En el barrio de Juan Carlos Espinosa, pocos deben saber las “hazañas” que este joven de 26 años ha protagonizado. “No me gusta hablar mucho de mí y de mi trabajo, aunque a veces creo que es necesario hacerlo para que los muchachos de la cuadra y el resto de las personas se percate de algunos peligros que pueden evitarse cuando se hacen ciertas travesuras”.
Se le escucha hablar y aún así parece increíble que este Técnico de Salvamento y Rescate atesore tantas experiencias. “Cuando alguien habla de los bomberos, se piensa inmediatamente que se trata de un hombre que apaga incendios con una manguera, pero mi trabajo es más amplio. En situaciones de protección, evacuación, salvamento, rescate y socorrismo también se necesita de gente que tenga los nervios de hierro y haga lo que hay que hacer para salvar a los demás”.
En circunstancias matizadas por desastres naturales y accidentes, Juan Carlos también ha tenido que superar los temores para sacar a alguien que se encuentra debajo de los escombros o para trasladar a un herido.
“Estoy sometido constantemente a fuertes cargas físicas y de estrés, por eso es tan importante la preparación que recibimos en la Escuela Nacional de Bomberos y luego, las vivencias que comparto con profesionales con más experiencia. Ojalá no fuera necesaria mi labor, sí, porque sería esa la señal de que no tuvieran lugar algunas desgracias y de que las personas fueran más conscientes y disciplinadas en su actuar”.
Un incendio en una casa, un ahogamiento en el mar, una caída en un pozo… cualquiera de esta y otras situaciones pueden evitarse si se tuviera un poco más de conciencia, insiste Juan Carlos. Sin embargo, de suceder, sabemos que se cuenta con gente valerosa como él que, como miembro del Cuerpo de Bomberos de Cuba, se desempeña con dedicación.
Él, como otros egresados y estudiantes de las especialidades de Técnico Medio en Protección contra Incendios, Operador de Técnicas de Extinción de Incendios, Ingeniería Mecánica con Perfil en Seguridad contra Incendios y otras, celebran hoy los 317 años del Cuerpo de Bomberos de Cuba, en recordación a la más antigua actividad de extinción de incendios que tuvo lugar en Villa Clara el 13 de noviembre de 1696.
Se necesita de personal joven que se sume a nuestras filas, añade Juan Carlos, quien también se suma al trabajo docente en la Escuela Nacional de Bomberos, fundada el 12 de septiembre de 1963, en la instalación que fuera el Club de las Madres Americanas, en el actual municipio de La Lisa.
“Para los jóvenes existen ahora ofertas de trabajo tal vez más tentadoras en cuanto a la remuneración, pero en ellas no se sentirán responsables de la vida de los demás como en mi profesión, y aunque esto puede causar miedo, es inevitable sentirse satisfecho a plenitud cuando alguien nos agradece con una sonrisa o un abrazo estrecho haberle salvado la vida a él, un familiar o un amigo.
”De niño siempre quise ser bombero, pero cuando opté por esta especialidad, lo hice porque supe que el peligro, más allá de las llamas, también cobra vidas. Sucede en muchas ocasiones porque las personas se descuidan, por eso el trabajo educativo y preventivo en una escuela, en el barrio, en la calle también considero que es mi responsabilidad. Ser bombero es más que un apagafuegos con manguera… es también una persona capaz de sacrificar su vida por la de los demás”, agregó Juan Carlos.
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