretendidos enemigos globales.

Si Adolfo Hitler incendió el parlamento germano para culpar a otros y hacerse del poder e implantar el nazismo; si los pretendidos atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 fueron el pivote para el injerencismo masivo de Washington en Oriente Medio y Asia Central; si Occidente promovió el cambio político en Ucrania para posicionarse ante la frontera Este de Rusia; y si la ultraderecha trumpista asaltó armas en mano el Capitolio para intentar imponer al presidente de su gusto, ¿por qué dudar que en Kazajistán concurra otra jugada oportunista y falaz?

Los disturbios estallan además a horas del anunciado encuentro entre los Estados Unidos y Rusia para debatir las demandas del Kremlin relativas a la inadmisible expansión de la OTAN hacia el oriente, y que sin dudas resultan molestas para los planes gringos de expansionismo global.

Y si la Casa Blanca y sus lerdos aliados eurooccidentales han pretextado hasta estas horas que su “noble motivación” en Ucrania es proteger al gobierno de Kiev contra una “invasión militar rusa”, qué no alegarán entonces cuando ya tropas de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, OTSC, actúan en territorio kazajo para devolver el orden y la estabilidad internos.

La OTSC, dicho sea, se instituyó desde 1992 entre Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kirguistán, Kazajistán y Tayikistán para ofrecer apoyo inmediato a los firmantes del tratado en el caso de una agresión o un ataque armado contra la seguridad, estabilidad, integridad territorial y soberanía de esos países.

Por demás, no es un secreto que solo el pasado 2021 el Departamento de Estado y la titulada Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional destinaron más de millón y medio de dólares a, textualmente, “fortalecer la capacidad de las organizaciones de la sociedad civil y proteger los derechos humanos y las libertades en Kazajistán”.

Asimismo, y antes de su bochornosa y caótica retirada de Afganistán, dedicó Washington ingentes recursos para trasladar a ese país a miles de terroristas del Estado Islámico y Al Qaeda derrotados en Siria e Iraq, con el propósito de dejar sembrada la semilla de la inseguridad y la violencia en Asia Central, justo en el espacio exsoviético y las divisorias chinas.

Por ello, tal vez no es de extrañar que las autoridades de Kazajistán denunciaran la presencia de personas “no nacionales” entre los grupos armados que atacaron estaciones policiales y centros estatales en medio de las protestas que Occidente atribuye con insistencia a la inconformidad con la “subida de precios de los combustibles”, pero que en la realidad denotan un plan que va más allá y persigue otras metas, sobre todo luego de que el gobierno local dio inmediata marcha atrás a las nuevas tarifas energéticas, con lo que cerraba la presunta causa de los disturbios.

De manera que, si todavía pueden quedar elementos para un análisis más completo y detallado, sí existen hechos, conductas y antecedentes objetivos que tomar muy en cuenta a la hora de evaluar el hoy kazajo.

Y rechazar esa realidad es simplemente asumir el juego con la pelota de trapo.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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