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sábado, 2 de noviembre de 2024

Afganistán y el remedio santo

Washington y sus aliados podrán lavarse las manos, pero el ros-tro se les queda bien sucio...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 25/08/2021
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AFGANISTAN KABUL
El aeropuerto de Kabul se mantiene bajo un control militar norteamericano que sus propios aliados europeos califican de “obstáculo” al tráfico de los aspirantes a huir.

En la medida que pasan los días y en el aeropuerto de Kabul persisten la angustia, la zozobra y la desesperación entre los miles que intenta salir al exterior luego del regreso Talibán, se hace más fuerte el criterio de que, a dos decenios de ocupación militar (y veinte años sí son algo), los Estados Unidos y sus aliados han actuado con una mezcla total de irresponsabilidad y chapucería en Afganistán.

Lo cierto es que la retirada suscrita por Donald Trump con el grupo extremista el pasado año y su materialización bajo la tutela del demócrata Joe Biden, han resultado una total chambonada con ribetes nefastos y, por tanto, asidero de inmediatos escenarios harto trágicos.

Lo argumentaba un traductor afgano de las fuerzas interventoras de la OTAN que por pura casualidad logró salir de Kabul dejando atrás a toda su familia en absoluto desamparo y riesgo de ser reprimida, a la usanza brutal ya exhibida por los talibanes entre 1996 y 2001 durante su anterior califato.

Identificándose solo con el alias “Rafi”, el empleado vertió su total frustración por la irresponsabilidad con la que han actuado sus jefes extranjeros, dejando en manos de los Talibanes cuantiosos arsenales de armas de infantería, artillería, blindados, helicópteros y hasta misiles, además de los archivos completos con el santo y seña de sus colaboradores locales, lo que facilitará “a los terroristas localizarlos, apresarlos, y eliminarlos junto a sus familiares”.

De haber imaginado “semejante traición”, se lamentó textualmente “Rafi”, nunca hubiera trabajado para los militares foráneos, a quienes inútilmente ha suplicado de forma reiterada que encuentren y protejan a su familia.

En pocas palabras, que es lícito pensar entonces que los “empleadores” lo menos que tuvieron en mente fue la seguridad e integridad de sus colaboradores nativos frente a la marea que tal vez ni imaginaron les venía encima a pesar de sus sesudos aparatos de inteligencia y de recogida de información.

Mientras, y ya como pleno poder nacional, los Talibanes acaban de advertir a los gobiernos de la coalición Made in USA, que la salida de su personal y allegados de Afganistán solo tiene de plazo hasta el cercano 31 de agosto, tal como afirmo Joe Biden públicamente, y que toda prolongación será vista como un acto hostil y conllevará una inevitable respuesta.

Una proclama que vuelve a revivir la querella entre europeos y norteamericanos, toda vez que los primeros no fueron lentos al criticar desde sus inicios la retirada ordenada por la Casa Blanca, y los “obstáculos” que el ejército estadounidense pone en el aeropuerto de Kabul a quienes esperan por emigrar, bajo el pretexto de “evitar actos terroristas del Estado Islámico”, cuyos efectivos derrotados en Siria han sido llevados en masa a suelo afgano por los propios militares de los Estados Unidos.

Y como toda agua revuelta supone “ganancias” para cierto tipo de pescadores, Donald Trump finalmente no pudo quedarse con la boca cerrada ante el dilema afgano, y no sin antes “reivindicar” su sólido, meditado, organizado y efectivo plan de salida de las tropas de Afganistán suscrito el pasado año con los talibanes e instrumentado “fallidamente” por Biden, arremetió contra su sucesor demócrata por “su asombrosa y absoluta incompetencia” a la hora de ejecutar la letra del acuerdo.

Desde luego, “yo, al que los Talibanes sí respetan” (cita textual) hubiera brindado una salida plenamente honrosa a los Estados Unidos. “Nada de esto hubiera ocurrido conmigo en el cargo presidencial”, remarcó el magnate inmobiliario con su tradicional desborde egocéntrico, por aquello de alentar las “nostalgias” de una ultraderecha que no se tragará nunca a Biden por mucho maquillaje conservador que se aplique.

Mientras, en Kabul el tiempo corre, las angustias se multiplican, los temores hacen estallar los nervios, las imprecisiones y pasos en falso llenan el aire, y Afganistán cuenta los días de retorno a no se sabe qué futuro inmediato.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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