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martes, 5 de noviembre de 2024

Un Maceo del siglo XXI

Desde pequeño pedía a sus compañeros de juegos ser identificado por el apellido materno...

Aileen Infante Vigil-Escalera en Exclusivo 08/12/2017
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Nos conocimos una calurosa mañana de agosto en espera de un ómnibus para la región oriental del país. Estaba ahí cuando llegué. De verde olivo y recostado en la cerca perimetral del punto de encuentro presenció con una sonrisa en el rostro mi estrepitoso descenso del auto ante el apuro del chofer.

“¿Necesitas ayuda?”, me preguntó una vez que estuve en la acera, mochila al hombro, percatándose del peso de mi equipaje. Entonces, sin pensarlo dos veces, lo alzó en sus brazos y lo llevó hasta el maletero del transporte aparcado a varios metros. “Yo también voy a viajar. Soy el primer teniente Maceo, pero todos me dicen Maceo”, dijo de regreso a mi lado.

“¿Como el Titán de Bronce?”, le pregunté a modo de broma observando sus rasgos para nada similares con los del Lugarteniente General del Ejército Libertador que participó en cerca de 600 acciones combativas. “Ojalá”, me respondió, muy serio. Entonces lo supe. Quizás por fuera solo sus cerca de 1,80 metros de estatura se asemejaban al mayor de los nueve hijos de Marcos Maceo y Mariana Grajales, pero era muy pronto para sacar conclusiones.

Desde muy pequeño, en su natal Camagüey, la calle donde reside su familia es popularmente conocida como la de “los Maceo”, y no precisamente en alusión a la hoy homónima —otrora Providencia— que en Santiago de Cuba, en la casa marcada con el número 207, viera nacer hace 172 años a Antonio de la Caridad Maceo Grajales un 14 de junio.

Hasta la camagüeyana avenida arribaron décadas atrás sus abuelos maternos procedentes de la Ciudad Héroe, sin ningún vínculo directo conocido con el padre de Antonio, Marcos y José y otros tantos hijos ilustres del matrimonio Maceo-Grajales. Y en ese mismo lugar decidieron criar a sus retoños que hoy, radicados a pocas casas de diferencia unos de otros, decidieron ampliar la estirpe.

Él es uno de los nietos más jóvenes de aquellos primeros asentados allí. Por eso pedía a sus compañeros de juegos ser identificado por el apellido materno, aun a regañadientes del padre. Luego, con su ingreso a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos y más tarde a la Interarmas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias General José Maceo, de donde se graduó hace apenas unos años, lo exigió con vehemencia.

“No es costumbre en estas instituciones de enseñanza militar identificar a los alumnos por el segundo apellido, por lo general sucede cuando el primero se repite mucho entre un grupo de estudiantes, pero al final lo logré. Al punto que muchas de las amistades que hice a mi egreso me reconocen solo así”, confesó.

Sin embargo, para este joven que aprendió desde bien temprano a amar la tierra por la que entregó a todos sus hijos la Madre de la Patria, no se trata solo de firmar o ser identificado por un apellido, ni de buscar posibles conexiones genealógicas con tan aguerrida familia, sino de trabajar todos los días por honrar su legado. Así me lo recordó hace unos días

Y es que él lo demuestra en cada jornada con su exigencia y responsabilidad ante las tareas asignadas, en el trato afable con sus compañeros y subordinados, en el compromiso que representa el uniforme que porta con orgullo y en la preocupación por cuanto concierne al proceso revolucionario del que se siente hijo y continuador.

Incluso, lo hace con la disciplina y el ejemplo con los que cría a su pequeña hija, que aunque no lleva en su carnet de identidad el sobrenombre que tanto ha defendido, crecerá amándolo y respetándolo como suyo. Porque para ella, el hombre que hoy guía sus infantes pasos y trabaja por construirle un futuro mejor, ya es todo un Maceo del siglo XXI.


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Aileen Infante Vigil-Escalera


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