La persistencia de un público ávido y fiel, es la prueba mayor de la validez del Festival Nacional de Teatro de esta ciudad, que en su actual edición evidencia una sólida madurez, por la calidad de lo exhibido hasta ahora y porque la diversidad irradia vida a la necesaria confrontación de estéticas sobre las tablas.
Parques, calles, las Plazas del Carmen, Joaquín de Agüero, y Antonio Maceo recibieron la visita de un grupo singular: De Morón Teatro (Ciego de Ávila) con su performance Gente de barro. Como esculturas de barro vivientes, los actores de la agrupación que dirige Orlando Concepción González deambulan ataviados cual personajes de las tradiciones nuestras, atrapando las miradas y la admiración de los transeúntes en diversos espacios. Hay detrás de este trabajo una evidente preparación física y actoral, traducida en esas expresiones de los rostros, el cuidado de los movimientos, el poder de concentración en medio de multitudes que los rodean, les hablan, y llegan hasta a tocarlos.
En un panorama de teatro para niños que ha exhibido en esta edición excelentes ejemplos de su buena salud, Teatro Tuyo (Las Tunas) ancló en el espacio del Guiñol de Camagüey con la obra Narices, donde permea también el auge alcanzado por esta manifestación en esa región. Ernesto Parra, autor y director, entrega un singular espectáculo de cinco payasos o clowns, donde el ingenio imaginativo sustituye el verbo y lo logra, respaldado por una estética donde aúna travesuras (que van del escenario a la platea a un ritmo vertiginoso), comunicación extrema con el público, buen gusto —que alcanza los diseños de vestuario, maquillaje y una escenografía en blanco para resaltar el colorido del ropaje, amén de un lirismo/ternura siempre a flor de piel que desemboca en un mensaje de solidaridad y amor al prójimo. Como punto a tener en cuenta, quizá resulta algo larga, y corre, por momentos, el peligro de la retórica. Pero todos, niños y adultos reímos a carcajadas.
A muchos trajo a colación la idea lorquiana, en virtud de la cual “el teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana”, con el unipersonal Hojas de papel al viento, por el Estudio Teatral de Santa Clara. Llegó con el Premio en Puesta de Escena del Festival del Monólogo Latinoamericano de Cienfuegos, 2011.
Con dirección, actuación y dramaturgia de Roxana Pineda sobre el poemario homónimo de la colombiana Patricia Ariza, en la escena se levantó el verso (de amor y de combate) hacia lo dramático en los pedazos de historias que cuenta, acaparando muchas ovaciones en su presentación en la sala de teatro El Viento. La puesta acentúa el palpitar escénico en el rostro y la iluminación. La búsqueda de la comunicación se juega todas las cartas al poderoso verbo, a la textura de las imágenes. Un diseño de luces que va desde el oscuro pleno a inteligentes subrayados de zonas y rostro, sirve de apoyo al decir, al mismo tiempo vehemente, elegante, dramático de la actriz, cuyo manejo de la carga verbal es formidable. Una suerte poder verla.
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