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sábado, 23 de noviembre de 2024

Recuerdos de la hora cero

Pedro Trigo López, uno de aquellos hombres asaltantes al Moncada hilvana recuerdos, nombres, vidas y sucesos en torno al 26 de Julio de 1953...

Raquel Marrero Yanes en Exclusivo 19/07/2012
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moncada
Amar a Cuba es defenderla.

Cuba cambió después del Moncada. “Aquel fue el despertar para un pueblo que había sufrido con la dictadura de Batista”, dice Pedro Trigo López, un hombre fuerte y vital que no deja de emocionarse cuando habla de aquellos días, con tanta claridad como si los viviera nuevamente.

Aunque las acciones del 26 de julio fracasaron, para nosotros fue un triunfo, porque salvamos la vigencia de nuestro Héroe Nacional José Martí en el centenario de su nacimiento, y demostramos que estábamos en disposición de morirnos por su legado histórico. Y además, el Moncada definió a la lucha armada como el único medio para el derrocamiento de la tiranía batistiana. Fue una victoria que señalaba el camino...

“Los que cayeron para mí son inolvidables: estuve muy vinculado con Abel Santamaría, Ernesto Tizol, José Luis Tassende, Gildo, Fernando Chenard... y tantos otros valiosos compañeros”. Entre quienes murieron ese día estaba también su hermano Julio Trigo, que se encontraba en el Hospital Saturnino Lora.

Su casa fue punto de referencia en varios momentos. Los jóvenes revolucionarios la visitaban por diversos motivos, incluido Fidel, que una vez fue hasta allí a probarse el uniforme militar. Era parte de los preparativos para la hora cero. “No se hablaba de otra cosa que de eso; la hora cero, pero no sabíamos de qué se trataba”.

Cuenta Trigo que los uniformes de Fidel y Gildo hubo que mandarlos a hacer, porque la talla mayor del ejército les quedaba chiquita. “Ahí desempeñó un papel extraordinario Elena Rodríguez del Rey, la mamá de Melba Henández. Ella montó un taller de confecciones en Jovellar 107, su casa, para hacer los uniformes de talla grandes.”

A Santiago de Cuba llegó Pedro en la máquina de Florentino, a quien Fidel le entregó la llave de la casa donde se debían esconde. Ya en la granjita Siboney, sobre la 1:15 de la madrugada, sale con Fidel y Abel. Es entonces cuando oye hablar por vez primera del plan: atacar el Moncada por la posta 3, el Palacio de Justicia y el hospital Saturnino Lora y a la vez asaltar el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.

Precisa que la salida fue al amanecer. Cuando el carro donde iba Pedro Trigo llegó al cuartel, ya el combate se había iniciado. “Unas máquinas se metieron en la caravana indebidamente y hubo desvío, por eso tuvimos que preguntar dónde estaba el cuartel para llegar”.

“De inmediato vi cómo sacaban a un herido y supe de la orden de retirada. Salí del carro y busqué cómo llegar a La Habana en guagua, sin llamar la atención. En la casa me esperaba la policía, y de allí fuí conducido a los calabozos del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

¿CÓMO CONOCIÓ A FIDEL?

De los jóvenes asaltantes del Moncada, Pedro Trigo estuvo entre los primeros que conoció a Fidel durante un acto público del Partido Ortodoxo, en 1951, mucho antes del golpe militar de Batista. “Desde entonces, me ligué al movimiento revolucionario y a importantes acciones, reuniones y responsabilidades, incluida la de dirigir la célula del Movimiento 26 de Julio en el poblado de Calabazar, en la provincia de La Habana.

Pedro guarda en su memoria aquel primer encuentro con Fidel en Santiago de las Vegas, cuando junto a otros oradores denunciaban la corrupción del gobierno de Carlos Prío. “Recuerdo la imagen de un joven alto y corpulento que se me acerca y pregunta si lo que yo decía era verdad. Pensé que era un policía, pero le dije que sí. Entonces se presentó, me dijo que era Fidel Castro. Y me dijo ¿Qué te parece si podemos buscar todas esas pruebas y yo como abogado hago la denuncia ante el Tribunal de Cuentas y la opinión pública?

Desde entonces me identifiqué con él. Me llamó la atención que en pleno proceso electoral, cuando todos aspiraban a ser representantes o senadores, a Fidel lo que más le interesaba era denunciar la corrupción”.

“Luego del golpe militar del 10 de marzo de 1952, nos vimos en la playa de Guanabo, al este de la capital, Fidel, Gildo Fleitas y yo. Fidel me dice, que ha llegado el momento de crear un movimiento verdaderamente revolucionario que lo integren hombres dispuestos a empuñar las armas. Fue así que me sumé con Abel Santamaría a ese movimiento”.

En una ocasión ante una multitud de periodistas que lo acosaban con preguntas dijo: pregúntenme de todo menos valorar a Fidel. “Fidel es único. No hay palabras para valorarlo. Fidel lo es todo”.

Conversar con Pedro Trigo, es realmente grato. De lo que vivió aquel Día de la Santa Ana lo hacen sentirse feliz de haber aportado a la construcción de la Revolución, y orgulloso de que las jóvenes generaciones hayan continuado la obra iniciada por hombres como él, que con coraje, sacrificio y espíritu de lucha no se dejaron intimidar por el régimen impuesto, sino que marcaron una pauta en nuestra historia.


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Raquel Marrero Yanes


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