Llega a La Habana un singularísimo personaje.
Es un francés, de origen judío, nacido en Argelia, quien, en materia de historial, tiene registrado en su cuentakilómetros mucho tramo recorrido.
Graduado de filosofía en la Sorbona. Siendo un veinteañero, combate contra los nazis en Normandía, París y Alsacia, lo cual le vale ser reconocido con la Cruz de Guerra. Como corresponsal de guerra, resultó herido gravemente en Túnez..
Asumiendo todos los riesgos, apoyó que el pueblo argelino rechazara a la metrópoli francesa.
Independientemente de otros desempeños –escritor, pedagogo—es, ante todo, un periodista.
Y ahora –1963-- está en Cuba, como ejecutor de una secretísima misión. Debe entregar a alguien un mensaje verbal de quien preside los Estados Unidos de América.
Lo logra. Pero, en medio de los intercambios, cuando hacen un alto para almorzar, su corpulento interlocutor, vestido de uniforme verde olivo, en cuyas hombreras aparecen los rombos rojinegros de Comandante en Jefe, le dice: “¡Todo ha sido en vano. Acaban de matar a Kennedy!“.
Jean Daniel, quizás por primera vez, no ha sido exitoso en una misión.
QUIÉN ERA EL DIFUNTO
Fue, a no dudar, un caso singularísimo, a pesar de su muy deteriorada salud.
John Fitzgerald Kennedy nació en Brookline (Massachusetts) en 1917, hijo del financiero Joseph P. Kennedy, quien fue embajador en Gran Bretaña durante el gobierno de Franklin D. Roosevelt.
Se graduó por la Universidad de Harvard en 1940, con una tesis donde denuncia la insuficiente preparación de Gran Bretaña para la inminente Segunda Guerra Mundial.
Participó en esta contienda como oficial de la Marina, al mando de una torpedera en las hostilidades contra los japoneses en el Pacífico. Por su excepcional actuación, recibió varias condecoraciones, entre ellas la del Corazón Púrpura.
Representó al estado de Massachusetts como miembro de la Cámara de Representantes desde 1947 hasta 1953. Luego, como senador, desde 1953.
Mientras se recuperaba, tras una operación de la espina dorsal, publica un libro de biografías, con el cual obtuvo en 1957el Premio Pulitzer, más alto galardón que se concede en la prensa norteamericana.
Al asumir como trigésimoquinto presidente, en 1961, instaura varios records: más joven presidente electo (43 años). El único de credo católico. Y también el único que moriría antes que sus abuelos.
Ah, pero este humilde emborronador de cuartillas debe susurrarles una confesión. Lindas lectores, estimados amigos que recorren estas líneas: su mayor récord fue… que solía yacer en el lecho de Marilyn. ¡Dios mío!
EL DESENLACE Y LOS POSTERIORES ESCÁNDALOS
Ha ocurrido en Dallas el hecho sangriento. Y Lyndon B. Johnson, a bordo de un avión, efectúa su juramento como máximo ejecutivo del coloso norteño.
Poco después crea la Comisión Warren, encargada de investigar los hechos.
Presidida por el juez de la Suprema Corte Earl Warren, entre sus miembros también se contaban Gerald Ford-- luego presidente del país- , el expresidente del Banco Mundial John McCloy y el exdirector de la CIA Allen Dulles.
El informe resultó una bofetada para todo ser humano con un cerebro adecuadamente organizado.
Según ellos, Lee Harvey Oswald era un desequilibrado, al cual se le había antojado, en sus delirios, caerle a tiros a JFK. No hubo conspiración. Fue un tirador solitario.
Hasta existen detalles estrictamente técnicos que mueven no sé si a la risa o a la indignación.
Todo aquél que esté medianamente informado sobre armas de infantería, se encuentra al tanto de eso que los de habla inglesa nombran un fusil bolt action. Sí, lo que nosotros llamamos un rifle de cerrojo. Que estuvieron muy de moda en la Primera Guerra Mundial: Springfield, Cracker, Máuser…
Se supone que Oswald, en pocos segundos, efectuase tres disparos certeros, con un escombro como el fusil italiano Carcano.
¡Ni Superman! Tras cada tiro, debía hacer retroceder el cerrojo, para expulsas el casquillo; avanzarlo, para meter proyectil en directo y –lo que lleva muchísimo más tiempo-- alinear los órganos de puntería.
Tengo la sospecha de que la Comisión Warren esperaba que los destinatarios de su informe fuesen los norteamericanos alumnos de high school. (Un muy académico estudio probó que cuatro quintas partes de ellos no saben cuántos días tiene una semana).
Pero, de vez en cuando, se revuelve el avispero. Y, actualmente, hay un escándalo en la red en cuanto a uno de los dos más colosales magnicidios en USA.
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