Una joven agrupación que solo cuenta cuatro años denota una madurez artística fomentada por los conocimientos y la experiencia de su director y coreógrafo principal, Tom Gold, quien fuera solista del New York City Ballet, de donde se nutrió de figuras de muy alto nivel que acudieron a su llamado, en pos de nuevos horizontes en su quehacer dancístico.
La estética que caracteriza a esta nueva entidad difiere de su antecesora en que su óptica está dirigida hacia lo contemporáneo, obviando el repertorio del clásico, con una visión muy amplia que le otorga una versatilidad, la cual constituye una de sus cualidades más representativas con un estilo que la personaliza por su fuerza expresiva y lo depurado de sus pasos, poses y acciones, toda una expresión de un dominio de la técnica que ha impresionado al público y a la crítica en sus actuaciones en los más importantes escenarios de su país y durante sus giras por Italia, Francia, España, Las Bermudas e Israel.
Una de las claves de su éxito radica en su acierto para conformar el repertorio, integrado por obras de creadores emblemáticos como George Balanchine, Jerome Robbins, Tuyla Tharap y Tom Gold, quien posee una perspectiva muy actual, cuya originalidad impacta por lo inédito de los recursos que emplea, lo cual influye en la aceptación de los espectadores y el reconocimiento de los especialistas.
Los bailarines revelan en sus actuaciones un severo entrenamiento, unido a una constante renovación en los modos de hacer, lo cual se refleja en la integralidad de su labor que evidencia una armonía total en sus frases dancísticas de los arpegios y matices musicales.
TARDES A LA LUZ DE LAS ESTRELLAS
Dos funciones efectuadas en el teatro Mella, en horas de la tarde, propiciaron respuestas muy entusiastas de los espectadores ante los contrastes de un programa concierto bien pensado, que emergió de la mitología hasta alcanzar escalones intermedios en ascenso que culminaron en un gran final.
Apollo, de George Balanchine, puso en relieve los códigos del geómetra del cuerpo como se denominara a aquel maestro del diseño coreográfico que creó un lenguaje personal que exige el máximo de sus intérpretes a un ritmo muy intenso, con acciones muy perfiladas, como si los danzantes las perfilaran en el espacio escénico, particularmente el protagonista, Adrian Danching Warring.
Un pas de deux, de estreno en Cuba, Junk duet, en el cual Abi Stattford y Robert Fairchild recrearon un duelo balletístico, en una confrontación de posibilidades técnicas e interpretaciones que, sin embargo, buscaban belleza en el diálogo casi frenético de pareja.
Preludios de obras muy conocidas de George Gershwin propiciaron un reencuentro con un autor que ha hecho soñar a generaciones y cuyos temas alentaron una ejecución dancística poblada de alusiones amorosas, mientras los presupuestos de la danza mantenían su protagonismo.
El cierre del programa resultó un tanto sorpresivo, a pesar de lo reiterado de la utilización del tango por compañías de todo el planeta, aparte de la profusión de los colectivos argentinos y uruguayos. Era la concatenación de situaciones dramáticas arropadas por un repertorio del género, en una composición musical que enfiló hacia uno de los más conocidos, Y todo a media luz, que propició el encadenamiento de pasos y gestos en un tono que adquirió el clímax y mostró un final inesperado con imágenes congeladas, en una semipenumbra que devoró el telón, antes de los saludos que merecieron el aplauso de los presentes.
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