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miércoles, 6 de noviembre de 2024

A Bolsonaro le cruje el piso

El presidente brasileño sigue en el cargo por conveniencia de la oligarquía local...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 09/04/2021
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Jair Bolsonaro-Brasil-Presidente
Bolsonaro, ya sin la simpatía de su homólogo Donald Trump en la Casa Blanca, teme a Lula da Silva, quien confirmó se presentará a las elecciones presidenciales del 2022.

Brasil vive una crisis generalizada debido al mal gobierno del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro, a quien el pueblo acusa de la muerte de casi 400 000 personas por su negativismo a la COVID-19 y la compra de insumos y vacunas para evitar el sufrimiento colectivo.

Bolsonaro, un exteniente del Ejército ascendido a capitán cuando se retiró, ex diputado federal durante 28 años, en los que solo propuso una iniciativa no aprobada, misógino, fundamentalista religioso, violador de los derechos humanos, mencionado como corrupto, tiene en el Congreso Nacional 35 peticiones de impugnación al cargo, pero ninguna prospera.

Un país prestigioso que tocó fondo. En la tragedia causada por la pandemia, varios especialistas advierten que puede llegarse a 500 000 fallecidos antes del fin de este mes. No sin razón lo tildan de genocida. Encabeza un régimen de nulidades, cómplices de su irresponsabilidad. Y los que comandan el Congreso Nacional no le impugnan, a pesar de las peticiones, porque son sus secuaces .

Eso ocurre porque este presidente, autobautizado como “Trump tropical” por imitar las barbaridades de su ex colega estadounidense Donald Trump, no tiene hasta ahora un sustituto —de preferencia civil— que sea de confianza de la poderosa oligarquía local y de la Casa Blanca.

Sin embargo, lo que más detiene a la casta militar es que el Brasil de hoy no es el mismo de 1964, cuando se implantó allí una dictadura que duró hasta 1985. Y aunque quizás se atrevan a dar el salto, en la práctica resulta más conveniente mantener al llamado payaso porque hay otras formas de control autoritario.

El exdiputado llegó a la primera magistratura porque parecía el tipo ideal para complacer a los militares. Solo debía hacer el papel de gobernar una nación, donde la iglesia evangélica, religión que profesa hasta el fanatismo, crece a diario y le otorgó 40 millones de votos en las elecciones de 2018, con la cobertura de una campaña mediática de altos quilates para desprestigiar al Partido de los Trabajadores (PT) y su candidato, el exmandatario Luiz Inacio Lula da Silva, quien fue condenado por presunta, pero falsa corrupción, condenado y encarcelado, gracias a una maniobra judicial del ex juez federal Sergio Moro y un manipulado juicio que ahora un magistrado de igual rango desestimó por realizarlo en una demarcación equivocada.

Condenado Lula a ocho años y 11 meses de prisión, las posibilidades del izquierdista PT se esfumaron y buena parte de la población de más de 200 millones de personas se encantó con la vulgar verborrea del evangelista que, sin pudor, usaba palabrotas y ofensas atractivas a los oídos de quienes apenas saben leer y escribir.

Así llegó Bolsonaro al Palacio del Planalto, con una imagen de machista controlador. Nombró en su gabinete y cargos de primera categoría a militares de alto rango, entonces sus principales aliados a lo interno. Luego demostró un negativismo absoluto hacia la COVID-19, que apareció en Brasil en febrero del 2020. No hizo su gobierno campaña alguna para detener la pandemia, a pesar de que era sabida la tragedia que se avecinaba, ya que el país no cuenta con un sistema de salud público coherente.

Todo lo que hizo el PT a favor de la salud del pueblo, como el programa Mais Médicos, auspiciado por la derrocada mandataria Dilma Rousseff (primer escalón para situar a Bolsonaro en Palacio) fue cerrado tras su toma del poder.

CRISIS CASI ABSOLUTA

El vicepresidente de Brasil es el general retirado Hamilton Mourão. Bolsonaro se blindó con la militarización del país. Se estima que son más de 6000 los uniformados activos esparcidos por los 27 Estados. Presiden Petrobrás y Furnas, la mayor generadora de energía de América Latina. Sus familiares ocupan cargos en diferentes escalafones estatales.

El Bolso como también le dicen es un engendro de los uniformados. En 2018 el comandante máximo del Ejército, Eduardo Villas Boas, amenazó a la Corte Suprema de Justicia con una fuerte reacción de los cuerpos militares si concedía el habeas corpus pedido por Lula, acusado falsamente de corrupción. La Corte temió y no se atrevió a enfrentarse a Villas Boas. Entonces impusieron al excapitán, solo conocido en pocos círculos, que les entregaría la dirección del país tras bambalinas.

Desde que asumió, la primera crisis conocida entre el mandatario y el Ejército estalló el pasado mes. El mandatario despidió a su ministro de Defensa, el general, Fernando Acevedo e Silva y, de inmediato, los comandantes de las tres fuerzas renunciaron. Para evitar interpretaciones lesivas a su figura, el presidente los cesó, pero las diferencias salieron a la luz pública, escribió en Página 12 el escritor y periodista brasileño Eric Nepomuceno.

El jefe de gobierno fue obligado a aceptar al general Paulo César Nogueira como titular del Ejército, a quien, paradójicamente, quiso antes castigar por su defensa pública de medidas de aislamiento y uso de mascarillas.

Acostumbrado a imponer su voluntad, Bolsonaro exigió al entonces comandante y jefe de ese cuerpo, general Edson Pujol, que se manifestara contra la decisión de la Corte Suprema de devolverle los derechos políticos a Lula da Silva y sancionara por insubordinación a Nogueira. Pujol se negó y también se hizo a un lado. El mandamás del Palacio tuvo otra contrariedad. Para su desazón, el nuevo titular de Defensa lo obligó a nombrar a Nogueira como jefe del Ejército. Clara señal de que quien manda en Brasil son las Fuerzas Armadas, que le dan cuerda a su títere, pero hasta un punto.

Unido a la renuncia de los altos mandos, también lo hicieron seis ministros del gabinete. Un desastre público.

El “payaso” del Planalto miente. Su amenaza de que podría adoptar medidas de fuerza con el respaldo de las Fuerzas Armadas carece de fundamento. Por el contrario, creció el malestar entre los uniformados. Ellos quisieron pasar la idea de que serían el contrapeso de sus locuras, pero fracasaron.

Algunos analistas consideran que sin el respaldo de los militares aun le queda el recurso de las fuerzas policiales, muy poderosas. Ya se conoce el papel que jugaron en el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia, y el frustrado contra Rafael Correa en Ecuador.

El desequilibrado Bolsonaro, ya sin la simpatía de su homólogo Donald Trump en la Casa Blanca, teme a Lula da Silva, quien confirmó se presentará a las elecciones presidenciales del 2022.  Si lo hace, ganará por tercera vez la presidencia, pues dejó dos mandatos de gobierno con un 80 % de apoyo popular. Bolsonaro sabe que en unas elecciones está condenado al fracaso.

De acuerdo con el analista Pablo Stefanoni, figuras políticas y empresarios importantes que respaldaron al excapitán se están alejando en una cómoda posición a ver qué ocurre en los próximos meses.

Según Sergio Lirio, jefe de redacción del semanario Carta Capital: “…muchos de la derecha querrían un bolsonarismo sin Bolsonaro”.

Lo importante ahora para la clase militar y política, los sectores y el agronegocio —los mismos que sacaron a Roussef— es evitar que Lula da Silva retorne. Saben que apostaron por una persona que hizo del gobierno un absoluto desastre. La economía es una calamidad, mas aun con la COVID-19, la pandemia, por su irresponsabilidad, es una tragedia humana, la diplomacia es absolutamente ideológica e, incluso, terminó perjudicando la posibilidad de hacer negocios con otros países.

Bolsonaro ha perdido credibilidad. Brasil devino una amenaza mundial cuando en su territorio aparecieron cepas de la COVID-19 y más de 100 países impiden la entrada de brasileños. El ingreso de 600 reales (m.n.) aprobado por el Congreso quedó en menos de la mitad, lo que acrecienta la pobreza y la miseria. Su política ambiental, que alienta a la quema de la Amazonía a favor de compañías madereras foráneas lo desacreditan.

Aunque el respaldo a su gestión solo gira en un 30 %, el supuesto mandamás centra ahora su preocupación en anular la decisión que declara nulo el juicio a Lula da Silva en Curitiba para someterlo a un nuevo proceso judicial, mientras busca, asimismo, librarse de la impugnación del órgano legislativo.

La presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, denunció que fuerzas derechista tratan de revertir la decisión del juez Edson Fachin de anular las condenas a Lula da Silva, reporta desde Brasilia la agencia de noticias Prensa Latina. Hoffmann alega que el veredicto judicial “revoca las ilegalidades y parte de las injusticias” contra Lula¨.

Según el PT, la posibilidad de que el ministro Edson Fachin, del Supremo Tribunal Federal (STF), revise su decisión sobre la anulación de las condenas de Lula fue planteada por el periodista Merval Pereira, portavoz de los intereses de la familia Marinho, dueña del poderoso grupo de comunicación O'Globo.

Así anda Brasil, “el país más grande del mundo, con el peor gobierno de su historia”.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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