Como quien quiere captar el espíritu del alma, el artista italiano Franco Azzinari pinta veinte retratos del ilustrísimo escritor latinoamericano Gabriel García Márquez.
La exposición titulada “Expresiones de Gabriel García Márquez” figura desde el ocho de diciembre en la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, donde permanecerá abierta al público hasta el once de enero de 2012.
Azzinari, quien al igual que García Márquez sintió un amor a primera vista por Cuba, decidió inaugurar esta muestra justamente allí por el valor simbólico que tiene para el Premio Nobel de Literatura la institución que fundó y actualmente preside, por la identificación del Gabo con la mayor de las Antillas, con la Revolución cubana y sus líderes históricos, y para que de alguna manera sea también un homenaje a todos los cubanos que admiran la personalidad y la obra del escritor.
Alquimia Peña, directora general de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, expresó en la inauguración de la muestra: “Gabriel García Márquez se suma, sin dudas, al hermoso legado artístico que nos ha dejado el pintor, motivado por la inspiración que transmite nuestro archipiélago, su gente, sus amigos, la magia de sus ciudades y los colores del Caribe.”
Azzinari, también conocido como el pintor del viento, a punta de pincel nos hace recorrer la gestualidad de un hombre que, mediante sus letras, es capaz de conducirnos con elementos reales a un ambiente mágico.
El artista nos muestra al colombiano leyendo, regocijándose en el campo, junto a su esposa, pensativo, con cierto aire de enfado, feliz, con una sonrisa amplia. García Márquez en el mundo natural. La naturaleza misma dentro de la naturaleza. La sincronía entre el estado de ánimo del novelista y su contexto. García Márquez envuelto en un ambiente rociado por su paisaje.
Sincretismo de tonos, colores pasteles en conjunción con la iridiscencia del trópico. La figura humana en primer plano, con un entorno en movimiento como fondo. Líneas gruesas que resaltan elementos de la figura del escritor, sutiles difuminados, luces incidentales que repercuten en la temperatura del color, adornan los lienzos. Otros, a pura tinta negra sobre cartulina, de líneas finas, casi armados al descuido.
Tal como en la obra de García Márquez, en esta colección de cuadros Azzinari “retorna la dialéctica entre modelo y copia, identidad y diferencia. Y es en todos los casos la repetición la que logra decir una cosa diferente.” Así lo expresa el maestro Nuccio Ordine, cuando dice: “En el cuadro está retratado García Márquez; no obstante, ese retrato aunque se le asemeja, no es García Márquez. Es en todo caso un García Márquez visto por Azzinari.”
A Franco y al Gabo los une la amistad, la pasión por el arte, la fascinación por Cuba, el deseo de pintar la vida: uno, con la pluma para escribirla, otro para dejarla grabada en imágenes. Ambos con ese afán de decir aquello que solo el alma reconoce.
Como bien dice el escritor, que la vida no es aquella que se vive, sino aquella que se recuerda para contarla, Azzinari se propone perpetuar a uno de los mayores representantes de la literatura latinoamericana en estas veinte piezas, para que quede plasmado de las diversas maneras en que se le conoció, en que vivió, salvando así su imagen del olvido, de la muerte.
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