Luego de la llamada década ganada al capitalismo que envolvía a Ecuador antes del liderazgo de Rafael Correa, asume este miércoles como nuevo presidente el progresista Lenin Moreno, quien anunció un gobierno basado en el diálogo y la conciliación, con la continuidad de la próspera Revolución Ciudadana.
Correa, un economista de prestigio mundial, logró —gracias a su pensamiento político antiimperialista, su vasta inteligencia, conocimientos y carisma popular— ganar las elecciones y renovar su mandato desde 2007 hasta hoy, luego de décadas de desestabilización nacional debido a gobernantes corruptos y neoliberales, todos sacados del cargo por la población.
Este miércoles es el día de Moreno y de Jorge Glas, su vice. Ambos fueron vicepresidentes en distintos momentos de la administración del oficialista Alianza País, y ganaron sus cargos en la segunda vuelta de las elecciones efectuadas el pasado 2 de abril, con el 51.16 % de los votos válidos. Con esta elección, la Revolución Ciudadana consiguió su octava victoria electoral. Ya ha ganado tres presidenciales y cuatro consultas populares.
El partido Alianza País apareció en el convulso escenario político ecuatoriano hace apenas diez años bajo la dirección de Correa, y ahora se ratifica como el más grande y consolidado del sistema político del país, con la mayor cifra de escaños en el Congreso Nacional, la victoria presidencial del referendo sobre la prohibición de traslado de dinero de políticos al exterior y capacidad de movilización popular gracias al apoyo de sus seguidores.
Aún cuando organizaciones mundiales reconocen los grandes éxitos alcanzados por la administración correísta, Ecuador se vio golpeada en los últimos años por factores internos y externos que redujeron algunos de sus principales índices, tal como la violenta disminución de los precios del petróleo, principal producto de exportación del país, la pérdida de un pleito contra la compañía Chevron, con pago de millones de dólares, y un terremoto que asoló varias localidades y dejó centenares de muertos en 2016.
Lo que fue la calificada por Correa una “tormenta perfecta” de factores en contra de su administración, no fue óbice para que, aunque en apretada votación, Alianza País retuviera las riendas del país situado en el imaginario meridianao del mundo, pues ninguno de sus programas, en especial los sociales, se vieron afectados dada su política de colocar al ser humano como prioridad en su administración.
Moreno, un político con discapacidad física, que logró, sin embargo, notables éxitos como vicepresidente al desplegar programas sociales de alta envergadura, conocido por su honestidad y sinceridad de palabra, enfrenta ahora los riesgos de mantener los logros de diez años fuera del sistema neoliberal imperante en la región.
Ante él y Glas aparece el reto de darle continuidad a la obra iniciada por Correa y su equipo, apoyado por una mayoría popular, con perfeccionamiento del sistema, y acercamiento a ciertos sectores nacionales que, por una u otra razón decidieron alejarse del proceso revolucionario.
Para lograrlo, el político nacido en 1953, que presentará su gabinete durante esta jornada, invitó en su campaña electoral a la unidad nacional, incluso, a algunos partidos opositores que le hicieron la guerra a Correa de una manera violenta, incluida una tentativa de golpe de Estado policial en 2010, protestas callejeras y violencia neofacista.
A ello se unió, como ocurre en otros países progresistas, en seguimiento de un plan imperial, una campaña mediática sin precedentes que trató, desde distintas ópticas, el desprestigio del jefe de Estado, sin lograrlo, pues en su despedida popular se observó la confianza, la lealtad y el amor de su pueblo.
Para algunos analistas es importante que la derecha regional no confunda el espiritu conciliador de Moreno y Glas con signos de debilidad gubernamental, pues Correa siempre tuvo palabras claras, denunciantes, sobre las cuestiones internas del país, al igual que hizo en los foros internacionales en defensa de la democracia y la unidad de América Latina y el Caribe.
Su gobierno, en opinión de expertos, fue fuerte desde el principio y lo legitimiza el voto popular a pesar de las poderosas campañas en su contra.
Nadie critica, empero, la postura del nuevo Mandatario, pues existe conciencia de la fortaleza de la derecha interna –en consonancia con Estados Unidos y la regional- y la necesidad de atraer otras fuerzas de convergencia nacional para fortalecer las bases ciudadanas de la Revolución.
Además, como solicitó Correa en su último programa semana Enlace Ciudadano 523, el pueblo “debe crecer en conciencia política y conciencia económica” en los próximos cuatro años del gobierno de Moreno, a la vez que pidió una línea superior de pensamiento a la ciudadanía para acabar con las mentiras de los medios de comunicación y los políticos.
El nuevo mandatario y su equipo gubernamental también, en distintos momentos, deberán enfrentar a la prensa corrupta y mercantilista que difunde falsedades de manera permanente, tal como hicieron con el saliente mandatario durante sus consecutivos mandatos.
La nación que reciben Moreno y Glas, ambos con suficiente experiencia política para enfrentar los escollos que pueden presentarse en adelante, es muy diferente a la encontrada por Correa en 2007.
Entre los éxitos logrados por Alianza País aparecen, en destaque, el equilibrio nacional encontrado por la presidencia entre la captación de riquezas y su distribución en la sociedad, lo que permitió, por ejemplo, que dos millones de personas dejaran atrás la línea de pobreza.
En los primeros siete años de gobierno de la Revolución Ciudadana hubo un crecimiento del ingreso por las exportaciones de materia prima, en especial el petróleo, lo que permitió al gabinete el aumento de la inversión social de forma acelerada y la solución de problemas cotidianos del pueblo.
El salario básico aumentó, la educación y la salud pasaron al ser gratuitos, se amplió la red de sanidad pública, el analfabetismo formal disminuyó casi en un ciento por ciento, garantía de derechos sociales y humanos.
Aunque Correa recibió críticas de algunos sectores indígenas por su política extravista, con exclusiones territoriales de pueblos y nacionalidades, tales señalamientos son débiles, ya que no reconocen los beneficios de este sistema para la cobertura de las necesidades básicas.
Sin embargo, analistas consideran que este desacuerdo, que puede ser solucionado con un modelo post-extravista, fue aprovechado y exagerado por la derecha interna para crear fricciones entre los pueblos autóctonos y el Palacio de Carondelet.
Aun cuando a nivel regional hay una lucha de los pueblos originarios e indígenas para perservar sus tierras y recursos naturales, distintos economistas plantean que es válido el extravismo como fuente de riqueza, siempre que se concilie con la conservación del medio ambiente y la defensa cultural de las nacionalidades indígenas.
Esa es una de las dificultades que encuentra Moreno en su gobierno, pues debe fomentar un plan oficial de unidad que respete los derechos de los pueblos autóctonos sin perjudicar el crecimiento económico del país.
Es este el escenario nacional en que el nuevo presidente recibirá su banda, ante la presencia de al menos 14 dignatarios y vicemandatarios que confirmaron su presencia en la ceremonia de toma de posesión.
El equipo de prensa de Carondelet mencionó entre los visitantes a los líderes de Bolivia, Chile, Perú, Colombia, Argentina, Perú, Guatemala, Honduras, Costa Rica, República Árabe Saharahui Democrática y Haití.
Tambien estarán entre los invitados el vicepresidente primero de Cuba, Miguel Díaz-Canel y el de El Salvador, Oscar Samuel Ortiz, además de personalidades de España, Portugal, y de organismos internacionales.
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