No fue por gusto que empleara el exergo del poema “Una mujer como yo, por ejemplo”, de Fernanda Laguna para su cuaderno Manualidades, premio Nicolás Guillén de poesía 2011. “Una mujer cree que tiene que ser tan lista que los demás se tienen que convencer de que es una estúpida, porque en el fondo cuando más dejada de lado sea, más libre y feliz será, en el lado de la vida dejado de lado por la productividad”.
Así comenzó su libro, como especie de vaticinio a un texto cotidiano, no por ello menos trascendente. De hecho ahí radica la magia: pura poesía maternal que, con ojo clínico, lleva la vivencia y la reflexión más íntima con destreza poética e ironía.
No pretendo decir cómo criar a los hijos…
“Desde niña soñaba con ser artista, de adolescente lo que más me interesaba era la poesía, luego estudié teatrología en el Instituto Superior de Arte (ISA). El teatro me formó como espectadora y de ahí salté a la literatura”, resume su trayectoria.
“En el teatro aprendí que todo depende del espectador. Creo, confío mucho en la experiencia del lector para entender una obra, de su capacidad para relacionarla con su contexto, para construir nuevas experiencias. Me gustan mucho los lectores inteligentes”, agrega.
“Para mí, el placer de la lectura, de escribir, es solo comparable con fuertes emociones. La literatura me habla de un mundo posible, mediante ella se fundan espacios de libertad infinita. Con y a través de ella hago vínculos amorosos, sentimentales y no jerárquicos, como abundan en la vida”.
Confiesa que la maternidad llegó de manera tardía, pero le permitió observarla y vivirla desde diferentes perspectivas. Gracias a ella redacta este texto como un todo único donde dialogan madre e hija, se educan una y otra en una suerte de aprendizaje para siempre.
“No pretendo con este libro decir cómo criar a los hijos, es solo la mirada de una niña, cómo una bebé construye a su madre”, explica.
“Es un compendio de mi experiencia, con muchas lecturas de filosofía y literatura cubana que he podido hacer en este tiempo. Tiene mucho de Martí y de La Edad de Oro”.
No hay que cumplir mandamientos para ser escritor…
Con más de 42 poemas esta propuesta de Mansur solidifica más su carrera como poetisa. Y aunque no posee una formación literaria su experiencia como autora de materiales para la escena, crítica teatral y editora le permiten afirmar que no hay que tener miedo a escribir.
“No hay que cumplir mandamientos para ser escritor. Nadie puede decir qué libros debe leer un poeta para hacer buenos poemas; nadie puede decir qué debe decir un poeta para hacer buenos poemas.
“Un poeta es una mezcla de tristeza y soledad por una parte, y de inmensa alegría y gran felicidad, por otra; esos términos extremos nos hacen palpar, pulsar las más diversas emociones. Y así las tratamos de trasmitir”.
“No creo como piensan mucho autores que mientras más compleja sea tu lírica, mejor. Mi lector no necesita de un registro literario para entender mi poesía, solo hace falta que se emocione. Con eso me basta”.
Parece entonces que una mujer como Nara Mansur no necesita hacerse la lista, prefiere ser dada de lado, en “ese lado de la vida dejado de lado por la productividad. El fabuloso lado donde se halla todo lo ingobernable, todo lo inaprensible, como la vida y la muerte, el tiempo, el amor, lo misterioso, la belleza, lo intuitivo, el universo, lo simple, lo sin importancia”.
Poema ¿A dónde dicen, Emilia, que van a subir?
Cuidado con el agua que sube muy rápido
y mamá no sabe nadar. Cuidado
con el carrusel que la marea,
el semáforo que la asusta,
la mermelada que le pone ácido el cogote.
Cuidado con hacerme mucho caso,
con dejar entristecerte por mi queja continua.
Cuidado con la electricidad, el gas, con el agua
que sube muy rápido y te puede gustar el ahogo
imposible, ese fugaz abismo, ese abandono.
Cuidado con olvidar antes de tiempo los miedos
con los que te protejo y te acobardo
y te fortalezco y te prevengo
y te mutilo y te fotocopio
y te adoro y te reduzco a mi peor versión.
Cuidado con no olvidarte de mi jaqueca falsa,
de mi cobardía.
Que no te toquen.
Y es que sube el agua rápido y no ahoga a la esponja
ni al agua ahogada ya en la bañadera.
Cuidado con cuidarte más de la cuenta,
con no poner el cuerpecito valiente y hermoso:
allá arriba en tobogán, tú solita vas a volar
adonde quieras,
vas a caer y yo te estoy esperando.
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