Su trabajo se completa cuando un niño extiende la mano para tocar la imagen tridimensional de una mariposa. Varias cámaras, luces y sensores especiales, y muchas horas han hecho falta para retener con absoluto realismo un solo instante. Todo vale la pena entonces: el esfuerzo, el riesgo, el cansancio. En un mundo saturado de pantallas que prometen solo efímeras gratificaciones, el cubano Esteban Rubén Grau González-Quevedo quiere ofrecernos algo más, algo distinto.
Gracias a su empeño, mucho después de que la mariposa real haya perecido su fantasma a todo color seguirá maravillándonos, un milagro de la tecnología listo para ser reproducido una y otra vez. Pero no es la técnica, sino el mensaje, lo más trascendental: toda forma de vida es importante y merece ser protegida.
La complicidad entre el veterano explorador y su público se cultiva en un viejo garage que ayudó a rehabilitar con sus propias manos hasta reconvertirlo en una sui géneris sala de video. En el paseo de Narváez de la ciudad de Matanzas se ha ganado su derecho a existir ese singular espacio para compartir con todos el patrimonio natural de la Isla y del mundo. Lo más selecto entre las creaciones del La Salle 3D Internacional Team en un mismo sitio a la vera de un río: la Gruta del San Juan.
En el hombre de hoy, miembro de la junta directiva de la Sociedad Espeleológica de Cuba, y jefe de proyectos en Matanzas de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, es fácil reconocer al muchacho que se adentró en las cavernas animado por el ejemplo de tantísimos hombres con vocación para la ciencia y la aventura. Algunos de sus héroes se le aparecieron a su tiempo como salidos de los libros.
No fue un conejo blanco, como en el cuento de Alicia, sino otro mensajero el que condujo a Esteban más allá de los límites conocidos hacia un mundo de maravillas que permanecía oculto a todas las miradas. Allí descubrió un tesoro que todavía nos deslumbra.
Esteban Grau en el Parque Nacional Caguanes. Foto: Cortesía del entrevistado
De la espeleología se dice que es una de esas cosas que hay que llevar en el ADN, en la sangre. ¿Cómo empezó todo esto para ti?
–Yo lo primero que estudié fue música, primero en la Escuela Provincial de Arte y luego en la Nacional (ENA), pero desde niño me halaba la espeleología. La motivación principal fue el ejemplo de mi padre. Él estuvo en grupos de aficionados desde niño, con 12 años se metía a explorar cuevas en la zona de Matanzas y Madruga. Eso mismo yo lo repliqué con el tiempo. Me escapaba con amigos de la cuadra y bajaba a las cavernas que están en los alrededores del hospital provincial. Me llevaban amarrado con una soga para no perderme porque era el más chiquito del grupo, y caminaba con mi cuchillo en la mano, por si salía algún monstruo. Así empecé.
“Me vinculé con grupos de aficionados de la Sociedad Espeleológica de Cuba, pero no podía participar directamente como miembro porque aún no tenía la mayoría de edad. Tengo muchas fotos de aquellos días. Recuerdo esa etapa con cariño. En aquella época de mis primeras aventuras comencé a tener una mirada hacia la ciencia.
“Yo seguía con mis estudios de música cuando sufrí un accidente jugando fútbol que me produjo una lesión en el labio. Como era flautista tuve que pasar dos años en recuperación. Volví a Matanzas y empecé en la Banda de Conciertos con 17 años. Tuve la oportunidad de seguir las dos carreras.
“En la Escuela Nacional de Espeleología, en Viñales, pasé varios cursos especializados de geología y carsología que impartían las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Por ahí anda mi diploma de técnico medio en estas temáticas. Creo que entonces terminó de formarse mi vocación hacia la ciencia y la conservación.
“Y llegó el Periodo especial a finales de los años noventa. Prácticamente no teníamos qué comer pero entrábamos todos los días en la cueva de Bellamar. Cuando no tenía clases ni ensayos con la Banda salía desde la siete de la mañana con mi amigo Abel Cruz Pérez a explorar. Así recorrimos el 90% de ese sistema cavernario, con más de 23 kilómetros de extensión. Siempre hubo amigos que nos acompañaron pero el primer año fue muy difícil. Nos alimentaba el espíritu de explorar y descubrir esa maravilla.
“Hay momentos que marcan un giro en la vida. Para mí fue el descubrimiento, junto a Abel, de las “nuevas” galerías de Bellamar. Eso marcó el camino definitivo a seguir. Fue un hallazgo tremendo en una de las grandes cavernas del mundo, entre las más hermosas e importantes desde el punto de vista de la carsología por el laboratorio natural que constituye en sí misma.
“La cueva El Jarrito se conocía solo hasta un punto. Había sido adaptada primero para obtener guano de murciélago y luego para el cultivo de champiñones. Teníamos indicios de un paso misterioso en el interior. Una vez se lo oí decir a alguien que lo había visto, pero esa persona ya no estaba en Cuba y no había manera de preguntarle. Estábamos terminando de cartografiar un sector cuando se me perdió un murciélago que teníamos por delante. Le pregunté a Abel, que estaba detrás, pero él no lo había visto pasar. “Entonces hay otra galería por alguna parte porque el murciélago no está aquí”, le dije y seguimos avanzando. Fue cuando apareció el “Bellamar nuevo”, detrás de un cristal. Son alrededor de 10 kilómetros de extraordinarias galerías, que hoy podemos disfrutar en 3D. Comprendimos que teníamos la responsabilidad de cuidar este lugar excepcional”.
¿Bellamar fue el punto de partida de tu proyecto de fotografía y video en tercera dimensión?
–Si, le abrió las puertas a esa iniciativa. Con una visita al extranjero en 2002 llevamos imágenes de esta cueva y los espeleólogos italianos, que ese año se estrenaban como fotógrafos 3D, se quedaron sorprendidos. Así nació la idea de crear un banco de imágenes del patrimonio subterráneo cubano. En un principio la intención era hacer dos o tres expediciones y ya llevamos 18 en toda Cuba. Después tomó el nombre de proyecto Bellamar.
¿Cómo hacer entender a las personas que una cueva tan cerca de una gran ciudad como Matanzas estaba en peligro?
–La respuesta llegó a través de la visualidad, porque son galerías no incluidas en el tour habitual, y no pueden visitarse a no ser de manera virtual. Las formaciones interiores son de gran belleza, pero tan frágiles que pueden destruirse debido a la acción del ser humano.
“Era necesario dar el salto. Identificamos la 3D como una herramienta genial para ofrecer a las personas una experiencia lo más cercana posible, como si estuvieran allí mismo dentro de la espelunca. Fue el inicio del camino para mostrar todo esto sin poner en riesgo a las personas ni al recurso natural. Cuba tiene más de 30 000 cavernas, pero son lugares a los que es difícil llegar, por eso nos entusiasmó la idea de una vía para poder compartir este patrimonio de manera segura.
“La iniciativa vino acompañada de una vertiente de investigación, porque a través de la imagen convocamos a científicos de alto nivel cubanos y extranjeros para el estudio del carso. Ya se hizo en la gran caverna de Santa Catalina, otra joya de Matanzas, y ahora lo estamos haciendo en Bellamar. Esto va mucho más allá de la espeleología para poner al servicio de diferentes ramas de la ciencia nuestro conocimiento sobre la imagen tridimensional y la generación de modelos virtuales.
“Ahora mismo estamos trabajando en un proyecto de fotogrametría 3D en los fondos marinos para el estudio de barreras coralinas en varias regiones de Cuba, y vamos a capacitar a especialistas a partir de una metodología propia. ¡Todo esto empezó con un murciélago y mira ya por dónde vamos! Nos queda mucho por hacer. Hay que cambiar constantemente con los tiempos y adaptarse”.
Lago Los Nenúfares, una de las magníficas formaciones que hacen única a la cueva de Bellamar, en Matanzas. Foto: Cortesía del entrevistado
Cuando uno disfruta de animales o paisajes en audiovisuales como “Cuba, la otra dimensión” se deja llevar por su espectacularidad pero no siempre piensa en todo el esfuerzo que hay detrás. ¿Cuán difícil es realmente lograr una buena toma?
–La 3D es compleja pero tomar una imagen en una cueva es relativamente fácil porque es un escenario estático. Lleva mucho esfuerzo de equipo sobre todo en el trabajo con las luces. Cuando ves una buena imagen de una gran sala nunca es la obra de un solo fotógrafo. Basta que una de las cámaras no esté en el ángulo adecuado o que el disparador no sincronice bien para que se pierda todo el trabajo. Hay que saber manejar la técnica con conocimiento y estar dispuesto a hacerlo. Cuando se usa a un modelo humano este tiene que ser muy paciente porque a veces se requiere estar más de 20 minutos quieto como una vela en el lugar para lograr una sola foto de un paisaje.
“Tengo varias plataformas según lo que quiera hacer: imágenes de animales, subacuáticas, de cuevas. Cada una lleva un soporte de luces que son diferentes para foto y video. Algunos equipos los compré y otros me fueron donados por personas que creen en lo que hago. Hoy en día somos pioneros en este trabajo.
“Actualmente, hay productoras que generan este tipo de materiales respaldados con mucho dinero y módulos que pueden costar 50 000 dólares. Nosotros lo logramos con menos recursos. Recuerdo que algunos compañeros del La salle Team me decían que esto no se podía hacer pero yo estaba convencido. Hicimos las primeras pruebas y unos meses después estuve en Europa. Llevé algunas imágenes de mariposas y aves en 3D. Quedaron impresionados. Las imágenes están en el primer material, “Cuba de agua y de piedra”.
“Es muy trabajoso y te pone contra la pared, porque te sientes contrariado cuando no logras los ángulos adecuados y luego eso molesta a la vista en pantalla. Cada error trajo una revisión de la forma de hacerlo todo. Es un know-how muy propio. Lo hemos mejorado muchísimo y aspiramos a perfeccionarlo.
“Ahora mismo no conozco a nadie más que tome fotos y videos 3D de animales en movimiento, porque es muy difícil. Es más frecuente trabajar en los ambientes subterráneos y acuáticos, donde casi no hay movimiento. En el agua si algo sale mal puedes decirle al buzo que repita. A un ave en vuelo en Salinas de Brito, en la Ciénaga de Zapata, no puedes pedirle que lo haga todo de nuevo”.
El equipo La Salle se identifica como un colectivo de fotógrafos y espeleólogos de varias nacionalidades comprometidos con una misión más allá del arte: sensibilizar a las personas para contribuir con la protección de la naturaleza. Es una labor que no podría lograrse sin contar con los recursos adecuados. ¿Cómo se logra hacerla sostenible?
–En general la labor del Team es algo esencialmente humano, no cree en fronteras para mostrar el patrimonio de nuestro planeta. No contamos con fondos de organizaciones internacionales de ningún tipo. Cada realizador aporta de su propio bolsillo para comprar el equipamiento, que es sumamente costoso, desde cámaras hasta las luces de los cascos necesarios para explorar. Es complejo pero se puede porque el fin justifica todo sacrificio. Cada niño que llega con su familia en busca de nuestra sala de proyecciones 3D es como un regalo.
“Mi compromiso siempre va más allá de las cuevas. Toda la biodiversidad es importante. Hoy estamos preparando un material nuevo, “Gotas de naturaleza”, que surgió casi al azar. Creo que es uno de mis trabajos más completos sobre todo desde el punto de vista emocional, porque logra como pocos cautivar a las personas. Permite apreciar varias formas de vida muy interesantes que a veces ni siquiera miramos. Me encanta ver las reacciones de la gente, es algo que disfruto. Cuando el público se pone las gafas 3D en la Gruta del San Juan, se apagan las luces y empieza la proyección, yo me paro en una esquina a mirar. Hay que ver las caras de fascinación.
“Aplicamos también la fotogrametría en 3D como una herramienta más en función del conocimiento. Desde que conocí sobre esa técnica me dije “esto es lo mío” porque soy topógrafo de cuevas y conozco algo de fotografía. Me la enseñaron los franceses. Me dieron un curso vía internet y me enamoré del tema. En República Dominicana tuvimos la oportunidad de reconstruir de forma virtual la caverna José María, ubicada en un importante parque nacional y famosa por la belleza y singularidad de su arte rupestre.
“Allí realizamos por primera vez una reconstrucción total de la cueva en 3D. Hicimos más de 24 000 fotografías en su interior. Estamos hablando del centro ritual más importante de las antiguas culturas antillanas descubierto hasta la fecha. En Cuba hicimos un trabajo similar en parte de la cueva Los Cayucos”.
Tal parece que la tercera dimensión llegó para quedarse. ¿Ya hemos visto todo su potencial?
–La tecnología 3D hoy no está lista para trabajar bajo el agua. Funciona, pero todavía no con la calidad que uno quisiera. Nos estamos acercando pero aún cuesta trabajo obtener buenos resultados. Esto siempre se trata de romper barreras y llegar más allá. Por ejemplo yo nunca pensé que podría fotografiar una abeja en 3D. Fue la primera que hice de una animal y no tuve que ir tan lejos: lo logré frente a mi casa. Me dije “wow”. Entendía que podíamos lograr grandes cosas. De ahí salté al mar. Fui el primero del Team Lasalle en hacer las primeras filmaciones 3D subacuáticas.
“Soy muy inquieto. No veo la fotografía como algo estático. No me considero un fotógrafo sino un innovador a la hora de emplear la técnica para lograr lo que quiero. Me interesa hacer una fotografía que permita mostrar la naturaleza de una forma diferente, pero también que le sirva a la ciencia como un soporte de investigación y monitoreo”.
Mariposas, abejas, arañas y otras criaturas fotografiadas en 3D forman parte del nuevo material realizado por Grau bajo el título “Gotas de naturaleza”. Foto: Cortesía del entrevistado
Entre todos esos lugares increíbles en todo el mundo que has tenido la oportunidad de visitar y fotografiar, ¿hay alguno en particular que prefieras?
–Cada lugar tiene su magia y su espíritu. La sensación en cada uno es singular y muy positiva. Algunos son tan cercanos para mi como Bellamar o la Gran Caverna de Santa Catalina. Lo que atrae no solo es el elemento natural: en cada sitio hay una historia humana, la connotación histórica de la presencia de grandes personalidades de la ciencia como Fernando Ortiz o Antonio Núñez Jiménez.
“Me siento privilegiado de llegar donde estuvieron esos hombres. En lugares como Bellamar hay un compromiso íntimo con cada roca y cada cristal que se logra salvar de ser destruido. Yo disfruto todas las expediciones incluso cuando fracaso al tratar de hacer la foto. Siempre se aprende de la preparación, de la experiencia del viaje.
“La cueva de Martín Infierno, en Cienfuegos, es la que más tiempo nos ha demandado. En una gran sala está ubicada la estalagmita más grande del mundo, con 67 metros de altura. Hacer la foto fue muy complicado. Se trata de una espelunca en la que hay que montar cuerdas para que bajen los espeleólogos. Habíamos hecho un croquis en tierra para planificar la ubicación de las luces necesarias para las imágenes.
“Teníamos como ocho fotógrafos con luces instaladas para poder dominar la cueva y aún así no podíamos hacer una sola foto. Los flashes no aguantaban la humedad. Gastamos varios días en aquello. Hubo que usar lámparas para pintar con luces la estalagmita. Fue una novedad para nosotros, que sabíamos usar la técnica pero no en un ambiente tan grande. Lo importante fue que se logró el objetivo. Planificamos bien y todo el mundo fue disciplinado y responsable. Fue una gran experiencia.
“Todas las expediciones tienen su encanto. Siempre se suman amigos. Ya llevo dos viajes en moto por los parques nacionales de Cuba, el primero junto a la espeleóloga y amiga Ivonne Vásquez, y pienso hacer un tercero. Fue una experiencia mucho más interesante que ir en carro”.
Aunque ustedes los más avezados lo hagan parecer sencillo, la espeleología no es para cualquiera. ¿Recuerdas algún momento de peligro?
–Peligro no, no lo creo. En cada expedición siempre ocurren todo tipo de cosas y hay que estar dispuestos a solucionar los problemas y a divertirse con las situaciones. Recuerdo aquella vez que nos tiramos a filmar a un cocodrilo americano en Jardines de la Reina, que es uno de los santuarios de la biodiversidad marina en el planeta y por suerte lo tenemos en Cuba. Esa clase de tomas llevan detrás toda una lógica de cómo funciona un cocodrilo y qué hay que hacer para filmarlo bien.
“A veces tienes que darle pescado para que se llene y esté tranquilo en el agua para poder filmarlo. Eso se hace mucho. Cuando está adaptado a la presencia humana en estas situaciones y no tiene hambre suele ser muy dócil. En aquella ocasión no llevamos comida para el animal y a pesar de eso decidimos hacerle algunas tomas 3D. Nos tiramos al agua. El cocodrilo se acercó al barco y como no encontró alimento vino directo hacia nosotros. Aunque no pasó nada fue un momento muy tenso porque venía con una velocidad impresionante. Hablamos de un reptil de más de dos metros de largo. Por ahí andan las imágenes”.
Con frecuencia mencionas la extraordinaria influencia que tuvo en ti el ejemplo del sabio cubano Antonio Núñez Jiménez. ¿Fue una presencia cercana?
–Núñez fue mi inspiración. Una anécdota que nunca cuento es cómo lo conocí. Éramos un grupo de muchachos que salíamos de la cueva del Gato Jíbaro, en Matanzas, con un farol que siempre nos prestaba Leonel Pérez Orozco, el actual conservador de la Ciudad. Íbamos ya por la carretera cuando nos pasó por al lado un Lada azul, de los viejos.
“El carro paró y de él salió una persona que yo conocía de los libros: era Núñez Jiménez. Nos preguntó qué hacíamos, al vernos con cascos, llenos de fango y con un farol en la mano: espeleólogos. Conversamos. Nos dijo “tengan cuidado porque las cuevas puedes ser peligrosas, lleven siempre luces de repuesto”. Aquello me sorprendió muchísimo.
“Lo más curioso de todo sucedió años después durante un evento en el Palacio de Convenciones, de La Habana, por los 50 años de la Sociedad Espeleológica de Cuba. Allí vi a Núñez junto a su esposa Lupe Velis, una señora a quien yo en ese entonces no conocía. Luego también tuve una gran deuda con ella por el cariño y el respeto que siempre me dedicó. Yo entraba al restaurante y venían ellos. Bajé la mirada y seguí caminando, pero él me llamó: “Matancero, mire que usted ha crecido”. Fue el esperado reencuentro.
“Él siempre volvía a Matanzas. Es conocida su entrañable amistad con el sabio Ercilio Vento, nuestro historiador de la Ciudad. Bellamar para Núñez era como una hija. La visitó en varias ocasiones. Lo invitamos para que viera las galerías recién descubiertas y el 20 de abril de 1995, día de su cumpleaños, extendió la condición de Monumento Nacional a esa parte del sistema cavernario. Ese día él tenía que recibir a una personalidad extranjera que visitaba Cuba, y sin embargo hizo tiempo para llegar a Matanzas y recorrió las galerías con nosotros a pesar de una lesión en un pie y la dificultad para recorrer el trayecto. Era ese tipo de persona. Nos profesó una inmensa amistad.
“Lazos igualmente fuertes me unieron a Gilberto Silva Taboada, cuya reciente pérdida fue para mi algo muy fuerte. Se convirtió en un ícono para los espeleólogos cubanos, para todos los estudiosos de la biología y el carso. Es el padre de los estudios sobre quirópteros en Cuba. Sentimos mucho su muerte porque dedicó gran parte de su tiempo a los jóvenes. No he conocido a otro hombre con su humildad pese a ser un científico de renombre en el mundo entero. Nunca aspiró a nada más allá de su conocimiento, del que no alardeaba”.
La Gruta del San Juan es un sitio especial de la ciudad de Matanzas que atrae a personas en busca de entretenimiento, pero también a interesados en la ciencia y el arte. ¿Cómo imaginas este espacio en el futuro?
–Este fue un sueño hecho realidad construido con nuestras propias manos, como nos gusta hacer las cosas. Está pensado para la ciudad, para que los habitantes puedan conocer su patrimonio. Íbamos con muy buen ritmo aunque la pandemia de COVID-19 nos frenó un poco. En un momento nos preocupó cómo sostenerlo económicamente pero lo logramos.
“Hoy la estamos remodelando y en cuanto la situación epidemiológica lo permita, volveremos a abrir con nuevos materiales y mejor tecnología. Gracias a la ayuda de amigos dentro y fuera de Cuba contaremos con nuevos proyectores 3D y luces de mayor calidad para la sala. El proyecto sigue vivo y tenemos la esperanza de que se replique en otros lugares del país, como siempre lo quisimos. Actualmente trabajamos en muchas cosas, incluidas nuevas expediciones y exposiciones. Ojalá el tiempo nos alcance”.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.