Liz está ansiosa. Él llega el día 22. A ella no le importa si tiene que dormir muchas noches en una cama improvisada en la sala. Todo estará bien. Hace unos años atrás él no sabía de su familia en Cuba. Pero lo abuela le había revelado a ella algunos secreto de familia, entonces cuando lo creyó oportuno lo busco y encontró a su primo. Desde entonces él cada diciembre visita La Habana.
Dylan tiene apenas unas semanas de nacido. «Es muy pequeño aún para viajar, espera a que esté más durito». Dice una voz rasgada al otro lado de la pantalla. Este año María Elena no llegará para tomar a su madre de la mano a la hora del tradicional conteo regresivo. Será la única vez desde hace ocho años que María Elena espere el año nuevo en esa tierra que la ha acogido, pero que no le pertenece.
Polito es el hijo, pero también la hija durante casi todo el año. Son sus ojos, los ojos de la hermana. Para Idania, Polito es casi todo. Ahora está Samuel. Y su madre. La familia en Cuba. Pero diciembre huele diferente en la casa. Dayana ya está aquí.
La cancelación de un vuelo directo ha demorado la hora del abrazo. Quizás el último abrazo. Pero Mario no se acongoja. “diciembre es para los míos”, repite una y otras veces.
Y no importa en qué parte del mundo estés, ni que nuevas costumbres y tradiciones te hayan recibido en otros mares. Si eres cubana o cubano, o esta sangre corre por tus venas, sabrás de ese apego y esa solidaridad que distingue a la familia cubana, un concepto que se ensancha cuando llega diciembre.
No importa si ha sido un año bueno, malo o regular. No importa si durante los anteriores 364 días conociste los conflictos de la convivencia intergeneracional. No importa si la distancia se confundió con el olvido. Lo importante es que el fin de año es el momento del encuentro, del abrazo, del perdón.
Cada uno, es uno mismo. Los más pequeños reconocen y les gusta la algarabía de la casa, el almíbar sobre el mantel más lindo de la abuela. Los más jóvenes dibujan esa meta. Los padres piensan en cómo ser mejores hijos y mejores padres. Los abuelos también traen buenos augurios para sus retoños. Y está el hijo de la vecina. Su madre ha tenido que trabajar; ¡pero si se han criado juntos! Él pertenece también a esta casa.
Al fin todos reunidos alrededor del puerco asado, el congrí y la yuca con mojo. Algunos con una moneda en el zapato o un billete en el bolsillo durante la cena, otros estrenan ropa, y no faltan quienes pasean una maleta a todo la redonda de la cuadra.
No importa que tradición escojamos. Las familias se unen, y entre sus miembros se desean lo mejor. Otro año pa'lante. Es la casa, Cuba entera “una nube de aromas, lo mismo en los barrios ricos, que en las más humildes lomas”. Y eso señores, es especial y único.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.