Revisando Facebook hace unos días encontré una reflexión que llamó muchísimo mi atención y me hizo pensar en cuanto influimos —a veces inconscientemente— en la formación de nuestros hijos e hijas. Mientras leía “Cuando creías que yo no te estaba mirando”, fue imposible dejar de pensar en las veces que les hemos dicho algo, pero frente a ellos hacemos lo contrario y luego los regañamos, sin darnos cuenta de que la lección mejor impartida es aquella que vamos dejando cuando creemos que no nos están mirando...
Cuando creías que yo no estaba mirando… te vi ayudar a un amigo enfermo y aprendí que todos debemos cuidar unos de otros. Cuando creías que no estaba mirando… te vi dar tu tiempo y tu dinero para ayudar a personas que no tenían nada y aprendí que los que más tienen deben ayudar a los que no tienen. Cuando creías que no te estaba mirando… aprendí de ti las lecciones de la vida que necesitaba: cómo ser una persona dispuesta, dedicada y laboriosa.
Para unos fue una locura, para otros, una muestra de compromiso; mas para nosotros —mi esposo y yo—, asistir al desfile por el Primero de Mayo, llevando en hombros a nuestro bebé de un año y medio, fue solo una de las tantas lecciones que nos corresponderán enseñarle a lo largo de su vida. Está claro que él no sabía dónde estaba ni qué hacía allí, pero le llamaba la atención la cantidad de personas que le rodeaban, las banderas qua a cada rato apuntaba con los dedos, las imágenes de “papá Fidel”, como le hemos enseñado a llamarle, y, sobre todo, los globos que en varios momentos volaban cerca, provocándole una carcajada y sacándolo por completo de su quietud.
De seguro, la banderita que llevaba en sus manos y movía a cada rato le parecía un juguete, pero con el tiempo hemos de enseñarle a amarla y respetarla, pues su formación futura dependerá, en gran medida, de nosotros. Es innegable lo que expresa un viejo refrán de que “los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres”, pero es muy real que la influencia que ejercemos sobre ellos, sobre todo con el ejemplo que emanamos a nuestro paso, es la base de lo que será su personalidad.
Mi bebé crecerá, aprenderá y quizás en ocasiones no concuerde conmigo, pero no por ello dejaré de inculcarle todas las cosas buenas que le permitan convertirse en un hombre de bien. Tal vez deba repetirlas una y mil veces hasta que las incorpore, pero si se las muestro como parte de mi actuar estoy segura de que las interiorizará y asumirá con total naturalidad. Repetir, es cierto, puede ser que ayude a que se le pegue, pero nada es más espontáneo que cuando imita lo que ve hacer a sus padres, aquello que aprendió cuando pensábamos que no nos estaba mirando.
Cuando pensabas que no estaba mirando, colgaste mi primer dibujo en el refrigerador y eso me hizo querer pintar otro.
Cuando pensabas que no estaba mirando, alimentaste a un gato callejero y aprendí a ser amable con los animales.
Cuando pensabas que no estaba mirando, horneaste una torta de cumpleaños para mí y supe que las pequeñas cosas son las cosas importantes.
Cuando pensabas que no estaba mirando, hiciste una oración y descubrí que siempre habrá un Dios con quien puedo conversar.
Cuando pensabas que no estaba mirando, me diste un beso de buenas noches y me sentí amada.
Cuando pensabas que no estaba mirando, vi algunas lágrimas salir de tus ojos y supe que algunas cosas son dolorosas, pero no hay nada de malo en llorar.
Cuando pensabas que no estaba mirando, me sonreíste y me sentí hermosa.
Cuando pensabas que no estaba mirando, miré, y te quiero dar las gracias por todo lo que has hecho cuando pensabas que no estaba mirando.
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