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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Sutileza

Resulta tan común como la ley de la gravedad, como la inercia, como la relación proporcional y recíproca entre el trastazo y el dolor...

Mario Ernesto Almeida Bacallao en Exclusivo 12/01/2020
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Sutileza-reflejo del alma
No solo los animales, la propia agua pasa milenios acariciando a la tierra.

Entre los grandes hallazgos homínidos yace el de la nunca bien ponderada sutileza. Todavía no sabemos bien si fue escavando un hueco, rompiendo la pared de una cueva o escondiéndose de algún bicho peligroso entre los matorrales… la cuestión resulta que, desde entonces, cualquier actividad –del mono que nos ocupa– en la que no aparezca, puede describirse, cuanto menos, como encumbrada de defectos.

Ella, obligada a aceptar que jamás merecería la condición de “fin”, consintió convertirse en “medio”, en vía, camino, tanto así –quizás por culpa de la hipocresía universal– que los actos más grotescos y crudos, antes de llegar a sus momentos de neuralgia, han de transitar por el camino de los sutil e incluso regresar por él, para que la empresa se complete sin dificultades o mayores daños. Es, tristemente, una herramienta de momentos difíciles.

El leve movimiento de la muñeca del pitcher, ordenado por el imperceptible mandato neuronal con el objetivo de que la bola zigzaguee en el viento antes de caer en la ininteligible esquina de afuera que marca el tercer strike; la audacia con la que el boxeador esquiva los golpes, la precisión con la que se cuela entre los brazos del rival luego de la finta y la magia con que se escapa ileso tras remover de forma seca y abrupta la infeliz, desgraciada, agonista y sudada mandíbula de su oponente; en cada una de estas cosas se esconde la sutileza.

Asegura la Real Academia de la Lengua Española (en lo adelante simplemente la RAE) que el sutil resulta quien, además de delgado, delicado o tenue, es agudo perspicaz o ingenioso. La RAE también la tacha de ligereza o pericia del ladrón, así como la habilidad para hacer algo con expedición y primor. De igual forma, insiste el mamotreto, puede tratarse de un dicho o concepto excesivamente agudo y falto de verdad, profundidad o exactitud. Además, confirma que puede verse como un instinto animal.

Esto último explica por qué la vemos en la paciencia de la salamandra antes de dispararse en plena pared sobre el bicho de luz, o en el pulpo que lo mismo se hace el inmenso que se cuela por un rendija o torna blanco, rojo, azul y hasta color de piedra sucia sin hacer un ruido; también la araña cuando teje la red en espera de su alimento o el cocodrilo cuando deja abierta la boca, incluso la garza al caminar lentamente entre las malezas buscando lagartijas dormidas o al posarse de un “tac” imperceptible sobre el lomo de la vaca para alimentarse de sus garrapatas.

No solo los animales, la propia agua pasa milenios acariciando a la tierra para abrir un cañón o un valle, la hiedra se enrosca como una cosquilla en la barriga del árbol más espinoso y el salitre refresca a la misma vez que corroe el hierro…

Hasta los niños son sutiles antes de informar lo que rompieron o al decirles a sus padres que tienen miedo y pretenden echarles a perder la noche de amor.

Es decir, que la sutileza resulta tan común como la ley de la gravedad, como la inercia, como la relación proporcional y recíproca entre el trastazo y el dolor… Precisamente por eso es que cuesta tanto aceptar que unos cuantos, incluso con títulos universitarios y grados científicos a cuestas, aún no dominen el arte de marras o, peor, decidan deliberadamente prescindir de ella. Nada… torpezas que también abundan en la naturaleza.

Lo cierto es que la sutileza, si bien denigra cuando se utiliza para el engaño interesado, se muestra como un digno toque, una fragancia, un perfume, en quienes la emplean con el fin de no herir.


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Mario Ernesto Almeida Bacallao

Periodista y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana


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