Somos cubanos desde que amanecemos, desde el primer cantío del gallo, desde el primer sorbo de café. Una sensación, un olor, un sonido, un sabor… desencadenan, como en un arrebol interior, la inmersión en las intensidades que nos hacen distintos (isleños, tropicales, mestizos. rebeldes…), nietos de Anacaona y Calibán, de Carlota y el Quijote, de Certeza y Utopía. Y hermanos en una misma casa, en una “fusión dulcísisma y consoladora de amores y esperanzas”.
La Cuba primera fulguró en la noche, como una incandescencia, como una estrella en el firmamento. Así la dibujó el bardo santiaguero José María Heredia en el poema “La estrella de Cuba”. Esa misma analogía fulgura en el soneto escrito en 1850, por el diseñador de nuestro “galano pabellón” Miguel Teurbe Tolón. Cuando expresó: “Bajo tus pliegues cual sagrado manto, / La muerte sin temor te desafía; / De tu estrella al fulgor la tiranía, / Huye y se esconde en su cobarde espanto/ Y tú, noble adalid, canto de guerra, / De Patria y Libertad, alza valiente, / Clavando este estandarte en nuestra tierra”.
Para ellos, la Patria no era sólo un paisaje lírico, una porción de la naturaleza, sino también una entidad moral. La nación brilla o se eclipsa, se condensa o se disuelva, en “el aire de luz” o en el “hado terrible”, en dependencia de la altura (moral) o actitud de los cubanos, de la hondura de su patriotismo y de su voluntad de vencer.
Una hidalguía que se forja, tramo a tramo, concretando utopías, por el “bien mayor del hombre” . Otra distinción de “lo cubano” que enarbola el trovador Karel García en su tema “Cuba irá”. Apuntes desde la actualidad, a propósito de la guerra mediática que sufre nuestra Patria.
Esa misma dialéctica de giros y gravitaciones, de luces y oscuridades que se expresa en los versos de Heredia y Teurbe Tolón, estructura el conocido poema “Mi bandera” de Bonifacio Byrne. Esa sentida oda al pabellón que el 19 de mayo de 1850 enarbolara en Cárdenas Narciso López a y “saneado por la muerte, de López y Agüero”, como proclamara después el Héroe de Dos Ríos. Estas metáforas laten en los dobleces de nuestra bandera y en el devenir de nuestra cubanía, la pasión de un pueblo nuevo decidido a brillar en el firmamento.
Un devenir, marcado hasta nuestros días, por esa esa “ardiente y dulcísima chispa” que deslumbra en el poema “Abdala” de José Martí . Elegía que proclama el derecho legítimo a ser auténticos y exaltación al deber sagrado de ser patriotas. Una voluntad, de Martí y de los independentista, sintetizado en los versos: “¡A la guerra corred!¡A la batalla”, “¡A la guerra corred, nobles guerreros, / Que con vosotros el caudillo marcha!” y “¡Corramos a la lucha, y nuestra sangre/ Pruebe al conquistador que la derraman/ Pechos que son altares de la Nubia, Brazos que son sus fuertes murallas!” Sentido equivalente al de “A las armas, valientes corred” de nuestro Himno Nacional, escrito por el bayamés Perucho Figueredo.
- Consultar además: “De amores, canciones y mambises (I) ”
Esas son las raíces seculares de nuestro “Patria o Muerte ”. No es adorar la muerte, como dicen ciertos doblegados , sino expresión de una voluntad universal y milenaria de preferir la muerte a la opresión, de luchar, hasta la muerte si es preciso, por una casa común y una nación moral, donde ser libres, cultos y prósperos. Pues como apuntó el autor de Calibán, Roberto Fernández Retamar, refiriéndose a la heroína del Moncada Haydee Santamaría, “No se concibe el heroísmo sin un profundo amor a la vida y un diálogo valiente con la muerte”. Un designio que se completa con el “¡Venceremos! “
Esa resistencia y esa determinación de saltear los más ásperos obstáculos hacia la libertad, fue el mayor resguardo de los cimarrones. Eso hizo que prevalecieran los rituales religiosos y las expresiones musicales y danzarías de origen africano. Como se pone de manifiesto en el video de “Vamos a vencer”, protagonizado por la agrupación musico-danzaria de cantos espirituales Nsila Cheche.
Madrugaba nuestra identidad cuando el afrocubano matancero Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido (1809-1844), escribía sus letrillas y canciones. Como en la amorosa canción “La flor del Café”, donde versaba:
“A mi vista cantaré
y lucirá el arrebol
que a mis dulces trovas dé
como a los rayos del sol
brilla la flor del café”.
Aquel influjo de Plácido renace por estos días con “Café”,
el primer sorbo de Morada, el próximo disco de Buena Fe.
Otra fusión dulcísima de ritmo y lirismo.
“Resulta que estoy necesitando que me bailes
Como el humo del café danza en el aire.
Y calmos y a sorbos ir confundiendo
Si te estoy besando o te estoy bebiendo”.
Como hemos apuntado, nuestra nación brotó mambisa, de una cultura irredenta que convirtió “La Bayamesa” romántica para reconquistar a Luz Vázquez, en otra, igual de amorosa para conquistar a la Matria. Esa es también esencia de nuestro “ser cubanos”, de nuestra Cultura Nacional. Con música hemos contado y celebrado ese llegar hasta aquí, orgullosos de esta bendita cubanía .
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