Como un grupo de periodistas y arquitectos estaban invitados a visitar la empresa, donde recibirían un homenaje, el director comisionó a Lalo para organizar el recibimiento. El consabido cafecito de bienvenida estaría garantizado (contaban con la cuota y apenas corrían los primeros días del mes), pero cómo entretenerlos hasta la hora de almuerzo.
Ahí fue donde se le encendió el bombillo a Lalo: prepararía una disertación en la que develaría lo que, a su juicio, ambas profesiones tenían en común. Varios días le tomó redactarla, pero una vez concluida le entregó una copia a su amigo y colaborador Ismael para que le preparara una presentación digital.
El día fijado, el teatro se abarrotó con un público conformado por los visitantes y los propios trabajadores de la empresa. El orador, con la elegancia de siempre, esperó a que Ismael preparara la computadora portátil para proyectar el power point en una enorme pantalla. Cuando todo estuvo listo, Lalo inició su discurso:
“Periodistas y arquitectos cargan con su equipaje de conocimientos del cual extraen las ideas al enfrentar disímiles situaciones. Ambos deben conservar la capacidad de asombro, viven de las preguntas y necesitan el diálogo (los primeros con las fuentes y los públicos, los otros, con los espacios). Estos profesionales se distinguen por su ética, sensibilidad, capacidad de observación, cultura, ingenio y creatividad”.
De repente el auditorio estalló en risas y el orador se dio cuenta de que la gente se divertía con una secuencia de fotos expuestas en la pantalla, en las que aparecía, junto a Ismael, con tremenda curda haciendo papelazos en la playa. Cuando el amigo se dio cuenta de la metedura de pata, a toda prisa cerró el programa y abrió la presentación correcta. Lalo prosiguió:
“Edificios y reportajes no se pueden dar por concluidos hasta que no son habitados o leídos, pues la aprobación final depende de las personas que los disfrutan. Al igual que un arquitecto ha de tener en cuenta el contexto urbanístico en el que se insertará su proyecto, el periodista ha de profundizar en el ámbito económico, político y social en el que se desarrolla el acontecer noticioso. Ambas son profesiones comprometidas...”.
Las carcajadas del auditorio interrumpieron a Lalo, quien se quedó petrificado cuando vio la imagen de un canguro en la pantalla. Y es que Ismael, en un alarde artístico, había intentado establecer un paralelo entre la bolsa del animal y el equipaje de conocimientos, mentado al principio de la alocución. Con deseos de matar al amigo, pero sin perder el hilo, Lalo añadió:
“No es lo mismo proyectar una escuela, un museo o un zoológico, como no es igual reportar para el radio, la prensa escrita, la televisión o las agencias noticiosas. Los sólidos cimientos de una edificación, son necesarios, pero también el fino acabado, los jardines, las terrazas y los espacios abiertos. La belleza arquitectónica es tan indispensable como engalanar las ideas con un lenguaje culto y hermoso”.
Al llegar aquí, las risotadas estremecían el teatro. Nuevamente el motivo era Ismael, quien en su apuro por sincronizar la presentación con el discurso, se había saltado un montón de diapositivas y ya en pantalla se exhibía un FIN descomunal y una mano equivalente a un ridículo adiós.
Lalo dirigió una tímida mirada al director de la empresa que se encontraba sentado en primera fila y lo que vio fue a un toro que bufaba con los ojos inyectados en sangre. Ahora las orejas del orador se pusieron calientes como hornillas de fogón, pero imbuido del coraje de los músicos del Titanic, se juró terminar la intervención a como diera lugar.
“La sagacidad del reportero, similar a la perspicacia del arquitecto...”.
Una falla eléctrica sumió al teatro en una oscuridad total. En fracciones de segundos, Ismael se dio cuenta de que esa era la oportunidad para recoger los pedazos de autoestima que le quedaban a Lalo, así que, ni corto ni perezoso, empezó a aplaudir.
La señal sirvió para que la audiencia, cansada de tantos desaciertos, se sumara a la estruendosa ovación. Así que Lalo se vio obligado a abandonar el podio, quedándose con las ganas de hacer una última recomendación a los perio-tectos o arqui-distas: jamás dejarse ayudar por inútiles-torpes-incompetentes asistentes.
CARMEN VERSON RODRIGUEZ
27/3/12 14:39
ME HE REIDO MUCHO MUY BUENO MI SOBRI, ERES MUY BUENA, NO DEJES DE ENTRETENERNOS A TUS FANS Y LECTORES BESOTES
Loreta
25/3/12 9:46
Jajajaja, qué bueno está eso!!! Se parece a una anécdota que viví en mi empresa. El señor sesentón no podía con la high tech y no sabía darle al remoto del datashow y lo que se armó fue de ampanga. Felicidades, Cubahora, diganle a Mercedes que escriba más, me gustó lo del año biciesto y ahora este.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.