La toma de La Habana por los ingleses fue y ha sido, a lo largo de más de dos siglos, fuente de inspiración para historiadores del arte militar, políticos y también artistas que han plasmado en sus obras la magnitud y la significación de aquel hecho hace 250 años, cuando la entonces apacible San Cristóbal de La Habana despertó al tronar de los cañones de la flota enviada por el rey de Inglaterra para tomar la ciudad.
Gustavo Placer Cervera, Capitán de Fragata (R) y doctor en Ciencias Históricas comenta a CUBAHORA que el 6 de Junio de 1762, se presentó a los habaneros un espectáculo inusitado. Ante la mirada atónita de los habitantes y las autoridades de la capital de Cuba se iba acrecentando, en el azul del horizonte, la presencia de una agrupación de buques de proporciones jamás vistas en estas latitudes.
Estaba arribando, procedente del Este, para atacar a La Habana, una formidable flota británica, compuesta por doscientos siete buques que portaban 2292 cañones. Se destacaban entre ellos, veintitrés navíos de línea de sesenta o más cañones, cuatro de cincuenta cañones, veinticuatro fragatas y bombarderos y, noventa y tres buques de transporte con tropas a bordo.
Las tropas expedicionarias sumaban 11 800 soldados y oficiales, los tripulantes de los buques eran más de 10 mil, los esclavos africanos varios miles. Pero ni siquiera tal impresión limó el coraje de la gente de esta tierra.
Según explica el investigador el mando supremo de la expedición estaba a cargo del Teniente General George Keppel, Tercer Conde de Albemarle. La Habana de entonces, con 50 mil habitantes, contaba para su defensa con unos 10 mil efectivos, incluidos tropas regulares, marinos, voluntarios y esclavos armados, así como 10 navíos y otras embarcaciones artilladas con cerca de mil cañones a los que se añadían unos 300 instalados en las fortificaciones.
Habaneros y cubanos pelearon por su ciudad bajo la bandera española y en nombre del rey, pero en esas milicias populares, en la defensa de su suelo, en la entrega generosa de la vida de casi mil caídos solamente en el Morro, latía ya la génesis de un patriotismo que, llegada su hora, haría surgir lo criollo, lo cubano.
El asedio a la mayor de las Antillas lo motiva una disputa entre potencias por el control de riquezas. Esta vez la alianza de Carlos III con Francia, en contra de Inglaterra, sirvió como pretexto a estos últimos para arrebatarle a España una de sus más apetecidas posesiones.
La pretensión de convertir a Cuba en un base militar y naval que permitiera interferir y controlar el comercio español en el norte de América, atrajo a la poderosa escuadra.
La Armada británica combatía en todos los mares, y obtenía sonados triunfos. De modo que, no en pocas investigaciones realizadas y publicadas se precisa que el desembarco británico se inició el día 7 de junio por la región Bacuranao-Cojímar, pero como suceso histórico se hace referencia a que el día 6 ya era inminente el ataque.
La secuencia de hechos que tuvo lugar a continuación —el ataque, el sitio, la defensa, toma y ocupación de La Habana— constituye un hito de singular importancia de la Historia de Cuba.
El apego dogmático a viejas tácticas unido a la tenacidad y valor de los defensores del castillo del Morro, encabezados por Luís de Velasco, y a la resistencia y combatividad de las milicias criollas, que tuvo su máximo exponente en el Alcalde Provincial de Guanabacoa, José Antonio Gómez de Bullones, el legendario Pepe Antonio, prolongaron el sitio con el resultado de cuantiosas bajas entre los atacantes.
No obstante lo anterior, la tenacidad de oficiales y soldados y la superioridad de fuerzas y medios alcanzada en el teatro de operaciones unido a la ineptitud, imprevisión, indecisión y contumacia del mando español de La Habana, encabezado por Gobernador y Capitán General, Juan de Prado, le permitieron alcanzar sus objetivos.
Pepe Antonio —a quien la historia le dedica un lugar especial— logró equilibrar la mínima preparación militar de sus tropas con el conocimiento del terreno fue la falta de apoyo del ejército regular la que impidió un mayor éxito. Así que la expedición desembarcó por Cojímar, avanzó y sometió progresivamente cada plaza.
El 13 de Agosto, firmada la capitulación, las tropas invasoras entraron en la ciudad. Fue aquella, por el color rojo de las casacas de los ingleses, la “Hora de los mameyes”, en el decir de los habaneros de entonces. Con este triunfo la corona británica hizo realidad un antiguo proyecto de cerca de 200 años. La toma de La Habana le asestó un golpe fulminante al imperio español y a la alianza hispanofrancesa en su conjunto, y permitió a la Gran Bretaña tener una posición muy ventajosa en las negociaciones de paz.
Se demostró que no se podían defender las plazas coloniales desde la metrópoli. El mito de la invulnerabilidad de La Habana fue destruido. Junto a la pérdida de gran parte de su flota y de cuantiosos daños materiales, la captura del puerto habanero significó la ruptura, al menos temporal, del sistema de comunicaciones marítimas.
La derrota de La Habana y la nueva situación político-militar de América y en especial de la región del Caribe resultante de la guerra hizo que la corona española se planteara un conjunto de reformas económicas, políticas y militares para enfrentar los nuevos retos.
En lo adelante, los sectores de la población local iban a participar activamente en el sistema defensivo y militar americano. Y estos ejércitos de milicianos que empezaban a formarse e instruirse como tropas regulares tendrán un papel protagónico en los movimientos independentistas de comienzos del siglo XIX.
Puede decirse que los británicos tomaron La Habana y obtuvieron a cambio La Florida al costo de un ejército y esto tendría una profunda repercusión ulterior en la política británica en Norteamérica.
Para Cuba, las operaciones militares en torno a La Habana demostraron la capacidad y decisión de los criollos para defender su terruño frente a la agresión exterior. Fue el germen de un sentimiento patriótico que en el siglo siguiente, llegado su momento, haría brotar la nacionalidad cubana.
Resulta insoslayable —señala el investigador Placer Cervera— que, a pesar de todo lo antes dicho, la dominación británica sacó a la colonia de un adormecimiento secular: en lo económico tuvo la trascendencia de anticipar la libertad de comercio. Puso de manifiesto, sobre todo, las incontables limitaciones del régimen colonial español y sentó las bases de una nueva etapa en nuestra historia.
La pequeña porción de tierra se mostró indoblegable ante las tropas de la Reina. Un siglo después habría de volver sobre el machete que empuñara por primera vez Pepe Antonio, para despojarse del yugo ibérico. Y un siglo más tarde enseñaría al mundo que Cuba no acepta amos, vengan de donde vengan.
Kyler
11/7/12 11:56
Deberia decir "un siglo más tarde enseñaría al mundo que Cuba no acepta amos EXTRANJEROS, vengan de donde vengan."
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