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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Camerún sufre en dos frentes

Camerún enfrenta hoy un inconveniente dual -es decir un proceso con dos componentes distintos- uno es el conflicto interno separatista y el otro la amenaza externa del terrorismo “yihadista” que viola su fronteras…

Julio Marcelo Morejón Tartabull en Exclusivo 18/04/2021
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Camerún julio
Camerún se manifiesta contra Boko Haram (AFP)

Cinco años después de las protestas que dieron paso al conflicto separatista anglófono camerunés, este aún persiste como problema de seguridad nacional que aspira una solución convincente para los dos rivales.

La sustancia de tal asunto se reside en la interrogante de cómo resolver la contradicción de la presencia de una población de filiación idiomática inglesa asentada en un país africano de la francofonía, lo cual supone desde divergentes puntos de vistas  hasta enfrentamientos armados.

Esa carrera entre la coexistencia y la insurgencia la protagonizan  actualmente las Fuerzas de Defensa y Seguridad de Camerún, apoyadas por milicias de “vigilantes” por una parte, enfrentadas a facciones guerrilleras de la Ambazonian Defence Force  (Fuerza de Defensa de la Ambazonia).  

En los últimos años ese forcejeo causó más de 3 000 muertos y 679 000  desplazados, así como 60 000 refugiados cameruneses pasaron a Nigeria, mientras que la violencia empleada por los contrincantes se intensificó, lo cual resultó perjudicial para cualquier entendimiento.

La raíz histórica del disenso se ubica en dos dinámicas coloniales diferentes –una francesa y otra británica- aplicada en el país tras la desocupación alemana en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando el imperio germano perdió las posiciones en África y se las distribuyeron Londres y París. 

En 1960 con la independencia Camerún arrastró uno de los vestigios más erráticos de las administraciones coloniales, la división territorial y su influencia en la construcción sociopolítica del país, tras reordenamientos a la sombra de Naciones Unidas que dejaron un amplio territorio francófono y dos anglófonos menores.

Así, 61 años después esa dispersión incide en la realidad sociopolítica del país, cuyas relaciones de convivencia se deterioraron con el intercambio de acusaciones de desigualdades y discriminaciones en todas las áreas, las protestas pacíficas devinieron formación de comandos armados y sus consecuencias sangrientas.

En la agenda del empleo de la fuerza se anotan acciones desmesuradas de los rivales, mientras que en el ámbito político se hacen referencias a intentos de negociaciones, la mayoría de las ocasiones frustradas tanto por el rechazo oficial como por obstáculos impuestos por el Gobierno de la República de Ambazonia, sin reconocimiento alguno.

La otra  cara del dilema dual camerunés es la amenaza terrorista que con marcada frecuencia afecta la Región del Extremo Norte, fronteriza con Nigeria y donde se refugian millares de personas que huyen de la violencia extremista de la secta Boko Haram y el Estado Islámico en ese país.

Desde diciembre del año pasado, Boko Haram intensificó sus ataques contra civiles en ciudades y pueblos de la región del Extremo Norte de Camerún y además de los civiles muertos el grupo armado saqueó cientos de viviendas, con lo cual creó un escenario de pánico que causa nuevos flujos de desplazados.

Esas migraciones constituyen eslabones de una cadena, pues  esos movimientos generados por el miedo afectan a las víctimas que huyen, pero también impactan de una u otra forma socioeconómicamente en las poblaciones de acogida.

Queda claro que el terror transfronterizo aplicado por la secta nigeriana en el territorio camerunés, responde a la táctica del acoso en la estrategia de imponer el caos en la subregión de la cuenca del lago Chad, como parte de una conspiración para crear un cortejo de Estados frágiles en una zona de riquezas, tanto Nigeria como Camerún son productores de petróleo, por ejemplo.

Los ataques extremistas en el Extremo Norte convirtieron la paz en esa región en un espejismo y cuando no en ejemplo de frustración total tanto para los pobladores autóctonos como para los migrantes nigerianos que allí encuentran abrigo, aunque frecuentemente inseguro.

Así ocurre actualmente en los montes Mandara, en la zona fronteriza entre los dos Estados, donde por siglos sus habitantes se refugiaron  tras huir de la islamización forzada, de cazadores de esclavos y la colonización, y ahora es blanco del terrorismo que se camufla con un distorsionado perfil confesional musulmán.

“Desde 2014, esa aparente armonía se ha visto rota por la llegada del grupo terrorista Boko Haram. Después de varias batallas con el ejército camerunés, los yihadistas se asientan en las colinas, justo al otro lado de la línea imaginaria que divide Camerún de Nigeria y desde allí lanzan sus ataques sobre los indefensos pueblos”, afirma Chema Caballero en un artículo en el sitio digital elpais.com.

En los últimos siete años las agresiones terroristas causaron 294 230 refugiados nigerianos y más de 684 000 desplazados internos en Camerún, Chad y Níger, estadísticas que demuestran la gravedad causada por las agresiones de la secta integrista, que algunos observadores consideran una punta de lanza contra los intereses de África oeste y otros un proyecto de ofensiva ideológica para el reblandecimiento de la fortaleza continental.

A ese criterio se une la opinión de que a Boko Haram lo motiva el interés –nada islámico- de hacer que la seguridad regional dependa de la intervención de componentes defensivos foráneos, que a la larga exigirán su tajada en la cena de los recursos, como lo prueba la persistencia del Comando de Estados Unidos para África (Africom) y sus prácticas teledirigidas.


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Julio Marcelo Morejón Tartabull

Periodista que apuesta por otra imagen africana


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