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martes, 5 de noviembre de 2024

Mujer activa, mujer cubana (+Infografía)

Ese día mi abuela se quitó el delantal llena de dignidad; con total determinación dijo palabras que jamás se habían pronunciado en casa, por primera vez habló de igualdad…

Dunia Torres González en Exclusivo 09/03/2020
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Mujer cubana 6
La mujer de este siglo tiene muchos nombres, incluso profesiones (Alejandro Leonardo Benítez Guerra / Cubahora)

Cuando miro a mi alrededor veo mujeres valientes. Hemos llegado a este siglo marcadas por la experiencia de las que nos antecedieron. Y estas, sin duda, dejaron el listón muy alto. Algunos nombres los conocemos: Mariana Grajales, Ana Betancourt, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Luisa Pérez de Zambrana, Amalia Simoni, Haydée Santamaría, Melba Hernández, Celia Sánchez Manduley, Vilma Espín, Asela de los Santos… También están las heroínas anónimas, que no relegaron responsabilidades, que educaron a sus hijos y a la vez cumplieron con las tareas de su tiempo. En una sociedad donde las mujeres no tenían voz, estas se enaltecieron y alcanzaron su lugar.

Las historias de ellas no las encontramos solo en los libros, también a nuestro alrededor. Recuerdo de manera muy cercana los relatos de mi abuela. Ella nos contaba sobre los primeros años de Revolución, momento en que se realizaron varias movilizaciones; se necesitan manos para hacer realidad el proyecto del 1ro. de Enero: la alfabetización, la Reforma Agraria, las nacionalizaciones, la construcción del Partido en las diferentes regiones de la Isla… Ser ama de casa no era para nada indigno. Todos miraban a los niños siempre pulcros y “cuidaditos”, sin embargo, también quería ser parte de lo que estaba sucediendo en Cuba.

Ya se escuchaban las anécdotas de mujeres que habían estado en la Sierra, que habían tomado las armas en sus manos. Era la sangre efervescente de las que, como ella, no se podían quedar sentadas. Miraba a su hija pequeña y siempre imaginaba un futuro diferente para ella.

Abuela provenía de una familia numerosa; de los 11 hermanos solo dos pudieron estudiar, a ella le correspondió cuidar a los más pequeños de la casa. Su nivel de escolaridad actual es de quinto grado, pero hace las cuentas como nadie. Salió de su hogar materno a los 20 años, su esposo compartía sus ideas revolucionarias, cuestión que no cambió el hecho de que mientras él recorría el país por las responsabilidades como joven militante, ella permaneciera en el hogar cuidando de los hijos.

Esta situación muy pronto cambiaría. Había tomado la decisión de no ser más la mujer del delantal. Ese día fue a la cooperativa agropecuaria más cercana y se convirtió en campesina. Con total determinación dijo palabras que jamás se habían pronunciado en casa; por primera vez habló de igualdad. Muchos comentaron que se estaba volviendo loca, que se dejaba influenciar por ideas extrañas, pero recuerdo la luz con la que sus ojos hablaban de ese momento sin arrepentimiento.

Mi madre creció en un ranchito en el campo, en un poblado llamado la Victoria, no había comodidades y a veces se iba para el campo a ayudar a mi abuela. Corrían los primeros años de la Revolución y se regaba como pólvora la noticia de que se fundaban nuevas escuelas, por fin veía posible su sueño de ser médica. Se puso muy feliz el día que un grupo de alumnos de su aula se reunieron para ir a estudiar a la ciudad. Finalmente, ella no tenía actualizada la documentación necesaria para la matrícula, por lo que ese viaje no se concretó. Aun así, tuvo acceso a otras opciones y terminó en un curso de Contabilidad.

Como muchas mujeres crió sola a dos hijos en época de resiliencia. Cuba enfrentaba el periodo especial y no era una justificación para faltar a sus deberes laborales. Con mis escasos tres años, me llevaba todos los días a su trabajo. Por las mañanas me envolvía en una manta y juntas nos íbamos al taller de recuperación de piezas. Todavía siento el olor a polvo de las tarjetas de entrada y de salida de los largos pasillos del almacén que ya había aprendido de memoria.

Ella fue un ejemplo para mi vida. Juntas recorríamos de noche las delegaciones de la Federación de Mujeres Cubanas. Su activismo era admirable. Mi cumpleaños coincidía con la celebración del aniversario de la organización, el 23 de agosto, por lo que ambos motivos se unieron irremediablemente. Nunca dijo “no” ante las tareas. Juntas preparamos colegios electorales, a mí me correspondía siempre la primera guardia pioneril, y me entusiasmaba pensar en el día en que cumpliera 16 años para ejercer mi derecho al voto.

No tuve zapatos de marca, pero tampoco hicieron falta. Mi madre trabajaba con el objetivo de garantizar la mochila, el uniforme y los zapatos nuevos de cada curso, y yo solo podía verla con ojos de admiración. Siempre me repetía: “Tu tarea es estudiar, ahora tienes todas las oportunidades”. Siempre estuvo a mi lado en la beca del preuniversitario, que se encontraba a 42 km de nuestra casa, y en la universidad, a unos 369 km. Ella me enseñó a tomar decisiones, a ampliar mis perspectivas y a fortalecer mis ideas militantes.

Hoy me siento una mujer libre. No solo porque lo elegí, sino porque el camino estaba listo. La mujer de mi siglo tiene muchos nombres: dirigente, piloto, taxista, científica, agricultora, plomera, maestra, médica, ingeniera, constructora, arquitecta… En mi país, el destino no lo deciden solo los hombres: actualmente, el 53.22 % de los diputados en Cuba son del sexo femenino; en el Consejo de Estado hay diez mujeres; “el número de trabajadores vinculados directamente con la ciencia y la tecnología era de 89.214, y de estos 47.326 eran mujeres”, según Anuario Estadístico de Cuba Edición 2019 Enero-Diciembre 2018.

La mujer de este siglo camina junto al hombre, no se subordina a él. Goza de total igualdad de oportunidades y derechos, refrendados por la Constitución de la República vigente. Tiene acceso al trabajo remunerado con igual salario por un trabajo de igual valor y a la seguridad social. Las legislaciones en Cuba la protegen ante la maternidad y las enfermedades. Disfruta del acceso gratuito a la educación en todos sus niveles. Su promedio de vida es de 80 años, uno de los más altos a nivel mundial.

Cada día, la mujer cubana se hace más imprescindible en todos los frentes de la vida económica, política y social del país y de la comunidad. Se esmera por elevar el papel de la familia en el fortalecimiento de los valores, contribuye en la higiene comunal, participa en las campañas de salud y enfrenta cualquier situación excepcional.


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Dunia Torres González

Periodista


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