El desarrollo de las capacidades de Internet, así como las plataformas para la difusión de contenido, marca una serie de nuevas tendencias al momento de comunicarse por parte de los usuarios. Precisamente, el interés constante de promover o emitir criterios sobre diversos temas, potencia los hábitos de consumo de información.
En la actualidad, como parte de la democratización en el universo de la “red de redes”, cualquier usuario tiene la libertad de crear contenido, exponerlo y distribuirlo. Al contrario de décadas anteriores, existen diversos proveedores de información que compiten con los grandes medios de comunicación y los profesionales de los mismos; en gran medida se debe a quién difunde primero y obtiene la primicia.
La desinformación se entiende como la descontextualización de hechos, ya sea por engaño previo de quien difunde un acontecimiento determinado o por su intención real de manipular el significado de un suceso.
Por su parte, en el caso específico de los medios, como los mismos representan un interés sociopolítico evidente y marcado, existe la posibilidad de que se oculten detalles, relevantes o no, los cuales generan una interpretación errónea de la realidad.
La viralización de las publicaciones influye en el desconcierto en los públicos prosumidores; primero consumen y luego propagan el mensaje tergiversado a través de varias acciones, desde comentar su opinión hasta redistribuir dichas publicaciones. (Hipertexto con la publicación anterior sobre albetización informacional)
Entre los casos comunes se encuentran los titulares diseñados para captar la atención, como anuncios previos de informaciones falsas u otras no confirmadas. A nivel general, la intención se basa en modificar los comportamientos sociales. Por ejemplo, mediante listas de difusión o estados de WhatsApp se comparten enlaces bajo la premisa de que al hacer click se recibirá una cantidad de saldo móvil o disponibilidad de conexión, lo cual es totalmente falso y permite la intromisión en perfiles personales y el uso inapropiado de los datos del usuario.
El contenido suele dirigirse al lado más sensible de los internautas en aras de una identificación rápida con lo que se comunica. El fenómeno se puede observar de manera similar tanto en la inmediatez como en la longevidad.
Debido a que hay tantas formas de caer en la espiral desinformativa de Internet, la principal sugerencia es contrastar la información. El hecho de algunos datos estén en la web, no garantiza su veracidad. Busque medios oficiales o fuentes que coincidan en varios aspectos antes de compartir la primera opción en pantalla.
Como comentábamos anteriormente, por lo general, los enlaces que prometen regalos u ofertas tienen segundas intenciones y ni siquiera se acercan a la propuesta. Sea usted quien frene la cadena.
El mundo virtual no tiene consecuencias solemente para ese “mundo”. Un alto nivel de desinformación, puede incluso llevar a activismos digitales con repercusiones en el espacio físico, y todo por el procesamiento erróneo de datos.
Este fenómeno no es solamente característico de textos ¡hasta las imágenes se pueden editar! Internet brinda todas las herramientas y programas para ello, como es el caso del reconocido photoshop. Todos los elementos nos alertan aun más ¿verdad?
Aunque quisiéramos, no contamos con un manual a seguir, pero sí varios tips para no contribuir a la desinformación. La responsabilidad social de cada cual garantizará que aquellos nodos que se conectan con nosotros reciban los argumentos más confiables.
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