¿Qué fue lo mejor y lo peor de tu año? La pregunta de Cubahora me tentó, pero mil y una tareas me impidieron dar forma por escrito a ese resumen mental del que, irremediablemente, no se escapa durante los últimos días de diciembre.
Pero, leer a los foristas me ofreció tanto o más placeres que si hubiese yo asaltado el teclado. Allí, en cada letra, estaba el espíritu de fin de año de esta Isla.
Y me transporté por adelantado al 31 de diciembre en la casa de mis padres. Lo que más me gusta es sentarme en el portal de ese barrio de periferia, para oler y oír.
Olores hay cientos, y todos deliciosos, a carbón y cerdo asado, a dulce de toronja en almíbar, a coco rallado, a cerveza, a mojo para la yuca… a caldosa para el mediodía (porque todas las tentaciones mencionadas son para la noche y a quien se le ocurra meter un dedo antes de tiempo en el caldero, le pueden decir: “saca la mano que te pica el gallo”).
Multiplicadas están las risas, la música, las conversaciones, los gritos infantiles, y no se extraña el silencio de todos los días, porque el sonido es el de la felicidad, y es hermoso.
Sí, no sé en otros lugares del mundo, pero de este lado del mar nos gusta lo de borrón y cuenta nueva; y por eso nos arreglamos más que nunca esa noche, para entrarle lindos al nuevo año, arrastramos maletas para que atraigan viajes, y proyectamos dietas imposibles de cumplir…
No importa si la distancia, la enfermedad o la mala suerte se han instalado en el hogar, celebramos de todas formas, como se pueda, porque a pesar de los borrones que sea necesario hacer, si dejásemos de ver los horizontes renovados no seríamos nosotros.
Los lectores de Cubahora me confirmaron que apremios como el salario que no alcanza, el problema de la Vivienda, la doble moneda, los precios en el agromercado o de la recarga del celular no pueden opacar satisfacciones como la de hacer nuevos amigos, enamorarse, empezar una maestría, iniciar un nuevo trabajo o ver a los hijos ganarse la carrera deseada.
Aunque están las manchas de las distancias, y la emigración, de la muerte siempre cruel, de las enfermedades, iluminan más el compartir con la familia, los nacimientos, la vuelta a la ciudad natal, los reencuentros en las redes sociales con los amiguitos —ahora calvos o abuelas— de la primaria.
Pueden amenazar desastres naturales como Irma, o políticos inconsistentes como Donald Trump, pero frente a eso está la virtud de una cubanía alegre por definición, capaz de decir: “aunque no tengamos lujos somos muy felices”.
Tres buenos deseos se repitieron en los comentarios: salud, felicidad y prosperidad; anhelos que encontrarán eco en todas las casas cubanas cuando el 2017 se despida definitivamente.
Las oscuridades se irán en los cubos de agua que muchos lanzarán a la calle porque “lo malo” no cabe en las aperturas prometedoras de un calendario recién nacido.
El nuevo año se abrirá paso, con sus buenas nuevas y sus ingratitudes, y aunque sabemos que las mediciones del tiempo son solo convenciones sociales, nos seguirá dando alivio tener un parteaguas, una delimitación para cerrar proyectos y acunar otros sueños, siempre más sublimes.
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