Ya adelantamos que Motomami es una marca y un paquete de signos visuales y musicales, estructurados y presentados bajo los criterios del maketing. Lo que incluye lo que se conoce como naming, es decir el nombramiento del producto o la marca para generar una diferenciación, llamar la atención y evocar desde el mismo nombre los valores que distinguen esta propuesta audiovisual, lo que el público debe esperar de esta.
Motomami es un neologismo, resultante de la fusión de dos términos ya existentes y con connotaciones atractivas y contrastantes (un lado agresivo y otro más vulnerable); para evocar un concepto nuevo y llamativo, “fuerza creadora”, asociado en este caso al empoderamiento de la mujer. Resultando un “cebo”, cognitivo y emotivo, para captar y fidelizar al público, para llamar la atención, establecer un vínculo afectivo entre todo lo que se genere con esa marca y los consumidores, para, en definitiva, posicionarla en sus mentes como un “Call to Action” (CTA). o “llamada a la acción”
Todo, como parte de una estrategia de branding, de creación de una identidad de ese paquete de signos. Con la selección de iconos, colores, una tipología de letra, etc., que armonicen y refuercen esos mismos valores con los que se asocia la marca, y, por supuesto, los productos más valiosos del paquete Motomami: la música, los videoclips y las presentaciones en vivo.
Del trabajo de arte y del diseño del logo, central su identidad, se encargó el diseñador sueco Viktor Hammarberg (Viktor H Studios) , especializado en branding y tipografía. A este diseñador, según cuenta de Linkedin, le “atrae el desafío de combinar el minimalismo con la optimización” y se inspira “en la nostalgia personal, el brutalismo y en varios artistas en Instagram”.
Viktor es seguidor del diseño gráfico Estilo Suizo o Estilo Internacional de principios de los 50, bajo el principio de que “la forma sigue a la función”. Estos diseñadores de posguerra aspiraron a dotar de objetividad y racionalismo el diseño, con la intención de elevarlo a la categoría de disciplina científica; para ello, trataron de acercarse a los aspectos funcionales y alejarse de los artísticos.
Este brutalismo al que se refiere es la extrapolación al mundo del diseño gráfico de los principios teóricos de la arquitectura brutalista, cuya idea fue exponer los materiales en bruto, las texturas de los moldes que se emplearon para dar forma al material. Un impulso ético, más que estético, de honestidad constructiva. El arquitecto expone el funcionamiento de los edificios, no los esconde. Como apuntó Reyner Banham, en su clásico libro de 1966: “El Brutalismo intenta hacer frente a una sociedad en serie, y sacar una poesía áspera de las fuerzas desconcertadas y poderosas que intervienen. Banham entendió el Nuevo Brutalismo como un movimiento artístico global que trascendía el campo arquitectónico; en tal sentido ponderó el papel de artistas próximos a esta tendencia como Jackson Pollock o Alberto Burri y, especialmente, Jean Dubuffet.
- Consulte además: Motomami: ¿la Fountain de Rosalía? (I)
Dubuffet desconfiaba de toda forma de perfeccionismo, creía en la profundidad de lo común y se esforzaba por encontrar y desvelar la poesía contenida (escondida) en los materiales sencillos, en los instantes triviales de la vida cotidiana. Le bastaba un garabato de tiza en el suelo, piedras desgastadas, grietas en las fachadas para elaborar sus ricas fiestas plásticas. Sus obras fascinan por su tosquedad y complejidad, se distinguen por el empleo de materiales inusuales, por el grafismo y el ensamblaje. El francés ejerció una decisiva influencia en la obra de artistas contemporáneos y del arte urbano como David Hockney, Keith Haring y Jean-Michel Basquiat.
El diseño brutalista es una reacción contra el perfeccionismo, la frivolidad y ligereza de los diseños predominantes. De lo que se trata es de comunicar de la manera más pura posible, sin “adornar” o “embellecer” el resultado final. Con un diseño crudo y sin pulir, y que esa factura inusual y descarnada sea lo que llame la atención. Toma del referido Estilo Internacional el uso de retículas, el contraste tipográfico y las líneas ordenadas; además de la utilización de formas geométricas simples y rotundas, tipografías gruesas, tramados de semitono, fotografía de espacios y texturas de materiales procedentes de la arquitectura. Este estilo también comparte algunas características con el poster suizo moderno, el minimalismo y otras variaciones más psicodélicas inspiradas en música Acid House.
Esta es la base conceptual tras el "embalaje" visual de Motomami. Del empleo del bolígrafo, un objeto común, presente en cualquier casa, pero a la vez poco usual para un diseño final. Techné que recuerda a Dubuffet, su empleo de arena, alquitrán, o paja, materiales tan presentes en la cotidianidad urbana de Occidente, pero inusuales hasta entonces en la pintura. También a los sonidos crudos y agresivos, o tomados de la cotidianidad, que incorpora Rosalía en sus anotaciones musicales. En una postura que más que anti-estética es contra lo manido, que más que un reto experimental, es una reacción a esas fórmulas de éxitos que infestan al “género urbano”, a la música industrial.
Con bolígrafos o marcadores se intervienen las fotos de la cantautora española, por lo general desnuda, a manera de tatuajes, o como graffitis, esos tatuajes sobre las pieles de la ciudad. Un grafismo característico del arte callejero, de la expresión visual del hip hop, otro importante referente en el disco.
Los posters parecen más bien bocetos o apuntes, con una tipografía liberada de estilos, linealidad o proporciones; son como notas, como las que haría cualquiera, escritas al descuido, con borrones o marcas incluidas. Aludiendo frescura y espontaneidad, el tono lúdico e íntimo que predomina en el disco. Y sobre todo, su carácter de diario, son apuntes, registros del aislamiento de Rosalía impuesto por la Pandemia del Covid, de su estancia en los Estados Unidos y del proceso creativo del disco.
Motamomi es un autorretrato circunstancial, un collage de trivialidades, con el que la artista intenta captar la poesía que se oculta en esas vivencias íntimas que fue compartiendo en una cuenta de Instagram, @holamotomami. Con fotos y comentarios más personales y naturales, historias de su día a día, alejadas del habitual contenido promocional y profesional de su cuenta oficial.
El perfil, restringido en sus primeros meses al círculo más íntimo de la artista, fue inaugurado, en enero de este 2021, con una pintura de 1981 del reconocido pintor neoyorkino Jean-Michel Basquiat, “Arroz con pollo”. Uno de sus típicos lienzos inspirados en la vida urbana, con modos pictoricistas, más dibujados que pintados; de composiciones caóticas pobladas de monigotes y grafismos, con textos y garabatos, recordando siempre los graffitis callejeros. Gestos pictóricos con los que SAMO cuestionaba las jerarquías impuestas, incluidas las estéticas, expresadas en el cómic, la publicidad y el pop art.
La primera imagen que compartió en @holamotomami fue la pintura “Arroz con pollo”, de Jean-Michel Basquiat. (Tomada de El Pais)
Vale apuntar que la música, sobre todo el jazz, tuvo una fuerte presencia en la obra pictórica de Basquiat, sus referencias son frecuentes tanto en las imágenes como en palabras relacionadas con el tema. “La influencia de la música en su obra era enorme", rememoró Alexis Adler, su novia en 1979."Para nosotros lo principal era tener parlantes grandes y un equipo de música potente”, “Cuenta ella que cuando estaba Basquiat, "sonaba la música todo el tiempo". Por entonces Basquiat desarrollaba sus inquietudes musicales dentro del grupo musical Gray, donde tocaba el sintetizador y el clarinete, y ensayó experimentos sonoros estilo Steve Reich.
Según Eleanor Nairne, el arte de Basquiat se alimentaba de su amor por el bebop. "El bebop era un movimiento intelectual", dice Nairne. "Y también era bastante iconoclasta, en tanto que aspiraba a romper con las viejas armonías del jazz. Esa idea de ruptura y todos esos músicos tan jóvenes constituían una fuerza muy poderosa, y Basquiat encontró muchos paralelos con su propia vida y su propio arte".
Sus obras eran registros autobiográficos, expresiones viscerales y desprejuiciadas de su propia vida en el centro neoyorquino, marcada por la fusión disparatada de tendencias artísticas emergentes, estilos callejeros, graffitis y flamantes géneros musicales, como el new wave y el hip-hop. Eso son también las canciones de Motomami, registro y expresión de las vivencias de Rosalía en los Ángeles y en Miami, y de sus influencias culturales.
Muchos de los valores y conceptos que orientaron el proceso creativo y de producción del disco fueron sintetizados en el diseño de portada realizada por Viktor. Es un diseño minimalista, como muchas de las canciones, en la que la cantante aparece desnuda, como su voz en varias pistas. La pretensión de la artista es mostrarse tal cual es, representándose a sí misma.
La pose de Rosalía es una clara referencia al famoso cuadro “Nacimiento de Venus”, del pintor renacentista Sandro Boticelli. La artista desnuda, con una mano sobre su pecho y la otra sobre su pubis, representando a la diosa de la belleza y la fertilidad; aludiendo el elemento “Mami”, la creación. El casco negro en su cabeza simboliza el componente “moto”.
El nombre del álbum, como un logo, está escrito en rojo como un graffiti al estilo stencil, una técnica común entre los artistas urbanos. Otro signo importante de la identidad del álbum son las 3 emes del título en forma de mariposa, como símbolo de transformación. Este símbolo aparece, en un par de canciones y hasta en la incrustación en sus dientes que estrenó Rosalía, previo al lanzamiento del disco.
Son estos, referentes primordiales para valorar e interpretar mejor el tercer álbum de Rosalía, ese rico collage de apuntes musicales.
Elena Soriano García
17/9/22 6:33
Me ha encantado vuestro análisis sobre el disco! a mi me ha encantado, toda la era en general. La vi actuar en Madrid y es una pasada. Además, ya se están leyendo por las redes rumores de que muy posiblemente MOTOMAMI sea un de los discos candidatos al Album Of The Year en los próximos Grammy. Buen trabajo!
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