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lunes, 25 de noviembre de 2024

La Feria del libro a debate entre la luz y la crisis

En la feria hemos hallado el sentido de una nación que surge y camina solo a través de esas cuestiones intangibles y hermosas…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 27/02/2024
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32 edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana
La feria tiene que seguir surtiendo la vida de los libros y de las personas, entrelazando lo que somos con lo que soñamos, siendo ese vehículo de belleza y de conocimientos. (Tomada de la Casa Editora Abril)

La Feria del libro de La Habana llega a su cierre y se imponen un conjunto de juicios en torno a lo que entendemos como cultura y promoción. En realidad, el evento se sostiene como uno de los más importantes en el panorama cubano actual y de los que marcan una pauta, un antes y un después, una guía en la construcción de consensos. Más que los libros, la cuestión va acerca del sentido que le ponemos como país a las ideas y su protagonismo en la transformación social que requerimos. Digo esto y pienso en los pabellones especializados en los cuales se mueve buena parte de las producciones editoriales que poseen un peso en el estudio de las más acuciantes polémicas y temas de la academia. El hecho de que una personalidad como Isabel Monal haya sido homenajeada con justeza habla de lo mucho que tiene la feria que agradecer a los científicos sociales y demás investigadores.
 

Pero en medio de este recuento nos toca la reflexión de orden: ¿es suficiente la promoción que les damos a esos volúmenes de altos niveles de especialización? Quizás la lectura que estemos privilegiando como más codiciada sea la generalista, la que está vinculada a las artes y al ocio y no a la construcción de espacios de sentido. El ensayo, el estudio crítico y el abordaje de las grandes cuestiones, tendrían que formar parte de la inmensa promoción que recibe la feria. Máxime cuando muchas personas no conocen en valor de esas otras producciones que provienen de los años de estudio de doctores, de personas que hacen vida en las universidades y que en ocasiones pasan desapercibidas. Es la literatura científica un pilar de la producción editorial cubana y preocupa que con la crisis del papel dejemos de tener a la orden estos libros. En realidad, se requiere de un pensamiento más racional que sepa hacia donde colocar los recursos, cómo usarlos y cuándo hacerlo. De forma que nadie de estos valiosos científicos quede en el olvido. Para ello se crearon comisiones de trabajo en el más reciente congreso de la Unión de Historiadores de Cuba, en cuyas filas me precio de estar y que en más de una vez debo cubrir como parte de mi labor como reportero de diversos medios.
 

La producción de libros en Cuba se ha visto golpeada por las condiciones de escasez material y pudiera transformarse en una crisis cuando se agoten los títulos que están en almacén, los cuales este año salvaron la honra en materia de mercado. Pero realmente, la apuesta por lo digital, por el universo de las tecnologías tendrá que imponerse como una alternativa de ahorro, de consumo y de promoción de la lectura. Todo ello con el hándicap de que no posee la plataforma requerida en nuestro país, ya que carecemos de los recursos que un proceso de digitalización conlleva. No existe un mercado interno que generalice y abarate las tecnologías tanto productoras como reproductoras de materiales. Y ello pudiera determinar que próximamente se afronten grandes dificultades. La literatura especializada no solo constituye un pilar de la investigación, sino del desarrollo técnico a partir de la difusión de los descubrimientos y de las tendencias de las ciencias. Es ese aspecto lo que determina que lo avanzado no se detenga y que llegue adonde es más útil. Pero si no se promueve, si no existen los libros, si al contrario se les cierran las posibilidades, no solo no tendremos la literatura como esparcimiento, sino que tampoco como oasis de crecimiento.
 

En los planes del Instituto Cubano del Libro está ese proceso de transición tecnológica que posee tantas ambiciones, pero muy pocas concreciones. Hasta el momento, no basta con los pabellones de volúmenes electrónicos, ni las ediciones creadas ad hoc para la feria. El país tiene que crear las condiciones y asumir que el cambio de paradigma debe realizarse. En ello nos va la vida como civilización más allá de las fronteras. El conocimiento posee una rapidez en este siglo que solo con mentalidades abiertas y dinámicas se puede sostener un consumo adecuado.
 

Cuando se produzca la transición en cuanto a soportes en el mundo, tendremos que aprender nuevos códigos y ello nos pondrá a la zaga. Es importante que se entienda que solo en la inmediatez y en la garantía de una editorialidad propia de estos tiempos se tiene la certeza de que el país posee en la ferie una base para seguir creciendo. Y es que no se trata solo de esparcimiento, sino de estar en el mundo a partir de las ventajas que ofrece el libro, de propiciar las cuestiones de la sabiduría sin que se extingan otros deseos del alma que son también imprescindibles. Se ama y se conoce a partir de la lectura y se vive en una existencia perenne entre las páginas.
 

La feria tiene que seguir surtiendo la vida de los libros y de las personas, entrelazando lo que somos con lo que soñamos, siendo ese vehículo de belleza y de conocimientos. Pero más que todo, en la feria hemos hallado el sentido de una nación que surge y camina solo a través de esas cuestiones intangibles y hermosas. Hay que entenderlo, cuidarlo y darle toda su dimensión.

 

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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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