- ¿José aceptas a Giselle como esposa?
-Sí, acepto
-¿Giselle aceptas a José como esposo?
-Sí, acepto
Por el poder que me confiere la ley los declaro marido y mujer. José puedes besar a la novia.
Los invitados aplauden, menos las suegras que lloran. Las amigas gritan. Y las vecinas chismosas del barrio, debaten sobre los detalles de la boda o quién sabe a lo mejor sobre algún invitado, o del mismísimo vestido de la novia.
Giselle no es virgen, pero está de blanco. José es mecánico aunque hoy no lleva grasa encima. Son novios hace seis años. Ella terminó la universidad, la promesa familiar de un título está saldada… ¡ya era hora! …! ¡Está en su derecho!
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UN AÑO DESPUÉS
Giselle trabaja en una oficina, José en un taller. Viven con la madre de él, una señora de 60 años que adora a la pareja y afirma orgullosa “Mi hijo es un hombre de bien”.
Pero dentro de poco ya no serán tres en casa. El test de embarazo marca dos rayitas y el ultrasonido lo confirma. Esto no está en los planes ... pero ¡Están en su derecho!
Mientras la licencia prenatal es larga, 34 semanas de embarazo no son un juego y de consulta en consulta 9 meses pasan volando.
Giselle quiere que el niño tenga su pelo, el tamaño del papá y los ojos de abuela, pero nada de eso importa, con que nazca gordito y gritando es suficiente. Guarda cada ecografía, cada papel, quiere que todo esté en orden. Confía…confía en Dios, en los santos, en lo médicos, en los hospitales... Confía en su bebé.
La barriga crece y en cada saludo hay un cuento. Ya Giselle sabe cómo ha sido el parto de todas las mujeres de la familia, del consultorio, del pueblo y hasta de la prima de la compañera del trabajo.
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¡Nació Amelia! Pesó 2 mil 600 gramos. Todo salió bien. Está tan chiquita, con las manitas arrugadas ¡Nació Amelia! … y ya en casa no son tres, ahora son: mamá, papá, abuela y Amelia.
Maternidad y partermidad responsable. Eso es cosa de dos. No hace falta debatirlo. El padre y la madre al mismo nivel de entrega, sacrificio, devoción.
La beba cumplió un año más rápido de lo previsto. Cuando llegan las 4:30 pm, papá tiene que recoger a Amelia en el círculo, pasar por la bodega, darle de merendar y cuidarla hasta que mamá llegue del trabajo en la guagua a las 6:15 pm.
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En la mesa hay cuatro platos, aunque realmente uno es simbólico, porque Amelia comió a las 6:30 pm, pero le gusta sentarse con los mayores. Todos en casa la complacen, y la dejan que llene de agua el mantel verde espantoso de chiclo. Ríe y todos ríen… grita y todos gritan…llora y todos lloran… desde que nació todos nacieron ¡Amelia manda en la casa!...¡Está en su derecho!
La casa funciona como un equipo de pelota, mientras la abuela friega, papá cuida a Amelia y mamá prepara: la cartera y la ropa del trabajo, el overol de papá, además: las medias, los blúmeres, el agua, la toallita de las manos, una licrita por si acaso y una batica también para la mochila del circulo de Amelia.
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En casa de Amelia cada día es normal, todo ocurre como la costumbre lo marca. No hay riquezas, pero tampoco miserias porque todos en casa ¡están en su derecho de vivir como quieren! …. a veces no existe la conciencia de que somos una sociedad de derechos.
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