En un plano secuencia, un hombre que transmite autoridad camina, escoltado por otros, a pasos acelerados por un pasillo, hasta llegar a una puerta que abierta violentamente da entrada a una sala de terapia intensiva. El hombre autoritario -con una lista en la mano que ahora sabemos es un inventario- da órdenes de desconectar y confiscar los aparatos que monitorean enfermos entre la vida y la muerte.
Así comienza El recaudador, la película realizada en el año 2005 por el reconocido cineasta Feliks Falk y que cuenta la historia de un ejecutor de deudas al servicio de un juzgado en la ciudad polaca de Wroclaw. El protagonista, que se desplaza en un lujoso auto por un entorno muchas veces pobre, no se detiene ante nada y confisca, desde los instrumentos de la banda municipal, hasta el acordeón con el que entretiene su enfermedad una niña asmática.
Sólo el hecho de provocar el suicidio del héroe local -un joven jugador de fútbol a punto de pasar al profesionalismo al que el puntilloso funcionario le demuestra que asesinó una anciana para heredar sus propiedades que también confiscará- moviliza a los pobladores en contra del inflexible personaje al que únicamente una revelación que cree divina hará cambiar de actitud pero el mundo corrupto que lo rodea no lo perdona.
El ambiente que describe la película parece no ser muy diferente al de la Polonia actual. A propósito de la recién concluida Eurocopa, que tuvo allí su sede compartida con Ucrania, el periodista polaco Maciek Wisnieski llama “efecto esteroide” a la pax futbolera que el gobierno de Varsovia logró “posponiendo las reformas y pidiendo a los sindicatos que no se manifestaran durante el evento”. “Ya antes faltaba para hospitales, viviendas, escuelas, guarderías, teatros o transporte público. Ahora habrá aún menos gasto social, más privatización de bienes municipales y más impuestos”, dice Wisnieski que califica de “una voz en el desierto” a quienes previo a la Eurocopa pedían “Pan en vez del circo criticando el endeudamiento, la falta de la política pública de la vivienda y reclamando el derecho a la participación en la gestión de las ciudades”.
A pesar de abordar conflictos éticos de la existencia humana a partir de temas que no pierden actualidad: las confiscaciones por deudas, la corrupción, el papel de los burócratas tras el derrumbe del llamado socialismo real y la entrega de los países exsocialistas a la “mano invisible” del mercado, la película de Falk es muy poco conocida. La prensa occidental, que antes urgaba en las metáforas de la prestigiosa cinematografía polaca buscando mensajes antisocialistas, no le ha dedicado mucho espacio.
Aunque El recaudador ganó seis Premios Águila -que se otorgan en Polonia al mejor cine nacional- en las categorías de director, película, actor, actriz, diseño de producción y guión original, además del Premio del Público y de ser postulada como candidata al Oscar al Mejor Filme Extranjero, es prácticamente desconocida fuera de ese país y sólo ha circulado en Festivales y muestras de cine polaco en el exterior, así se exhibió en Cuba en el año 2007. La amplia difusión de la Eurocopa ucraniano-polaca pudiera tal vez brindar una buena oportunidad para volver sobre El recaudador, una película que, como el gran arte, aún tiene mucho que decirnos.
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