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sábado, 23 de noviembre de 2024

Manera de escribir el cubano en ruso

La editorial Caja China del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso presenta en la Feria "Absolut Röntgen", de Abel Fernández-Larrea, ganador de la Beca Caballo de Coral...

Justo Planas Cabreja en Exclusivo 14/02/2012
1 comentarios
Absolut Röntgen
En Absolut Röntgen no hay mapas, solo despropósito y absurdo.

Después de un primer estado de perplejidad, Absolut Röntgen nos lleva de caída al desasosiego. ¡Qué se va a esperar uno que este libro de cuentos, ganador de la Beca de Creación Caballo de Coral del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, que este Absolut Röntgen, vaya a aturdirlo con dos guantazos de decadentismo ruso!

Debería prohibirse por decreto escribir como Dostoievski. Deberían multar al jurado que eligió estas historias. Los jurados en Cuba tienen que seguir premiando escenas eróticas, escenas campesinas, tabaco, ron, mulata, habano. ¿Por qué prefirieron los cuentos de Abel Fernández-Larrea?, nos preguntamos.

Todo el dolor seco que provocan títulos como Sangre de dinosaurio se convierte en un rencor hacia quien los escribe. Buscamos en la contraportada: “Abel Fernández-Larrea (La Habana, 1978)”. ¿Qué tiene que ver este habanero con “el detonante de los dramas que aquí se cuentan: el accidente nuclear en la planta de Chernobil”?

¿Habrá estado Fernández-Larrea en Ucrania por aquellos días? Una experiencia así, ¡y a los ocho años!, puede marcar toda una vida. Sí, este muchacho debe conocer Ucrania, al menos Rusia, de lo contrario, ¿cómo podrían sus personajes exigirle con tanta autoridad a un taxista: “Al café Dezhavú, en la calle Jmelnitski”? ¡Es que a uno puede ocurrírsele semejante escena después de haberse montado en un almendrón habanero durante media existencia?

Luego sabemos que no, que Abel Fernández-Larrea nunca ha estado en Ucrania ni en Rusia. Pero ¿sería justo decirlo así? Todos los cubanos que cocimos la infancia en los 80 llevamos enterrada en la memoria escenas de una vida soviética, con “huellas de liebres y erizos en la nieve” y tíos Vania que tararean canciones, y “devoramos el pan, las galletas y hasta las confituras de arándanos”.

Todo ese universo soviético a punto de desintegrarse que ofrece Fernández-Larrea como enterrado por cortinas de polvo, se traduce para el lector joven cubano en aquel tiempo de ingenuidad e ilusión etárea y social, que sigue en el recuerdo, pero jamás regresará.

Sin embargo, las más hondas referencias que contiene Absolut Röntgen se reservan para aquellos nacidos en los 70 y 80 que leyeron durante la adolescencia las novelas de temprano existencialismo escritas por Dostoievski, las de Iván Turgenev, los cuentos de Antón Chejov.

Los jóvenes que terminaron por clavarse la espina de Rusia, su cultura y su sino en ese momento en que el espíritu se encuentra reblandecido, podrán comprender la iconografía de niños crueles y borrachos soñadores y asesinos llorosos de Absolut Röntgen, como sufrieron en carne propia el final de Los Hermanos Karamazov o la locura de Katerina Ivanovna en Crimen y castigo... la condición cruel-inocente de estos personajes.

No necesita una literatura recrear esta Isla para ser profundamente cubana. En este sentido, las novelas de Alejo Carpentier son un buen ejemplo; y Abel Fernández-Larrea hereda esa vocación de encontrar en otras tierras y otros tiempos, los nuestros.

A cuesta de todo riesgo, Absolut Röntgen reproduce el estilo de las traducciones del ruso que nos entregaba (especialmente) la legendaria Colección Huracán. Encontraremos las palabras secas, un tanto vetustas; las oraciones cortas, su cadencia asmática, las metáforas claras; el español académico con que hicieron escribir a Tolstoi y sus contemporáneos.

En un tiempo donde hacer vale más que meditar, y los escritores llenan cuartillas divertidísimas sobre verdades pequeñas; cuando nadie busca propósito en nada; los caracteres de Fernández-Larrea persiguen el sentido oculto que domina la existencia humana. Pero este autor no es condescendiente como lo fueron los decandentistas rusos. Las catástrofes que remueven los sentimientos personales y sociales en Absolut Röntgen no responden a un mapa superior que lleva toda vida a mejor término... No hay mapas, solo despropósito y absurdo.

Los protagonistas de Abel Fernández-Larrea, como buenos soviéticos que son, se aferran con testarudez a sus ideas. Uno cree que del cielo llueve vodka, otro no quiere ver la imagen de una niña deforme, una joven decide permanecer (como toda su vida) en el pueblo abandonado...

Todos continúan fieles a su orden de cosas aunque la realidad grite lo contrario; y cuando no pueden evitar escucharla reacomodan infantilmente su cosmos a otro orden, como ese niño que mata al perro por creerlo culpable de su orfandad.

Nunca aceptan el absurdo y la incertidumbre del futuro; la crueldad, si se quiere, de vivir a la deriva; pero nosotros, los lectores, sí.


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Justo Planas Cabreja

Periodista que aborda temas culturales, especificamente cine y literatura. Recibió el II Premio de Ensayo “José Juan Arrom” por el trabajo “El reverso mítico de Elpidio Valdés”.

Se han publicado 1 comentarios


Charly
 18/2/12 9:07

excelente reseña, pero ahora me tengo que quedar con la frustración de no poder leerme el libro...

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