Desde que el cigoto masculino es implantado en el útero femenino tras una unión amorosa, o no, que conlleva a la reproducción, ese embrión que comienza a gestarse ya cuenta con una familia a la cual no eligió y de la que no podrá desprenderse jamás aunque así lo desee.
En una búsqueda virtual del significado de este término se pudo constatar que solo se tiene en cuenta el deber ser de este grupo social y no el ser real en algunos casos, que por su capacidad de sensibilizar atrapa la atención y el lente de realizadores que han sabido llevar los ejemplos al cine y a la televisión, con el objetivo de educar a la sociedad cubana.
Como base afectiva, la familia debe estar constituida por los más profundos sentimientos humanos como el amor, la comprensión, el cariño, la ternura, la dedicación, entre otros, pues es el primer ambiente social del hombre, donde deben aprenderse y aprehenderse los primeros principios, valores morales y las nociones de la vida.
Pero, basta ver en las últimas producciones cinematográficas y televisivas de Cuba como Conducta, Esteban y la serie Zoológico, que historias como la de Chala, el niño que soñaba ser pianista y Leo existen todavía en aquellas familias disfuncionales influidas por el consumo de alcohol y otras drogas que propician la consecuencia de actividades ilícitas.
Es por eso que tantas veces se insiste en los medios de prensa cubanos, en las escuelas y en las consultas de atención primaria de salud, en la necesidad de un previo consenso entre padres y madres para concebir el embarazo, de lo contrario el interés por una familia fuerte, con sólidas relaciones de respeto y amor entre cada uno de sus integrantes, no crecerá.
¿A quién no le han contado cuando pequeño la historia de la cigüeña que nos trajo envueltos en paños y nos dejó justo enfrente de las casas de nuestros padres?
Esta leyenda, escuchada por primera vez en Escandinavia hace cientos de años y popularizada por el escritor de cuentos infantiles Hans Christian Andersen, ha pasado de generación en generación para ayudar a los pudorosos padres a evitar tocar el tema, con los niños, de la sexualidad.
Aunque muy distante de la realidad, el mito refleja la cierta idea de que no se puede elegir a nuestra ascendencia, y por tanto debemos aceptarla con sus virtudes y defectos, lo que tampoco significa que tengamos que ser fieles reflejos cuando los modelos no son tan dignos a imitar.
Es entonces cuando sí nos llega la oportunidad de escoger a esa otra familia que nos acompañará en la segunda etapa de la vida, y buscamos una pareja que nos garantice la felicidad y esté dispuesta a convertirse en cimiento de ese nuevo núcleo del que posiblemente surgirán frutos, a los que podremos moldear y educar a nuestro antojo.
Ahora, ¿por qué la definición de buenas o malas familias?, ¿cómo es una buena familia?, ¿existirá en el mundo una familia que no tenga problemas o sea ejemplarmente buena?, ¿cuáles son los parámetros para medir la bondad de este grupo social?
Ni malas ni buenas, para mí solo son familias, con alegrías, vicisitudes, con circunstancias que para solucionarlas requieren del respeto, la comunicación y la tolerancia.
La propia idiosincrasia del cubano ha demostrado que el término no debe cerrarse solo al grupo de personas que comparten la misma sangre, hay amigos que llegan a considerarse parte de ese círculo social solo por compartir sentimientos y experiencias.
Lo importante es saber respetar las diferencias generacionales y de caracteres de cada miembro de la familia, como también lo es ganarse ese respeto transmitiendo afecto y confianza.
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