Fue el interés de celebrar con solemnidad los 100 años del nacimiento del sabio cubano Carlos J. Finlay, el que motivó la propuesta del joven médico cubano Horacio Abascal Vera de instaurar el 3 de diciembre como el Día de la Medicina Americana. Tras mucho trabajar en este objetivo, fue su ponencia “Finlay, panamericanismo y día de la medicina americana”, presentada en el IV Congreso de la Asociación Médica Panamericana, entre el 21 y el 25 de marzo de 1933 en Dallas, Texas, la que finalmente hizo realidad este anhelo.
Pero si hasta el triunfo de la Revolución, la fecha recordó doblemente al inminente científico, luego del 1.o de enero de 1959, la visión futurista de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz le aportó un nuevo significado, no solo para Cuba y el proceso socialista que con la salud como eslabón fundamental comenzaba a impulsarse, sino también para toda la región.
El eterno líder de los cubanos sumó a la celebración a todos los trabajadores que de cualquier forma dedican su esfuerzo a las disímiles labores relacionadas con el fomento, la preservación y el restablecimiento de la salud dentro o fuera del país, e hizo del internacionalismo un concepto estrechamente ligado a la jornada que desde entonces festeja el Día de la Medicina Latinoamericana y del Trabajador de la Salud.
Mientras el proceso social revolucionario hacía realidad el sueño planteado por el joven autor de La Historia me absolverá, de volver pública y gratuita la atención sanitaria en el país llevándola incluso hasta los más apartados territorios de la geografía insular, su interés fue más allá, hasta potenciar que nuestros altamente calificados especialistas prestaran servicios en otras regiones del continente y del mundo.
Prueba de ello es que en la temprana fecha de 1963, cuando aún se trabajaba en el fortalecimiento del sistema de salud cubano, la Revolución envió médicos a la lejana Argelia, como parte del primer servicio a largo plazo brindado por nuestra nación y Cuba no se limitó a brindar la atención sanitaria.
Por iniciativa del propio Comandante en Jefe, la mayor de las Antillas también ha fomentado la formación de galenos procedentes de países de todo el mundo. El máximo exponente de este empeño es la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), fundada el 27 de febrero de 1999, a raíz de que varios países de la región sufrieran unos meses antes los embates de los huracanes George y Mitch, con un saldo de 10 000 muertos y desaparecidos y millones de damnificados.
Como respuesta al desastre causado por los fenómenos climatológicos, Cuba concibió un programa integral para ayudar a forjar un sistema primario de salud inexistente en esos países, con el envío de médicos, enfermeros y otros profesionales del sector hasta las comunidades más afectadas.
Además, varias fuentes digitales consultadas refieren que a la ayuda inicial de nuestra nación se unió la idea lanzada por Fidel el 21 de noviembre de ese propio año, de crear una institución para formar gratuitamente en esta especialidad a jóvenes procedentes de los territorios devastados: la ELAM.
En la inauguración de este centro, el líder de la Revolución expuso a los jóvenes estudiantes su visión de futuro y la fe depositada en ellos: “…lo más importante habrá de ser su consagración total al más noble y humano de los oficios: salvar vidas y preservar salud. Más que médicos, serán celosos guardianes de lo más preciado del ser humano; apóstoles y creadores de un mundo más humano.
”El ejemplo de ustedes, jóvenes entrañables que ya estudian en esta Escuela, despertará conciencias y será seguido por los profesionales que, en número elevado y con excelente calidad, han formado las universidades de América Latina. Salvar millones de vidas, brindar salud segura y óptima a los 511 millones de habitantes de América Latina y el Caribe, solo puede ser tarea de cientos de miles de médicos que en su inmensa mayoría ya están técnicamente preparados para ello”, aseguró durante su intervención.
No solo nacía así una de las más humanas obras de la Revolución, que hasta el pasado año había graduado a más de 25 000 profesionales de 84 naciones, sino una tradición internacionalista que, guiada por el pensamiento y la acción de Fidel ha llevado a profesionales de la salud cubana a los más recónditos parajes del orbe, para repartir vida y devolver esperanzas.
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