Lo decimos con certeza, sin ser consigneros: Cuba es un país de amor, no de odio. Ahí está la historia que nos da la razón y nos abraza. Han sido años de lucha, de resistencia creativa, de solidaridad, años de reinventarnos y crecer.
Decía José Martí que “Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y deshacen”. Cuba ha elegido siempre el camino de los que aman y fundan. Un camino, por cierto, que ha tenido que andar con el lastre del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos y con una pandemia en el último año que aun impacta fuerte.
“Nada de esto que denunciamos hoy nos aparta de la necesaria autocrítica, de la rectificación pendiente, de la revisión profunda de nuestros métodos y estilos de trabajo que chocan con la voluntad de servicio al pueblo, por la burocracia, las trabas y la insensibilidad de algunos que tanto dañan.
Hoy vengo a reiterar el compromiso de trabajar y exigir por el cumplimiento del programa que nos hemos dado como Gobierno y como pueblo, revisado a la luz de los posibles errores de estos años de presiones intensas, particularmente, los dos últimos”, dijo Miguel Díaz-Canel Bermúdez, presidente de Cuba y Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, en acto celebrado ayer en la explanada de la Piragua.
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En estos tiempos la idea es clara: podremos más si creamos más, si empujamos todos, unidos, la obra común. Son tiempos de amor, de ponerle corazón a Cuba. ¡Un corazón del tamaño de nuestras dificultades!
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