Cuando se habla de relaciones bilaterales es evidente que se trata de un asunto entre dos. Por tanto el rumbo bueno, malo o peor de esos lazos no depende, en términos de entendimiento racional, respetuoso, constructivo y equilibrado, de que una parte lo sacrifique todo y otra se pavonee de poderosa, intocable e intachable.
Y si bien es cierto que esa debería ser la norma universal para un devenir global más seguro y productivo en todos los sentidos, está claro que aún las posiciones tercas, el desprecio por los ajenos, y el gusto por las imposiciones, siguen golpeando un escenario mundial donde los huracos parecerían crecer frente al interés de hacer las cosas mejor y más llevaderas.
Y en ese azaroso cenáculo se inscribe el entendimiento ruso-norteamericano de los últimos tiempos, y no porque Moscú lo desee y resulte su línea de trabajo tirar permanentemente de las barbas de la primera potencia capitalista.
Como advertía en reciente entrevista el cineasta Oliver Stone, desparecida la Unión Soviética y el “riego comunista desde el Este”, pudo Washington intentar establecer con Rusia relaciones más abiertas y estables, sin embargo, la borrachera triunfalista, el pensarse presunta vencedora sobre la URSS y por qué no, pasar la vieja cuenta en venganza, hizo que la Casa Blanca solo acometiera humillar y destruir a su viejo oponente…y ningún ruso con orgullo nacional y patriótico iba a permitirlo, como tampoco lo admitiría ningún otro interlocutor decente y consecuente de cualquier latitud geográfica.
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El propio Vladímir Putin indicaba apenas días atrás que tal vez los vínculos bilaterales puedan avanzar a una etapa de estabilidad si finalmente se entiende que hay intereses mutuos que lo permiten.
En pocas palabras, que el Kremlin no es reacio en medida alguna a menos tirantez siempre que nadie salga perjudicado y desparezcan el malsano interés del total gravamen a los ajenos.
De ahí que justo por esos instantes Moscú permitiese la visita de la subsecretaria norteamericana de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, con el declarado propósito de entablar la búsqueda de "relaciones estables y predecibles" entre Rusia y Estados Unidos.
Lo interesante del cotejo radicó en el hecho de que hasta ese instante la Nuland figuraba entre los diplomáticos norteamericanos impedidos de viajar a Moscú como respuesta a las constantes sanciones de la Casa Blanca contra sus pares rusos por las más disímiles causas inventadas y alegadas por las administraciones del republicano Donald Trump antes, y del demócrata Joe Biden hoy.
El balance de este encuentro, según fuentes oficiales rusas, finalmente no arrojó la posibilidad de un mejoramiento inmediato en los lazos mutuos, pero al menos permitió intercambiar ampliamente y con seriedad acerca de una amplia agenda de sensibles asuntos bilaterales.
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La portavoz de la cancillería moscovita, María Zajárova, recordó que la Nuland estaba incluida en la lista negra de Rusia, por lo que no podía ingresar al país, y que su acogida se ejecutó "bajo el principio de paridad", al retirar la Casa Blanca al subdirector del Departamento de No Proliferación y Control de Armas del Ministerio de Exteriores local, Konstantín Vorontsov, de la terna estadounidense de funcionarios rusos penados.
Por otra parte vale recordar que la funcionaria llegó a Moscú casi cuatro meses después de que los presidentes de Putin y Biden trataran en Ginebra de acercar posiciones en temas como el trabajo en las respectivas embajadas, el diálogo estratégico y de control de armas nucleares, y la ciberseguridad.
De todas maneras, y a pesar de las grandes tramas pendientes, debiera ser evidente para las máximas autoridades norteamericanas que con Rusia, como con buena parte de los gobiernos del orbe, es posible dialogar siempre que se haga sobre el respeto irrestricto a los derechos de cada quien.
Hacerlo o no queda de parte de una potencia que por estructuración política histórica, sigue amarrada en buena medida al conveniente mito de su presunta superioridad sobre el resto del planeta, y al no menos conjetural “designio divino” de perfección interna absoluta y nación “guía y líder” omnipotente del astroso género humano.
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