El 17 de diciembre de 2014 estábamos en la oficina, cada uno con algo morado porque, aunque no “creamos” en nada, siempre queda un poquito de creencia religiosa por ahí entre nosotros.
Mi trabajo por aquel entonces consistía básicamente en monitorear redes sociales y, de pronto, como a media mañana veo que el Twitter de la hija mediana de Ramón Labañino dice que a su papá lo habían sacado de la cárcel.
Por supuesto, cubanos al fin, acostumbrados como siempre a manipulaciones mediáticas con respecto todo lo referente a la política en la isla, pasamos por alto aquel inocente tweet hasta que en el perfil de René González se confirmó que, en efecto, “los tres” que quedaban estaban libres y venían camino de regreso a Cuba.
Los libros de historia cambiaron ese día, pues aparejado al espectacular e increíble regreso de Ramón, Antonio y Gerardo, se anunció por parte de Raúl Castro y Barack Obama el inicio del proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos. El pueblo estaba conmovido, y me consta.
En nuestro país todo el mundo conoce y respeta a los Cinco —como se les conoció cariñosamente durante los 15 años de injusta prisión—. Sí, injusta. Es cierto que estaban buscando información para evitar atentados terroristas, de ahí que los norteamericanos los cataloguen de espías; es cierto que si descubres a personas que hacían el trabajo de ellos en tu país estás en el derecho de apresarlos según la ley; pero pensemos por un momento en la grandeza de esos hombres que jamás hablaron mal de los otros que sí “hablaron”. Quizá para hacer ese trabajo hay que ser muy valiente, o estar muy loco o loca; quizá ambas cosas.
Lo bueno y sobre todo lo mejor que pudo pasar fue que Fidel cumplió la promesa que le hizo a los familiares de que regresarían TODOS y así fue.
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Ese mismo 17 de diciembre mis compañeros de trabajo y yo conversábamos sobre lo genial que sería hacer una serie sobre los Cinco, contar su historia, la parte humana del sacrificio, del miedo, del estrés; más allá de la prisión que conocemos todos.
Algo que narrara cómo fueron preparados, cómo salieron de Cuba, todas las vivencias hasta el día de la detención, cómo los traicionaron; sí, esa red jamás hubiera sido descubierta si no fuera por traición. La idea quedó en el aire, demasiados permisos para hacer un proyecto como ese.
El sábado 7 de diciembre, como parte de los estrenos del Festival de Cine Latinoamericano de La Habana, recibimos la invitación de ver una “película de los Cinco”, La Red Avispa, que ilusión.
A pesar de que los actores —la mayoría— no eran cubanos, ni el director, las expectativas eran altas. Pues nada, no me agradó la película, tiene un pésimo guion, es hueca, sin argumento sólido.
Más allá de que tomaron la historia de René, que es muy bonita por la implicación de la familia en todo lo que respecta al trabajo como piloto de Hermanos al Rescate; el filme dejó mucho que desear.
Mi propuesta es hacer una producción cubana sobre la vida de los Cinco, no solo por ellos y que se conozca la verdad, sino por todas aquellas personas que se sacrifican desde el silencio por nosotros cada día.
A ellos dedicarles estas palabras de agradecimiento, porque quizá nunca lleven medallas en el pecho, ni conozcamos sus nombres jamás.
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