Por estos días es noticia la llegada del polvo del Sahara a nuestra región, pero ¿a qué se debe este fenómeno?, ¿con qué frecuencia ocurre?, ¿cuáles son sus consecuencias para la salud humana y el planeta? Cubahora le trae las respuestas.
La nube de polvo que hoy empaña nuestro habitual cielo azul se originó hace una semana al noroeste de África, a causa de las tormentas de arenas en el desierto del Sahara y hasta el momento ha recorrido cerca de 10 000 kilómetros hasta la zona del Caribe.
Esta masa de aire seco y cargado de partículas de arena se forma sobre el desierto africano al final de la primavera, el verano y principios del otoño y generalmente se mueve hacia el oeste sobre el océano Atlántico tropical.
Cuando ocurre, suele ser de corta duración: no dura más de una semana, pero la presencia de vientos alisios en ciertas épocas del año la hace más propensa a que pueda cruzar el Atlántico.
La llegada a América de esta nube de polvo no es inusual y ocurre varias veces al año, tradicionalmente, la actividad de la capa de aire sahariana aumenta a mediados de junio, alcanza su punto máximo desde fines de junio hasta mediados de agosto y comienza a disminuir rápidamente después de mediados de ese mes. Sin embargo, según varios expertos, la actual nube tiene las concentraciones más altas de partículas de polvo observadas en la región en el último medio siglo.
De acuerdo con la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE. UU. (NOAA, por sus siglas en inglés), anualmente, más de 100 millones de toneladas de polvo sahariano soplan desde África y algunas veces llegan incluso hasta la cuenca del río Amazonas.
A causa de este fenómeno el cielo toma una tonalidad lechosa y es posible observar una bruma que limita la visibilidad a larga distancias, pero también mientras esté en el ambiente este polvo se podrán disfrutar intensos colores en los amaneceres y atardeceres.
¿CUÁLES SON SUS EFECTOS?
Las nubes de polvo del Sahara contribuyen en diversas formas a los ciclos naturales del planeta. En primer lugar, el calor de la capa actúa para estabilizar la atmósfera cuando el aire cálido de la nube de polvo se eleva por encima del aire relativamente más frío y denso.
El polvo está compuesto de diferentes elementos químicos que fertilizan tanto los suelos como el océano. También, el polvo mineral suspendido absorbe la luz solar, lo que contribuye a la regulación de las temperaturas del planeta. Asimismo, el calor, la sequedad y los fuertes vientos asociados con la capa de aire sahariana suprimen también la creación e intensificación de los ciclones tropicales. De hecho, si más nubes como esta se forman en los próximos meses, la aparición de huracanes intensos podría verse muy debilitada.
Pero como dice un dicho, lo que es bueno para el hígado es malo para el corazón, y en este caso viene como anillo al dedo. Pues aunque este fenómeno beneficia, en cierto modo a la naturaleza, no resulta igual con la salud humana.
Afecta considerablemente la calidad del aire, lo que puede dañar desde la piel hasta los pulmones. El alto contenido de partículas puede resultar nocivo para personas con problemas respiratorios e, incluso, provocar problemas de alergias o irritación de los ojos o mucosas.
Además, estas nubes vienen cargadas de partículas nocivas: virus, bacterias, hongos, ácaros patógenos, estafilococos y contaminantes orgánicos persistentes. Ante este fenómeno no debemos alarmarnos, sino tomar medidas y protegernos, el uso de la mascarilla, que es imprescindible en la lucha contra la COVID-19, resulta muy conveniente para evitar los efectos nocivos de esta nube de polvo, asimismo es importante evitar actividades al aire libre, y en caso de que sea imprescindible su realización, proteger nuestros ojos y beber abundante agua.
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