El año 2015, a punto de finalizar, estuvo matizado en la arena política de América Latina por la lucha continua entre las fuerzas progresistas y de izquierda, y la derecha regional dirigida por Estados Unidos, que intenta desbancar, mediante diferentes tácticas, a los gobiernos que adoptaron líneas opuestas al neoliberalismo y trabajan por mejorar la calidad de vida de sus poblaciones.
No hubo tregua en los 365 días que terminan, pues aunque hubo avances en determinados asuntos —como los diálogos de paz entre Colombia y las fuerzas guerrilleras FARC-EP en La Habana— otros problemas se mantienen latentes y avizoran un difícil 2016 para países como Argentina, Venezuela y Brasil, entre otros.
Lo ocurrido en el 2015 es la continuidad de una lucha antagónica —a pesar del respeto a las diferencias políticas en aras de la unidad— en la que algunos procesos populares vigentes entraron en un proceso de regresión debido a las artimañas de una muy bien organizada formación conservadora a nivel regional. Sin embargo, también hay buenas posibilidades de que tras los traspiés políticos haya una recuperación y avance.
Los negativos cambios observados en las urnas saltan a la palestra pública debido a la carencia oficialista de un proyecto interno de políticas bien pensadas, menos optimistas y más reales, en tanto se expresa —dado los acontecimientos del año— en la necesidad de adelantarse a los rejuegos engañosos de la política conservadora. Es preciso, según indican politólogos, una estructura más crítica y autocrítica a lo interno y pasar de la defensiva a la ofensiva para salvar los escollos que de manera continua le colocan sus enemigos a las vertientes izquierdistas.
Más de un analista ha advertido que la derecha trabaja como una pulida maquinaria a nivel regional —aun cuando carezca de líderes jóvenes, y esté quizás dividida localmente por su afán de poder— ya que posee poderosos instrumentos, como los grandes medios de comunicación capitalistas, y los movimientos de las trasnacionales para dar al traste con las economías locales, como, por ejemplo, el manejo de los precios del petróleo.
En su afán por eliminar los gobiernos revolucionarios o progresistas los conservadores utilizan diferentes tácticas, pero con una única estrategia: limpiar el camino para volver a apoderarse, y con ella Estados Unidos, de una América Latina que cambió para bien desde hace 17 años, cuando el presidente Hugo Chávez ganó las presidenciales en Venezuela.
Las diarias expresiones guerreristas utilizadas contra Venezuela, unidas a errores de los dirigentes políticos de ese país, lograron que, con olvido de las grandes transformaciones hechas por la Revolución Bolivariana, el pasado 6 de diciembre se impusiera en la Asamblea Nacional el conservadurismo con una mayoría calificada de 113 diputados de la Mesa de la Unidad Democrática, mientras el chavismo alcanzó 55 curules, a pesar de la seguridad en la victoria de dirigentes del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Este fue uno de los elementos políticos más sobresalientes del subcontinente este año, pues el gobierno de Nicolás Maduro perdió uno de los pilares del llamado Socialismo del Siglo XXI, aunque ya tomó medidas para tratar de evitar la debacle política anunciada por diputados del nuevo Parlamento.
Este hecho se unió virtualmente en el tiempo al triunfo del derechista Mauricio Macri, que ganó las elecciones presidenciales en Argentina y sin cumplir aún un mes de estancia en la Casa Rosada (10 de diciembre), ya dictó las primeras medidas que trazan las líneas verdaderas —no las de campaña— de este millonario empresario que logró ganar por un poco más de 600 000 votos a Daniel Scioli del oficialista Frente para la Victoria.
Ecuador también estuvo en el centro de los intereses de los grandes capitales —que ya intentaron sacar por la fuerza al presidente Rafael Correa mediante un golpe de estado policial en 2010— cuando en el mes de junio las agrupaciones opositoras tomaron las calles y protagonizaron actos de extrema violencia, con el pretexto de oponerse a dos decretos gubernamentales.
Las acciones dirigidas por líderes del tradicionalismo capitalista llevaron a Correa a retirar de manera temporal las iniciativas legales sobre herencia y plusvalía inmobiliaria que generaron las manipuladas protestas en varias ciudades del país. Las regulaciones oficiales, poco explicadas, apenas afectaban a un dos por ciento de la población, o sea, los más ricos.
Ante la proximidad de la visita del Papa Francisco a Ecuador en los primeros días de julio —gira que también comprendió Bolivia y Paraguay— el presidente decidió por la tranquilidad ciudadana ante la llegada del dignatario de Roma, y abrir un debate popular sobre la ley de herencia que, dijo, busca la redistribución de la riqueza, y la inmobiliaria dirigida a gravar las ganancias extraordinarias resultantes de la especulación con inmuebles.
Los actores favorables a un cambio de gobierno atacaron a militantes del oficialista partido Alianza País, cuya sede ocuparon en Quito, la capital, en tanto planteaban el derrocamiento de Correa.
Tampoco el ambiente político fue favorable en Brasil este año. Los partidos opositores, encabezados por la Social Democracia Brasileña (PSDB) mantuvieron continuos ataques contra la presidenta Dilma Rousseff, ya incluso antes de iniciar su segundo mandato en enero pasado, los que culminaron, por ahora, en una petición de impugnación política y destitución, cuya posibilidad debe ser evaluada en febrero próximo.
Rousseff es acusada de corresponsabilidad política en unas supuestas falsas cuentas de la Unión Federal en 2014 para esconder un déficit fiscal. A mediados de diciembre, el Supremo Tribunal Federal echó por tierra los turbios manejos de la Cámara de Diputados —que aceptó la solicitud opositora— y depositó en el Senado, para el próximo febrero, la responsabilidad de decidir si continúa el proceso contra la Mandataria.
También acapararon la atención internacional los pasos diplomáticos entre Cuba y Estados Unidos luego del restablecimiento de relaciones en diciembre del 2014. En ese sentido sobresalieron las aperturas de las embajadas en Washington y La Habana y la visita que realizó a la isla el secretario de Estado John Kerry con ese motivo.
Aunque se alcanzaron algunos avances en diferentes terrenos, siguen pendiente las solicitudes cubanas en asuntos fundamentales para normalizar los vínculos, entre ellos la eliminación del bloqueo económico, financiero y comercial, los cuales están intactos luego de un año de conversaciones.
Este año, y por primera vez, Cuba participó en la VII Cumbre de las Américas del pasado abril, gracias a la presión ejercida por los gobiernos revolucionarios de la región, que amenazaron con su ausencia en la cita de Panamá, en un contexto matizado con las nuevas relaciones con Washington.
Presidentes y representantes de 35 estados asistieron a la edición de la cita en la que una mayoría de los asistentes solicitaron a Barack Obama la eliminación del bloqueo que su país mantiene contra la isla desde hace más de 50 años, y que él mismo consideró —y lo dice públicamente— un fracaso de la política exterior de su país.
Cuba también fue noticia en septiembre último, cuando recibió la visita del Papa Francisco en su segunda gira por América Latina, que comprendió también a Estados Unidos, donde habló en la Asamblea General de Naciones Unidas y ante el Congreso de ese país. En la nación caribeña Francisco recibió las muestras de afecto de la población, que acudió de manera masiva a las misas ofrecidas en tres provincias.
En tanto, Bolivia, con una vida política y económica estable en el contexto regional, es un foco de atención desde hace unos meses, cuando movimientos sociales y populares solicitaron en noviembre pasado a la Asamblea Plurinacional la convocatoria a un referendo —marcado para el próximo 21 de febrero— que decidirá si el presidente Evo Morales puede candidatearse de nuevo al cargo en 2019, cuando concluye su actual gestión.
Morales, líder del partido Movimiento al Socialismo (MAS) llegó al Palacio de Quemado en 2006 con el 54 % de los votos, luego revalidó su posición con un 64 % para el periodo 2010-2015 tras la constitución de la nueva Carta Magna y con 61 % para la gestión 2015-2020. En un reciente discurso, el mandatario boliviano precisó que es necesaria una pequeña reforma constitucional para validar su permanencia, pues precisa más tiempo para profundizar el proceso revolucionario en su nación.
Entre los asuntos latinoamericanos que más llamó la atención pública este año figura la proximidad del Acuerdo de Paz definitivo —en el 2016— entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la más antigua guerrilla de la región: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), luego de tres años de conversaciones en La Habana, Cuba.
La conciliación de uno de los puntos más álgidos de las negociaciones —el de las víctimas de la guerra— abrió las posibilidades de que las armas queden de lado tanto por parte del oficialismo como de las guerrillas, estas últimas con el peligro de que en Colombia permanece intacto aún el sistema paramilitar organizado por el exmandatario y uno de los líderes de la derecha regional, Álvaro Uribe.
No obstante, los colombianos se asoman al nuevo año con la esperanza de concretar el concepto expresado en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), efectuado en La Habana, respecto a que América Latina fuera declarada zona de paz.
El 2016 será un año de mucho movimiento político en Latinoamérica, ya que hay asuntos pendientes de gran trascendencia, en tanto ya asoman la cabeza otros que con certeza traerán grandes protestas y movilizaciones populares debido a los opuestos principios de la derecha a la tranquilidad de las grandes masas de esta rica y a la vez empobrecida zona del mundo.
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