No le falta razón a la delegación rusa presente este febrero en la capital de Kazajistán, en la segunda ronda de coversaciones para el logro de la paz en Siria, cuando aseguró que un posible final a tan áspero y sangriento enfrentamiento todavía puede demorar como consecuencia de las diferencias y la desconfianza entre los principales involucrados en las acciones bélicas.
No obstante, la misma fuente precisó que, si bien el nuevo intento no pudo concretar avances sustanciales, resulta al menos un paso adelante, de cara a la conferencia que tendrá como sede a Ginebra el cercano día 23, y que deberá profundizar en el logro del cese total de hostilidades y el camino a un arreglo político interno.
Ya en enero último Astaná había acogido a representantres del gobierno de Bashar al Asad y de los grupos rebeldes sirios, que lograron dar continuidad al cese de los enfrentamientos estipulado en diciembre último y del cual se excluyen las entidades terroristas Estado Islámico (EI) y Al Nusra, la titulada Al Qaeda siria.
Astaná Dos, cuyo inicio programado para este 15 de febrero debió ser pospuesto para el día siguiente, no llegó a discutir todos los aspectos programados, y en torno al cese al fuego se centró únicamente en la posible instalación de un grupo de trabajo que supervise la tregua.
Según la delegación de Damasco, la demora en los inicios del diálogo y sus magros resultados son el lógico producto de la falta de interés de los rebeldes y de Turquía, uno de los promotores de estos encuentros junto a Rusia e Irán. De hecho, ambas delegaciones llegaron tarde a la capital kazaja, y ello comprometió la posibilidad de un intercambio más prolongado y enjundioso.
Lo cierto que los grupos armados pretendidamente no ligados al terrorismo aún ven con ojeriza al gobierno oficial sirio y a sus fuerzas armadas, y presionan contra la legítima participación en el conflicto de la aviación militar rusa y de efectivos de Teherán y el Hizbulá libanés, cuya asistencia al ejército nacional sirio ha dado un vuelco total a los frentes de lucha.
Gracias a ese esfuerzo bélico conjunto han sido liberados numerosas ciudades y aldeas, y se presta toda la asistencia posible a las decenas de miles de refugiados y víctimas de un conflicto cuyo origen está en los empeños hegemónicos que con respecto a Asia Central y Oriente Medio han intentado materializar por la fuerza Washington, sus restantes aliados occidentales, el sionismo israelí y las satrapías árabes, coaligados con el terrorismo islámico como preferente punta de lanza sobre el terreno.
Por demás, tanto Rusia como Irán han mostrado su deseo de establecer un diálogo constructivvo entre las fuerzas enfrentadas en Siria, colocando siempre como premisa el no entendimiento con el EI y Al Qaeda, contra los cuales se sigue y se seguirá combatiendo hasta su liquidación.
Mientras Turquía, otro de los promotores de los diálogos de Astaná, parecería —a pesar de su compromiso— inclinado a jugar sus propias cartas en tan complicado proceso. De hecho, el territorio turco ha servido de tránsito a grupos armados en el extranjero para atacar a Siria (se calculan 50 000 terroristas en los útimos cuatro años), y hasta se afirma que Ankara compraba el petróleo robado por el Estado Islámico de los yacimientos sirios bajo su control; sin contar sus aprensiones con respecto al papel de los kurdos sirios en medio de la agresión contra Damasco.
Lo cierto es que concluida Astaná Dos, muy poco ha cambiado en materia de honesto discernimiento para todos aquellos que, terroristas o cómplices, aceptaron jugar la carta imperial contra un gobierno legítimo, promotor de un Estado no confesional en su expresión más sana, y firmemente solidario con las justas causas de los pueblos árabes.
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