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viernes, 22 de noviembre de 2024

El imaginario de Charlie Kaufman (+Video)

Adaptation expresa la complejidad de confección del argumento. Esta película es una peculiar forma de hacerle homenaje al cine, a la forma de crear guiones y el esfuerzo que se toma el artista para generar sus historias internas...

Daryel Hernández Vázquez
en Exclusivo 14/09/2021
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Fotograma de Adaptation 1
En este caso en particular, las tramas resaltan el papel de los personajes incomprendidos.

En las expresiones de crear, los autores reflejan sus formas de pensar, sus concepciones del mundo tal cual lo ven, sus emociones y simples o complejas consideraciones, como parte de lo que llamamos arte. Estas formas de reflejar pueden ser sutiles o viscerales, mostrándonos al autor por “todas las paredes”. Sin embargo, en esta intimidad generada entre el creador y su arte es donde se manifiestan la calidad de la expresión junto al abstracto informativo al cual llamamos su obra (teniendo en cuenta también los aspectos comerciales y propagandísticos).

No es menos cierto que el guion es el pilar base de una película. En este se conjugan la trama, el contexto y los conceptos que el autor como parte de un abarcador escenario experimental – personal confecciona.

Entonces, qué sucede cuando el guion sobrepasa su fundamental función de argumento contextual – historicista, y forma parte intrínseca de la película de manera tal que simula su construcción mientras la trama se va generando con los pequeños pasos de la cámara en el set, en la calle, en la interpretación del actor; donde las dudas llegan a formularse alrededor del arte de la improvisación. Rompiendo peculiarmente, de una forma u otra, la cuarta pared. (Tratando de definir la película en cuestión: Adaptation (2002))

Pensaríamos que se generaría un caos lingüístico y fantasioso, una distopía literaria capaz de jugar con nuestras mentes por un rato, y cautivándonos en la pantalla grande desde otros límites que a veces no conocemos, donde puede – o no - radicar la confusión. Esta anterior afirmación, no es menos cierta, no obstante, entre las múltiples formas de crear, la lógica exige patrones e hilos que conduzcan el desarrollo de la mente sobre la obra, otorgándole un orden al caos, amén de que lo apreciado parezca un “engendro del demonio”.

Entre estos artistas, dedicados esta vez al séptimo arte (que es de lo que venimos a hablar aquí), está Charlie Kaufman (Eternal Sunshine of a Spotless Mind, Human Nature, Anomalisa), quien ha creado un mundo de personajes a su semejanza, quienes dentro del estigmatismo social tienen el poder de atraer a las personas y familiarizarse con las situaciones más sutiles o más extremas. Desarrollados de tal manera que los conflictos más complicados provienen desde la raíz más pequeña, más tímida. Envuelta en diversas capas que la embellecen, la complejizan y la engrandecen.

Y aquí, es donde yace lo hermoso de esta confusión histriónica, el diseño de estas, la capacidad y habilidad para alejarnos de una trama que desde un principio resalta la estructura de su conflicto y construcción. Lo que sí, respetando que la gente de este mundo en particular la perciba como realmente auténtica, aunque las pinceladas de imaginación salten por todas partes.

Charlie (como lo llamamos amablemente en el vecindario) no confía en el mejoramiento humano dentro de su crecimiento, mas se rodea de un espectro de rectificación de errores inmerso en la carne viva de sus personajes y la historia que cuenta. Está línea conceptual es muy utilizada en el argumento dramático de la película Adaptation (dirigida por la mano peculiar y magnífica de Spike Jonze). Adaptation es una profunda cinta dedicada al papel del cambio dentro de cada uno de los ambientes, donde se hace una muestra exacta de la extroversión dentro de la construcción del proyecto humano.

En un intento de suavizar la expresión, existen artesanos que, en su forma de hacer y orquestarle cuerpo a sus obras, juegan con estos autoimpuestos límites del razonamiento y las maneras de actuar socialmente entre los humanos. En pos de generar un descubrimiento y un enlace imponente y poderoso de los llamados “otros puntos de vista” de la realidad; que, en sí, no es más que otro indicio básico del comportamiento de la naturaleza humana disfrazado como el gran hallazgo del mundo. – Así de egocéntricos somos -.

Lo que me gusta de Charlie y su película en cuestión, es que él no oculta cosas, desde un principio te comenta que es lo que va a hacer y cómo, su estructura y la forma en que debe terminar. No le importa la manera en que ruede el filme ni las poses “fotográficas” que adopten los actores. No se anda con rodeos en su guion, ni en el guion dentro del guion (y creo que he dicho mucho). Tratando de bailar dentro del esquematismo que él mismo planificó para su película.

Esto sucede mientras el espectador se adentra en un mundo de conflictos y tramas. Y de alguna manera presenciamos una exaltación suprema del ego. No obstante, la película se aleja de ese sentimiento repulsivo al presenciar la lucha de sus personajes para lograr sus metas, sus materiales y en sí la misma película, que para estas alturas sabemos que no es un filme de flores.

Es indiscutible que la señorita Meryl Streep (La decisión de Sophie, Kramer vs Kramer, Mamma Mia!) es una artista siempre joven que demuestra constantemente que es una actoraza de su talla y solo su talla. Capaz de resplandecer en cada escenario y darle ese toque histriónico magistral que merece cada papel que desempeña en las películas que la convocan. Jugando con los detalles, las expresiones, la sutileza que demanda su personaje, en sí, se mete dentro de ese cuerpo extraño (no tanto para ella al parecer) que casi simula ser su propio ser (valga la redundancia), su propio cuerpo, más allá de la ignorancia, la improvisación y hasta los sutiles dobles de cuerpo.

En Adaptation es más de Meryl, en todo su esplendor. Un personaje curiosamente construido, el cual tiene su raíz directamente dentro de las otras protagonistas de la historia. Las orquídeas desde su inocencia contemplan una belleza inhóspita, sin embargo, en un ambiente hostil y bizarro, poseen un potente veneno capaz de manipular a su consumidor, atiborrando toda realidad con alucinógenos. En otra realidad un poco más radical y directa, el personaje de Meryl, Susan Orlean, se hace de las mismas armas.

Primeramente, se nos presenta un protagonista dentro de la historia de la historia que es elocuente en la tranquilidad de su persona, en la plasticidad de sus emociones y movimientos. En ese período en que Susan entrevista y se relaciona con el “ladrón de orquídeas” como parte de sus investigaciones para el libro (una subtrama que reina por encima de la principal y la conduce: la construcción del guion), donde esta se encandila del magisterio y espontaneidad del hombre, nos relata la ternura y una especie de incrédulo nerviosismo por la personalidad de John Laroche (Chris Cooper) que la absorbe, la consume en su totalidad y se divierte en el proceso. Y ella se deja llevar, con la sola causa de experimentar una pasión fuera de límites, - quién no quisiera algo así -.

Es este mismo choque entre personajes lo que crea el clímax espectacular del final, donde ya tenemos una Susan caída y recaída ante los encantos de Laroche, segundo a segundo. Viviendo esa experiencia extramarital, dándole rienda suelta a sus deseos, desinhibida, contraproducente y luchando porque estos no les sean arrebatados, peleando con garras y dientes ante la tempestad.

La atracción hacía lo que no conocemos puede llegar a ser tan poderosa que es casi imposible no caer entre sus redes. Era inevitable que este personaje Susan (porque no deja de ser un personaje, aunque la película juegue tentándonos a creernos su realidad tergiversada) no cayera ante la imagen de John, un hombre que ha roto los esquematismos de la cotidianidad. Un hombre que le parece fuera de toda ley, dentro de un universo tanto hermoso como anti natural, su propio universo.

 Quien persigue sus objetivos a costa de todo y por encima de todo, tal vez por los mismos golpes de la sociedad y el sistema, tal vez porque le viene en gana. Al final eso es lo que el expresa y afirma al ser el hombre más sabio del mundo. Como no atraerte Susan por un hombre así, cuando su sabiduría se hace imponente dentro de su camioneta sucia y fuera de sus dientes rotos. A quien no le importa ser ciego, o peor, disfrutar no ver más allá de sus propias narices, tan así de convencido está.

No obstante, aquí está el misterio resuelto. Para Charlie Kaufman (la representación un tanto exagerada y extravagante de Nicolas Cage) la intriga tras la historia, lo que le dificultaba construir el guion y en sí hacerse la idea de una posible película, estaba en la falta y el desconocimiento que tenía sobre las personas que protagonizan el libro, y los tenía tan cerca y a la vez tan lejos. Y ese deseo pasional que todos queremos experimentar, tratando de cambiar el ciclo natural de su vida. Pero, nadie le ha explicado a Charlie que no debe meter sus ojeras donde no le compete.

Así es como la cinta resuelve su conflicto, como Charlie le diría a su hermano: un buen guion se logra cuando su final es inesperado e impactante. Vaya manera de contarnos la historia, y está demás comentar la clase magistral de cine que nos quiere dar la película (algo muy aplicado en los sobrepagados y publicitados Estudios Universales de Marvel).

Estos dos personajes, los supuestos hermanos Kaufman, tienen una creación curiosa en su concepción. Uno es lo que el otro no es (algo utilizado en miles de ocasiones y obras de arte, pero el tratamiento otorgado es lo que provoca su diferencia en este caso particular, como sucede con el excepcional papel de los hermanos Kray encarnado por Tom Hardy en Legend (2015)). Incluso se refleja en su ocupación, en los guiones que generan. Fuera algo impresionante de ver en su completo esplendor, si Cage no fuera tan jodidamente transparente.

Tenemos a un Charlie tímido, dubitativo y nervioso, que por momentos se nos representa con un inmenso miedo a la vida y todas sus bellezas – casi que se nos va de las manos si no lo cuidamos bien -. Nos crea una lástima horrenda este ser humano, empero, como diría John James Urgayle (Viggo Mortensen) en G. I. Jane de Ridley Scott (1997): “- Nunca he visto un animal salvaje tenerse lastima asimismo -”, por qué lo haríamos nosotros entonces, (mi indiscreción me lleva a formular un argumento parecido, una curiosa manera de luchar por resaltar en la sociedad cuando nunca lo has hecho “al parecer”).

Por otra parte, tenemos a Donald, la otra cara de la moneda (no se decirles cual cara es más clara). Donald, el alter ego imaginario del verdadero Kaufman, sería la refracción perfecta de todos los deseos que tenemos y no logramos, la facilidad del oficio, la victoria inocente, la llevadera fama y el amor, el incondicional amor: por lo que hace o se deja de hacer, por su hermano y por la misma vida amén de que posee y lleva una extravagantemente, creada a golpe de mente e idea.

Aunque, es necesario observar más que resaltar que Charlie tiene una preferencia por estos personajes: enajenados, relegados, marginados sociales. Es difícil no pensar en la representación del gran Jim Carrey (Man on the Moon, The Number 23, True Crimes) en Eternal Sunshine of the Spotless Mind. Donde Carrey comparte características muy similares a Kaufman, creando la inédita filosofía de los incomprendidos. Son personajes que en el cine actual otorgan la sensación de atractivo por encima, y en ocasiones dentro, de las minorías.

Sabiendo que debajo de esa inocencia con esencia angustiosa y lamentable (no generalizada) existe una interesante maldad y picardía. Lo que pareciese un ambiente tranquilo, limpio y a veces hermoso, puede tornarse un vecindario quejumbroso y turbio. Papeles capaces de desencadenar un amplio umbral de posibilidades, vivencias y expectativas, algunas tronchadas o no. Más de lo que vemos en Adaptation.

En Adaptation, Charlie Kaufman, nos recrea algo que es alucinante a la mente, que nos recuerda a pinceladas claras el 8 y medio (Otto e mezzo - 1963) de Federico Fellini (La Dolce Vitta, Amarcord, La città delle donne), la forma de crear dentro de la creación misma. Sería una interesante evolución viéndolo de esta manera. Mas cuando pienso en Charlie, en sus personajes, en su obra, me gusta compararlo con su par, la Diablo Cody (Young Adult, Jennifer´s Body, Juno).

Estos dos artesanos, uno más artesanal que el otro, valga la redundancia, han sabido manejárselas en esta sociedad de marginados todos de una forma u otra, con personajes que son extraordinariamente capaces de mostrarnos ese pedacito de realidad tan a las claras que aún nos sigue pareciendo increíbles. Desde la sutiliza del cine y la creación de forma poética del guion mismo, - y si no es así, que me quiten lo bailao -.


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Daryel Hernández Vázquez

Licenciado en Ciencias de la Información en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Cinéfilo y editor. Aspirante prematuro a director de cine. Novelista, poeta y loco.


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