¿Archivar? Ni en plomo, ni en papel

Mientras leía en Los riesgos del olvido estas preguntas: "¿Puede desarrollarse un país sin recuerdos? ¿Puede la gestión documental hacerlo más inclusivo? ¿La memoria se puede construir colectivamente?", iba recordando la década de los 70 del siglo pasado:

Ya desde 1969 andaba en los trajines de participar en los boletines: primero fue uno para el habanero edificio de becados de F y Tercera, y después Despegue en la Universidad de La Habana, cuyo rector de aquellos años, José M. Miyar Barrueco, llamaba jocosamente Aterrizaje porque según él, después de levantar el vuelo, lo más importante era aterrizar en la realidad.

Ni la tirada tuvo mucho alcance, ni las posibilidades de imprimir el segundo en los talleres del periódico El Mundo (por supuesto, antes de ser quemado) permitieron apenas el nacimiento del boletín para los becados, pero el otro sí mantuvo mayor duración.

En plena Zafra de los Diez Millones, la de 1970, el país estaba dividido en las provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Las Villas, Camagüey y Oriente, y en cada una había un periódico, pero aunque incluían abundante información sobre el desarrollo de la cosecha y molienda azucareras, pareció poca y surgieron territorialmente publicaciones especializadas en noticias del sector.

Cada provincia estaba dividida en regiones. Las Villas, por ejemplo, tenía a Sagua la Grande, Caibarién, Santa Clara, Sancti Spíritus y Escambray, y en todas se fundaron los boletines regionales. Al contarle a un joven colega que también había municipios con publicaciones y que eran de frecuencia quincenal o mensual, se interesó en ver alguna.

No encontré El Espirituano dedicado a la zafra, ni tampoco el otro para los trabajadores de la entonces enorme e incipiente arrocera del Sur del Jíbaro que demandaba la movilización de miles de trabajadores voluntarios para limpiar canales y otras faenas.

En Trinidad, la cultura de la conservación está tan arraigada que fue la población quien recogió “los papeles viejos” cuando en los años 60, un amigo al frente de una organización que ocuparía el local del antiguo Ayuntamiento, quiso echarlos a la basura. Tal vez hoy todavía haya personas que tengan algunos en sus casas.

La villa trinitaria era la capital de la región del Escambray y allí estaba el boletín del mismo nombre. Ni en la biblioteca municipal, ni en ninguna otra institución encontré siguiera a alguien que supiera de la existencia de esa publicación, de lo cual también se está lamentando un trabajador de la imprenta a quien pregunté si guardaba algún ejemplar. Su respuesta: “Si no lo guardaste tú, que lo escribías, yo tampoco que era quien pasaba trabajo componiendo tus textos letra a letra porque no teníamos linotipo”.

Cargado de estos recuerdos, el 2 de enero de 1979 cuando participé en la fundación del entonces diario (hoy semanario) Escambray, hablé con los trabajadores gráficos para guardar las llamadas tejas, que eran pesados moldes metálicos con textos y gráficos que se colocaban en los rodillos para imprimirlos en el papel.

Ese periódico provincial fue visto por sus lectores el día 4, y recuerdo que el 11, cuando fui a buscar las tejas, no estaban donde las había dejado provisionalmente para después exhibirlas en la recepción. La cólera dio paso a la paciencia cuando me explicaron: “No podemos estar guardando esas tejas porque escasea el plomo y hay que volver a fundirlas”.

Afortunadamente, Escambray no corrió la misma suerte de los boletines regionales, pues existe ese primer ejemplar en soporte tradicional de papel.