A “Coca” todo su pueblo la conoce: el médico, el abogado, la periodista, el meteorólogo, la estomatóloga…; todos la saludan con besos y abrazos, sin formalidad alguna, como si la conocieran de toda la vida.
Sus suaves manos, su dulce voz, su piel manchada por el polvo de la tiza y su imponente figura en frente del aula, justo de espaldas a la pizarra, es una imagen que niños, hombres y mujeres aseguran no olvidar ni con el paso de los años.
Durante cuatro décadas vio crecer el espíritu, el alma, el conocimiento; profetizó sobre el futuro de sus alumnos, y hoy, aunque ya retirada de las labores, recibe las caricias en sus canas de las manos agradecidas de sus estudiantes que la visitan para saber cómo está, qué está haciendo, y para recordarle que, sencillamente, son el fruto de su trabajo.
—¿Cómo califica su labor?
—La etapa más linda de un profesional de la Educación es la enseñanza primaria, no porque yo le haya dedicado cuarenta años de mi vida, sino porque lo disfruté y vi cumplir mis sueños en cada grupo que llevé desde primero a sexto grado.
“No hay mejor placer que transformar día a día a un niño, de aquel inocente que no conoce ni las letras ni los números, al hombre o la mujer profesional”.
—¿Cuáles han sido los miedos de Coca durante su vida como maestra?
—A veces me siento insatisfecha porque pienso que quizás pude hacer más, o que me faltó algo por enseñarles a mis alumnos, pero ya he visto el fruto de mi trabajo en cada médico, estomatólogo, maestro, periodista, instructor de arte, meteorólogo, que he formado.
“Yo he tenido muchas experiencias porque cada grupo tiene una peculiaridad, y ningún alumno es igual a otro. Recuerdo que cuando vi por primera vez la película Conducta pensé en cuántos Chala podían existir en las aulas cubanas”.
—Y cuando Coca se jubiló, ¿dónde quedó el magisterio?
—Después que me jubilé trabajé en la educación preuniversitaria preparando a estudiantes que todavía presentaban dificultades en la ortografía y la caligrafía, y también en el entrenamiento para el ingreso a la Universidad”.
—Para Coca, ¿qué es ser maestro?
—El maestro tiene que comprometerse con lo que hace, tiene que sentir esos niños como suyos, como propios; lo que yo quiero para mis hijos carnales, los de sangre, lo deseo también para mis estudiantes.
“Si un alumno no avanzaba conmigo no me dejaba dormir, porque yo pasaba la noche pensando qué método empleaba, cómo planificaba mis clases de manera que ese niño avanzara a la par de los demás.
”Todo maestro tiene que sentir el compromiso con la sociedad y con la familia, porque es su deber entregar a una persona de bien, preparada para servirle a la patria en un futuro.
”Es una entrega total, debes sentir la escuela como tuya, que los niños son tuyos, y cuando se va a preparar una clase la mente debe concentrarse en el aula y poner los niños frente al plan de clases”.
La grandeza humana de maestras como Coca fue sin dudas el factor determinante para que Ernesto Daranas, director de la película Conducta, se inspirara para crear el personaje de Carmela, interpretado por la excepcional actriz cubana Alina Rodríguez.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.