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sábado, 1 de marzo de 2025

“Mi hijo es la encarnación del amor”

“Nada me hace tan feliz como evocar en mi mente esa fotografía maravillosa: él, tan real y tibio, tan asustado y fuerte, tan dulce y tenaz. Todo a la vez. Habíamos ganado. Su presencia me hizo sentir renacida”, cuenta una madre a esta columna...

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 01/03/2025
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Bebés
Concebir a veces supone una batalla larga y ardua; hace unos años se hizo viral esta foto de una bebé rodeada de las 1 616 jeringas que su madre utilizó a lo largo de cuatro años intentando embarazarse a través de la fecundación in vitro. (Packer Family Photograph)

Para Mariana Monzón, una profesional de 41 años y madre de un pequeño varón, la maternidad no puede ser explicada en términos simples: ni hecho fortuito ni elección; la creación de su familia ha sido un “camino largo y proceloso”, de reacomodos y esperanzas aprendidas:

“Llegó a nuestras vidas como un anhelo largamente acariciado, como una añoranza milagrosa, como lluvia clara en medio de muchas tempestades. De hecho, creo haberla vivido en muchas dimensiones: desde la planificación sopesada y pospuesta, desde el tiempo definido, desde el dolor de lo impensable, desde la esperanza amanecida, desde los miedos obsesivos, desde las emociones encontradas después de muchos imposibles”.

“Cada momento hermoso fue, a su vez, un sobresalto, porque lo próximo podía ser más complejo. Desde la concepción hasta el parto, mi vida experimentó movimientos telúricos, que derivaron en fuerzas volcánicas hasta conseguirlo”.

−¿Cómo asumiste ese primer momento?

−Hubo muchos primeros momentos en su búsqueda, cargados de disímiles aprendizajes, algunos hirientes, pero todos necesarios para conquistarla. Creo que prevaleció la altivez del espíritu y la determinación por no renunciar al amor más inmenso.

−¿Qué te hubiera gustado saber de tu parto o cesárea antes de vivirlos?

−Por más que uno se documenta o escucha a quienes nos anteceden en esa experiencia, cada nacimiento es único. No obstante, hubiera deseado ser más consciente de los peligros que entrañaba ese momento, por las patologías específicas que presentaba, que complejizaron más el proceso.

“Desconocerlos y adivinar, por los comentarios de los médicos, las tensiones, me llenó de mucha ansiedad, hasta la perturbación y el desespero. Solo el llanto poderoso de mi bebé alivió mi sufrimiento.

“Fue una cirugía de más de una hora, con sangramiento moderado. Los pronósticos sobre mi recuperación no eran los mejores, pero a pesar de varios contratiempos, la evolución fue favorable”.

Cada uno de esos desafíos, en un hito tan determinante para una madre como es el nacimiento de su bebé, permanecen grabadas en su recuerdo, aunque ya su pequeño se abra paso en el círculo infantil:

“No olvido varios momentos que considero determinantes, en orden temporal: el reforzamiento del equipo médico, el aumento de la anestesia, la alerta enfática de uno de los ginecobstetras de que quedara documentado todo lo que iba pasando, la persistencia de los doctores en detener el sangramiento, la fuerza con que removían mis entrañas, el llanto luminoso de mi bebé, el registro en alta voz de la hora en que salió de mi ser mi hijo, y el momento en que me lo presentaron: esa imagen permanecerá sujetada a mis recuerdos con infinita persistencia.

“Nada me hace tan feliz como evocar en mi mente esa fotografía maravillosa: él, tan real y tibio, tan asustado y fuerte, tan dulce y tenaz. Todo a la vez. Habíamos ganado. Su presencia me hizo sentir renacida”.

La crianza no ha sido tampoco un camino de rosas: “Lo más difícil siento que es el posparto y su impacto emocional. Más que incomprensiones, siento que es un proceso estremecedor, y que exige de mucha sensibilidad y paciencia.

“De la maternidad casi nadie comenta lo que implica rehacerse, vivir sin pausas, sobrevivir al agotamiento, sobreponerse al abandono de sí misma, temblar íntimamente ante tantos miedos; culparse por lo que pudo ser mejor, como que quizás todo hubiera sido diferente de no haber aplazado tanto la maternidad por diversas razones”.

De la misma forma, confiesa que disfruta intensamente las emociones que despierta en ella “cada gesto feliz de mi hijito, cada aprendizaje, el acompañamiento de mis personas queridas, el entorno creado para su crecimiento, las rutinas compartidas... Siento que mi hijo es la encarnación del amor y nada lo supera en plenitud”.

−¿Cómo quisieras que tu hijo te recordara?

−Como una presencia amorosa y determinante en su vida.


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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