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martes, 26 de noviembre de 2024

¡Helou, muñecas!

Etiquetar tiene riesgos, y una historia de discriminación que no conviene obviar...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 05/03/2024
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Jerarquización de géneros
Tenemos tan incorporada la jerarquización de géneros que nos parece natural caer en esos vicios. (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

“¡Bienvenida, hermosa muñeca!”, escribió el amigo en el grupo de wasapeo ante la foto de una nueva integrante. Me consta que no pretendía acaparar su atención, ni provocarla: la muchacha es linda y el piropo brotó espontáneo de su alma varonil, codificada para reaccionar ante la belleza y la juventud femenina.

Por lo general no hay malicia en ello, ya sé… Pero hay violencia. Sutil, simbólica, culturalmente aceptada y justo por eso peligrosa. Tenemos tan incorporada la jerarquización de géneros que nos parece natural caer en esos vicios (no solo del lenguaje), sin comprender cómo perpetúa la desvalorización de las mujeres el resaltar con epítetos las cualidades deseables para el beneficio sensorial masculino.

Antes de seguir, aclaro: el problema no está en el adjetivo hermosa, sino en el sustantivo muñeca: un objeto inanimado, pura apariencia, sin voluntad propia, diseñado para el placer ajeno y sujeto a reglas o caprichos de quien lo manipula.

Me pongo en modo “ticher” y pido en el grupo que no se usen tales calificativos, en especial con las recién llegadas, aunque ninguna mujer debería ser tratada como un juguete sin dar su consentimiento para ello.

Consentimiento explícito, debería decir: permiso directo, personalizado, de carácter temporal ¡y hablado, no cantado! porque hay quien asume tu aceptación universal para cualquier irrespeto cuando te ve bailar o corear un reguetón donde nos llaman locas o bebés, nos cosifican, utilizan, vulgarizan ¡y allá van tu risa y cintura ondulante para agradecerlo!  

El debate prende al instante (también por eso me encanta el grupo), y entre los que no ven maldad en resaltar cualidades de las compañeras mientras no se usen palabras obscenas y quienes se miden para opinar por miedo a meter la pata, la clase práctica fluye. Algo tensa, pero útil para todos.   

Alguien me pide “no ser tan exquisitos” y romper protocolos con quienes se suman para hacerles sentir en familia, y aunque su intención es buena, destapa mis alertas feministas. Del lado de acá de la PC pongo cara de ¡¡¡Perdoooon!!!, con un montón de emojis internos, pero suspiro e intento explicar sin herir sentimientos lo inadecuado de ese hábito de etiquetar a los demás al margen de cómo tomarán el “halago”.

Otras mujeres también opinan, conciliadoras o tajantes, y crece la lista de cariñosos nombretes descalificantes, usados muchas veces sin consciencia de su peso abrumador: princesa, cielo, amor, bombón…

“¿Y cómo identificar los incorrectos, si todos esos yo los creía buenos?”, lamenta en el chat interno otro caballero, relativamente nuevo en Senti2. Fácil, le digo: si te “nace” usarlo con una mujer (en especial una joven) y no se lo dirías por nada del mundo a un hombre, es un título machista y puede generar malestar, incluso indignación. Por no decir que cada vez es más ilegal emplearlos, a la luz de nuevas normativas en el entorno social y laboral, por ejemplo.

Ya sé: desaprender costumbres es difícil. Implica traer a primer plano lo que llevas asimilado en tu patriarcal subconsciente y no te daba rollo emplear hasta ahora, sin razonarlo mucho, para romper el hielo o hacerte notar.

Es raro también para nosotras, las “muñecas” presas de ese escenario desde el nacimiento, entrenadas para tragar sapos cuando alguien nos pone incómoda con tal de lograr un objetivo, sobre todo si es para el bien de alguien más.    

¡Pero se logra! Jorge da fe de ello, y muchas de las personas que han estado vinculadas a nuestros espacios virtuales o presenciales, algunos por más de dos décadas.

Si aún no entiendes el trasfondo discriminatorio de esa forma de nombrar, o la felicidad que emana de romper ese ciclo, lo hablamos este sábado durante el recorrido por la calle Mercaderes, y prepárate para saber de dioses griegos, bailes, chocolate, armas, perfumes y erotismo.

Nos vemos a las 9:00 a.m. a la salida de la lanchita en el muelle de Luz, o un rato después frente al café El escorial, en la Plaza Vieja. Esta edición promete ser especial, con invitadas de lujo y buen clima…

Sí, sí: hablo de nuestro tradicional paseo por la historia de la sexualidad humana en el casco histórico habanero, que antes llamábamos Ruta de los Olores y por diversas razones empezará a llamarse Ruta de los Sentidos. Ya sabes: la vida es cambiante, y el lenguaje, si es justo, nombra mejor la realidad mientras la re-crea.


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...


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