Me interesó el personaje, mucho antes de los sucesos frente al Hotel Packard; como subproducto de la Industria, representante de los marginados en los EE. UU. Sobre todo, como muestra fehaciente de la enajenación capitalista. Me lo hizo notar el amigo Jon E Illescas en mayo del 2020, cuando fue noticia por su “regreso a la música” con el videoclip de "Gooba", filmado en el patio trasero de su casa, tras su nuevo estatus de prisión domiciliaria, después de su juicio y encarcelamiento publicitados en la páginas faranduleras. Como en un policiaco para los sábados, lo vi portando armas de fuego mientras sonreía, encapuchado, custodiados por policías, ¿Era un rapero, un criminal o ambas cosas?
Leí sobre Tekashi 6ix9ine, visualicé sus últimos videos musicales, más dos o tres entrevistas con medios hispanos. Conocí que detrás de la marca y del convicto por cargos de pedofilia, participación en tiroteos y asesinatos, el crimen organizado, la venta de narcóticos, violencia doméstica hacia su expareja Sara Molina estaba Daniel Hernández. Un desclasado nacido en Brooklyn el 8 de mayo de 1996, de madre mexicana y padre puertorriqueño, expulsado de la escuela en 8° grado y que al ser asesinado su padrastro, para ayudar económicamente a su madre, se involucró con la venta de drogas. Un joven condenado a la exclusión y al “salvese quién pueda”, más victima que victimario.
No me agradó su agresiva forma de rapear. Tampoco su imagen, su cuerpo todo tatuado, con un 69 en su frente y en le pecho, el pelo teñido de arcoíris, coloridos dientes de tiburón, portando gruesas cadenas y varios relojes. El típico “blimblineo” que identifica estos MC con una proyección de capo del narco. Tuve la esperanza en que su música y su fama no calarían aquí.
Como por ley de acción y reacción, su música y accionar violento informaban de las presiones sistémicas sobre su ser de “abajo”, ser “otro” para los blancos sajones y ricos, de un contexto sumamente agresivo en el que la se ha normalizado desigualdad. Sus reactivas extravagancias podían causar rechazo en algunos, pero con ellas se identifican al menos los 20 millones de seguidores en Instagram. Con su marginalidad se conectan otras marginalidades y su accionar enajenado es captado como el “natural” para esos excluidos de lo “normal”. Su “solución” se hace la “verdadera” en el nivel de significación que esos millones les importan, resulta externamente significativa, aunque en el fondo sea engañosa.
Con “GOOBA”, un trap simplista con una letra soez y misógina, rompió el récord en YouTube, como vídeo de hip-hop con más vistas en 24 horas (43 millones). Lo que no dice de sus valores estéticos o discursivos, pero sí del impacto de sus provocaciones. De una fama condimentada con una turbulenta vida pública, beef con otros artistas y graves problemas judiciales; más acusaciones de “soplón” o “rata” por el mismísimo Snoop Dogg, por testificar contra la Pandilla Nine Trey, por lo cual redujeron su sentencia, de 47 a 2 años.
Poco después, vino con el tan vulgar y exhibicionista “TROLLZ”, junto a Nicki Minaj, donde también aparece amontonando billetes.
Antes de ser conocido como rapero, Tekashi se dedicaba a hacer post de música, anime y memes, de ahí su ni su nombre manga sexual. Saltó a la fama en las redes sociales debido a una publicación de Instagram de julio de 2017 que se volvió viral tanto en Reddit como en Twitter.
A finales de ese año, lanzó su primer sencillo comercial, "Gummo", inspirado en el film homónimo de Harmony Korine, protagonizado por un grupo de jóvenes marginales que delinquen y se drogan, que viven como desechos sociales en una comunidad degradada moralmente. Para filmarlo Hernández le pidió su mánager Seqo contratar a pandilleros de Nine Trey Blood. Quería que la estética fuese, ya sabes, llena de miembros. “Le dije que me gustaría que fuesen todos de rojo”, declaró el rapero ante el tribunal. “Compré 3.000 bandanas rojas”, añadió, porque es lo que llevaban los miembros de los Blood.
Visto el éxito que le reportó venderse como un auténtico pandillero, Hernández quiso repetir la fórmula. “Tenía la fórmula. Sabía que había que repetir la imagen pandillera. Promoverla. Es lo que a la gente le gusta”. Entonces siguió en contacto con los pandilleros y grabó otro videoclip con ellos, 'Kooda'.
Al preguntarle el fiscal “¿Qué responsabilidades tenía [en el grupo]?, el rapero respondió: “Seguir haciendo éxitos y ser el apoyo económico de la banda. Ganar dinero y dárselo a los miembros de Nine Trey, ya fuese para ellos personalmente o para comprar armamento”. “¿Y qué obtenía usted a cambio?”. “Diría que mi carrera. Credibilidad callejera. Los vídeos, la música, la protección”, contestó el enjuiciado.
Así entró en una vorágine peligrosa, no de película, real. Se supo que 6ix9ine había dado dinero a los Nine Trey Bloods de Nueva York a cambio de entrar a la banda sin tener que pasar por el ritual de ingreso conocido como 'shoot my 31'. Que finalmente acabó secuestrado y recibió una paliza de un miembro de la banda criminal. Y que fue finalmente liberado tras entregarle joyas por un valor de 365.000 dólares.
"Gummo" fue el primer sencillo oficial del mixtape titulado Day69, lanzado el 23 de febrero de 2018, y que debutó en el número 4 en la lista de álbumes Billboard 200.
Las críticas señalaron las características de su propuesta musical hasta hoy. Para Charles Aaron de Rolling Stone, Day69 fue "un sombrío fracaso" y su “flujo excesivamente reverberado es poco más que un borbotón incontrolado de faux-menace intimidatorio”. Daniel Offner de la revista Salute Magazine declaró que Day69 "viene a cerrar con un cargador lleno y uno en la recámara. La publicación en línea HotNewHipHop criticó la producción y el contenido lírico de la mixtape, concluyó que “no hay mucho que justifique su existencia en el juego del rap más allá de un desafortunado hábito de generar atención negativa". En tanto, Trent Clark de HipHopDX consideró que “un proyecto como Day69 es perfecto para establecer un motivo de juego de rap, pero hace poco para romper la mística que rodea a la mente bajo la melena multicolor".
Una mente inundada por la ideología de la clase dominante, por una ideología que resulta lo bastante real como para activar enajenaciones y reificaciones, para proporcionar la base sobre las que ciertas personas forjan una identidad coherente con sus deseos e ilusiones, aunque no satisfagan sus necesidades más imperiosas. Una ideología estructurada que deja sus huellas en los códigos de su cultura y en sus relaciones sociales, que se legitima carismáticamente con instrumentos como 6ix9ine.
El rapero hace mucho ruido para “estar”, se sabe de una periferia de la que procura escapar. A pesar de su jerga, se conduce por una necesidad imperiosa de entrar en el discurso central, en el nivel de significación que imponen los más ricos. Sus performances y sus post fluyen por ese cauce, el de la rutinizacion del dogma neoliberal, de la “cultura del tener”. Un cambio cultural que comprende nuevos referentes, imaginarios y significados, con otra axiología y otra moralidad para dar cabida a un “perfecto idiota social”, que siente goce de gobernarse a sí mismo como capital.
Esa es la cultura que socializa con su “falsa conciencia” y sus rituales de Robin Hood; con la absolutización del poder del dinero, en definitiva. Aunque puedan moverlo objetivos nobles, como el de ayudar los pobres, termina sirviendo a los despojadores. Se le ve “llamar al mundo para que lo vean”, violenta preceptos éticos, denigra, lacera la dignidad humana y deja de ser auténtica su intención de ayudar.
Ya en el vídeo de la canción "Gotti", lanzado el 16 de abril de 2018, se incluyeron imágenes de Hernández donando paquetes de billetes de $ 100 a ciudadanos pobres en la República Dominicana. En sus historias de Instagram pueden verse escenas similares en Ecuador y en las favelas brasileñas. Eso lo conocían sus seguidores habaneros y también los ciudadanos estadounidenses que provocaron las bochornosas escenas al final del Prado.
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