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sábado, 23 de noviembre de 2024

El veneno en la historia de Cuba

Por aquí anduvieron discípulos de los temibles Borgia...

Argelio Roberto Santiesteban Pupo
en Exclusivo 23/06/2018
1 comentarios
Felipe II
Felipe II, bajo cuyo reinado era peligrosísimo comerse un dulce en Cuba.

Allá por los años mil cuatrocientos, en el seno de una familia valenciana nació un pequeño al cual llamaron Rodrigo. Y, hasta ahí, nada del otro mundo.

Ah, pero Rodrigo Borgia, como Alejandro VI, sería el papa recordista en cuanto a vida escandalosa. Imagínese usted: él diseñaba la ruta de las procesiones, para que pasasen ante las casas de las hembras de buen ver.

Sus hijos, Lucrecia y César, también carentes de escrúpulos, lo mismo asesinaban a un hermano que a un cuñado, sin que les temblase un músculo de la cara.

Se dice que ellos inventaron el acqua toffana, un elíxir cuyo principio activo era al arsénico.

Y algunos aseguran que en Cuba vivió gente que parece haber estado emparentada con los Borgia.

UN GOBERNADOR QUE AVERIGUABA DEMASIADO

En 1577 toma el mando de Cuba Francisco Carreño. Hombre de moral a toda prueba, pronto nota ciertas irregularidades en cuanto a los fondos para la construcción de la Zanja Real, trabajos que dirigía Francisco Calona.

Y –mire usted qué cosa--, puesto que eran tocayos, Calona invitó a Carreño para celebrar el santo común. Se asegura que la mujer de Calona preparó un exquisito pastel, con media libra de arsénico. O sea, como entonces se decía, a Carreño “lo ayudaron a morir”.

Puesto que Carreño fue muy esforzado militar, el costumbrista Álvaro de la Iglesia ha comentado que este valiente no pudo digerir un dulce.

Después de eso, ¿me negará usted que por aquí tuvimos avecindados a parientes de los Borgia?

LOS BORGIAS CUBANOS NO DESCANSABAN

Hace más de tres siglos y medio, el buen obispo Juan Montiel andaba encolerizado por el triste espectáculo moral que desplegaba sin sonrojos la congregación habanera, sumida en el más rotundo, completo y desaforado de los relajos. Es secreto a voces, por ejemplo, que el regidor Fulano estaba encaramelado con la conga Teresa, y que el fraile Esperencejo se bebía los vientos por la mulata Chencha.

El obispo Montiel decidió meterle mano al asunto con la manga al codo. Sí, hay que moralizar la vida cubana.

Entonces -qué casualidad-, recibió una invitación a comer, y en sus manjares los Borgia de aquí agregaron arsénico como para matar a cuatro caballos.

No fue un caso único: veinte años después al obispo Diez Vara le dispensaron la misma medicina.


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Argelio Roberto Santiesteban Pupo

Escritor, periodista y profesor. Recibió el Premio Nacional de la Crítica en 1983 con su libro El habla popular cubana de hoy (una tonga de cubichismos que le oí a mi pueblo).

Se han publicado 1 comentarios


Ulises
 27/6/18 8:15

Mire Ud cosas de la historia de Cuba que no se encuentra en la literatura clasica de esta asignatura en los centros escolares

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